Desde el mismo día de su inverosímil nombramiento, mi altocargo y yo jugamos en entender cómo es posible que Zoido fuera ministro. Mi apuesta sólo puede ser una: porque Cospedal quiso darle a Arenas en las narices. El hombre es un pobre hablador, nada salvo una deplorable palabrería de corto alcance sale de su torpe dicción; su paso por el Ayuntamiento de Sevilla sirvió para dilapidar en cuatro años una boyante mayoría absoluta; su liderazgo orgánico no fue más allá de un vasallaje de la general secretaria. Los chicos de María Dolores bajaban desde Madrid a los restaurantes caros y se venían arriba en las sobremesas: ¿Havié? ¿Y quién es ése Havié?

A medida que el drama catalán va deviniendo en comedia y fugas de empresas y a los independentistas se les va quedando cara de Junqueras, el trending topic de los corrillos de las bodas bien de gentes de derechas (pongamos una este sábado en el Puerto de Santa María, con su preboda y todos los avíos que los ricos le ponen a estas cosas) es Zoido y su incompetencia. Al segundo gin-tónic hay quien juraría que lo tuvieron que cazar a lazo para recordarle que se pusiera al frente de la faena.

Cuando la barra libre se hace propiamente suya y las corbatas y las lenguas se aflojan, lo que se enfatiza es que los mandos policiales y de la guardia civil no salen de su asombro ante la falta de liderazgo del ministro Zoido y la pavorosa imprevisión del grupo de amiguetes al que ha nombrado como “equipo”, perdón por las comillas.

Mi altocargo, que tiende a la la generosidad con los débiles (tierno con las espigas, duro con las espuelas, decía Barrionuevo y los guardias civiles y sobre todo sus mujeres besaban por donde pisaba por haberlos sacado de aquellas pocilgas que eran las casas cuarteles) es sin embargo implacable con la manifiesta incapacidad del todavía ministro del Interior.

Escucha amore, me dice sin dejar de mirarme al canalillo: el pack original de Zoido se nos vendió como juez y buena persona. Olvídate de lo segundo. Algunos maledicentes de la costa del sol, por supuesto del Partido Popular, lo pintaban como un cateto con ambiciones políticas sin más méritos que un servilismo exagerado hacia los jefes del partido. Lo clavaron.

La causa de la causa de la inexplicable ascensión de Zoido a los cielos ministeriales no es otra que el pago en especie por los servicios prestados en la exitosa criminalización de la cúpula de la Junta de Andalucía y del partido socialista. Tan exitosa que le ha hecho íntegra la renovación a Susana. 

No son pocos (Marchena, Manuel Jesús; Rodrigo Torrijos, Antonio) los que le señalan como la mano que ha mecido la cuna de los interminables procedimientos de la jueza Ayala premiados con penas de telediario a perpetuidad. Y son muchos los que no ven improbable un futuro con la jueza del carrito procesada por prevaricación y a Zoido en ruina profesional y política.

El destino para Zoido ha  resultado más rápido y cruel. Y lo que pareció un premio, ha tardado pocos meses en convertirse en una terrible pesadilla. En las calles del centro más españoladas de banderas, entre los suyos propiamente, es donde más fuerte suena la implacable muletilla: Zoido, el incompetente, Zoido el incompetente. Se te corta el cuerpo, vida mía.