La fantasía de crear un PSOE andaluz que mantuviera con Ferraz una relación similar a la que mantiene el PSC se asemeja a las elucubraciones de la lechera del cuento.

O a las del paseante impotente ante la agresión de unos energúmenos a una joven en una calle solitaria: el miedo lo paraliza, pero imagina que les hace frente, los tumba uno tras otro, los ata a una farola, llama a la Policía, esta acude seguida de una nube de periodistas, a él lo sacan en todos los telediarios y el Gobierno lo nombra Héroe del Año.

En su imaginación desatada ve con claridad toda la secuencia, pero cuando de nuevo abre los ojos los ojos la chica yace sobre la acera y los agresores han huido, no sin antes dedicar a la cobardía del paseante algunas hirientes alusiones.

Cuestión de masa

No hay –ni de lejos– en la poderosa federación andaluza del Partido Socialista una masa crítica suficiente de dirigentes, militantes, simpatizantes o votantes que se esté planteando o vea con buenos ojos la posibilidad de separarse de Ferraz para escapar al cerco de este sobre la secretaria general, Susana Díaz. Una posibilidad que es, además, estatutariamente inviable.

Lo que hay –ya lo hubo después de la derrota de Díaz a manos de Pedro Sánchez en las primarias– es un cierto runrún; lo que hay es el sentimiento en determinadas personas de que Ferraz está llegando demasiado lejos en su falta de consideración a una militancia –"esto no es, con todos los respetos, la FSM"– que sigue apoyando mayoritariamente a Susana Díaz y a los ocho secretarios provinciales.

Hace como dos años, alguno de los asesores de Díaz llegó a poner sobre la mesa ardiente de San Telmo esa idea, tan sugerente como poco meditada. Era una opción tentadora al calor de la humillante derrota orgánica de Díaz en mayo del 17, pero lo cierto es que nadie llegó a tomársela verdaderamente en serio (aunque algunos, eso sí, estuvieran cerca de hacerlo).

Ese voto nulo...

Con más convicción que pruebas irrefutables que la sostengan, algunos miembros de la dirección andaluza y un puñado de secretarios provinciales no se quitan de la cabeza la idea de que el sanchismo más exaltado actuó con deslealtad el 2-D, y de ahí que los votos nulos se doblaran: 41.149 (1,02 por ciento) en marzo de 2015 frente a 81.388 (2,20 por ciento) en diciembre de 2018.

El dato es un hecho, pero su atribución en exclusiva a los de Sánchez es más bien una conjetura.

Ni siquiera quienes, pese a estar en política, no acostumbran a ser muy mal pensados tienen dudas al respecto: “En las autonómicas –confesaba esta semana un dirigente a EL PLURAL– hubo tanto voto nulo por la gente nueva llegada de la mano del sanchismo, gente sin conciencia de partido (hemos pasado de tener en la dirección federal a un Fernando de los Ríos a tener a alguien como el alcalde de Jun). No son del PSOE, son pedristas. Nosotros no somos susanistas, somos socialistas, por eso no haremos lo mismo el 28-A”.

¿Un PSC gaditano?

Esta y otras fuentes consultadas admiten que “algunos compañeros están hablando de separarnos del PSOE federal y crear nuestro propio partido, asociado o confederado con Madrid, pero nadie toma en serio esa opción; puede que a algunos les guste, pero sería un disparate". 

Llegado el caso, reflexionaba un dirigente local, "sería más fácil quitar a Pedro Sánchez o a Susana Díaz que embarcarse en algo así. Si mañana el PSOE de Sevilla o el de Cádiz están enfrentados a muerte con el regional, ¿hacemos un PSC sevillano o gaditano?”.

Un dirigente retirado pero vigilante abundaba en la misma idea: “¿Un PSC andaluz para qué? ¿Para desligarnos de un secretario general que no nos gusta? Sería como matar moscas a cañonazos”.

Otra persona que tuvo importantes responsabilidades orgánicas resumía así su punto de vista: “Susana y Pedro tendían que haberse sentado ellos dos, ellos y no personas interpuestas, y pactar las listas electorales, acordar a quién ponía cada uno y ya está. No lo han hecho y eso no habla bien de ninguno de los dos, de ninguno”.

El 'prosé'

Que todos los consultados descarten por ilegal y extravagante un 'procés'/'prosé' promovido por las élites socialistas andaluzas no significa, en todo caso, que Pedro Sánchez esté actuando como un buen secretario general.

Sí como un frío comandante en jefe tras una guerra civil o sí como un púgil implacable que ve la ocasión de que su debilitada adversaria bese de una maldita vez la lona y decide propinarle el golpe definitivo, aunque sea saltándose el reglamento.

O no exactamente el reglamento: digamos que en el proceso de designación de los candidatos andaluces –y aragoneses– al Congreso y el Senado, Ferraz ha respetado el reglamento pero se ha saltado la 'Constitución' aprobada en el 39º Congreso.

Banderas de conveniencia

El lema ‘Todo el poder para las bases’ bordado en el pendón bajo el cual Pedro Sánchez ganó la guerra de las primarias era una divisa de conveniencia.

Para la mayoría de observadores y para una parte de los votantes socialistas, el problema de fondo de Sánchez es que acumula demasiadas banderas de conveniencia en su corta trayectoria como secretario general y presidente del Gobierno:

el compromiso (inicial) de no pactar con independentistas para llegar a la Moncloa; la abstención (inicial) ante Rajoy tras las elecciones de junio del 16; el rechazo (inicial) a la aplicación del 155; la promesa (inicial) de convocatoria inmediata de elecciones tras la moción de censura de mayo del 18; el compromiso (inicial) de derogación de la reforma laboral; la acogida (inicial) a inmigrantes y refugiados trayendo a Valencia el buque Aquarius; la calificación (inicial) como rebelión de lo sucedido en Cataluña…

Pecados y penitencias

Que todo eso sea cierto tampoco significa, ni mucho menos, que vaya a retraer el voto popular al PSOE el próximo 28 de abril. En política sucede muy a menudo que los ciudadanos no imponen penitencia alguna a los pecados mortales de sus líderes y en cambio castigan con gran severidad las faltas veniales.

De hecho, todas las encuestas dicen que Pedro Sánchez mejorará significativamente los resultados obtenidos hace tres años en España e incluso los obtenidos por Susana Díaz hace cuatro meses en Andalucía.

Aun así, conviene ser cautos: recuérdese que los encuestadores han actuado demasiadas veces en los últimos años como la lechera del cuento, augurando con seguridad "el bien futuro" sin pararse a considerar que “ni el presente está seguro”.