¿Optará Teresa Rodríguez en marzo a la reelección como coordinadora andaluza de Podemos? Se lo está pensando. Ayer confesaba en rueda de prensa que no lo tiene decidido, aunque en último término el liderazgo del partido lo decidirán, recordaba, los inscritos de Podemos. A partir de ese recordatorio podría aventurarse que si hubiera un consenso mayoritario de las bases en torno a su nombre, le sería mucho más problemático decir que no.

La confesión pública de Teresa no sonó a tacticismo. Los periodistas la creyeron porque a no pocos de ellos les consta que a distintas personas les ha dicho lo mismo en privado: que se lo está pensando. Y eso que la III Asamblea Ciudadana está a la vuelta de la esquina: se celebra dentro de unas pocas semanas, aunque el reglamento que la regirá está aún por fijar.

De presentarse y ser de nuevo elegida, sería el último mandato orgánico de Rodríguez, como último es su actual mandato como diputada. No es improbable que, como tantas veces sucede en política, la líder roteña se encuentre atrapada entre el deseo personal de dejarlo y el deber político de continuar. 

¿Liderazgo colectivo?

Por su trayectoria ideológica y su cultura política, seguramente Teresa Rodríguez preferiría que Podemos Andalucía –y Podemos España, por supuesto– tuviera un liderazgo colectivo donde no hubiera un único rostro que acaparara los focos encarnando en solitario la marca del partido. Lo malo es que los liderazgos colectivos no existen, y menos en estos tiempos gobernados por la hegemonía de la imagen.

A falta de ese inviable liderazgo colectivo, Rodríguez ha sido la número uno indiscutible de Podemos Andalucía desde su irrupción en la Cámara autonómica en marzo de 2015. De hecho, hoy por hoy no se adivina ningún otro dirigente con opciones reales de disputarle el cargo de coordinadora, lo que a su vez vuelve más enigmática la indecisión de Rodríguez, pues son raros en política los casos de líderes que, pudiendo ganar, renuncian a hacerlo.

Doble rechazo

Rodríguez no ha desvelado, en todo caso, las razones por las que todavía no ha tomado una decisión que, más allá de lo personal, será crucial para el futuro del proyecto estratégico –que sin su madre quedaría huérfano– de convertir Podemos Andalucía en un “sujeto propio andaluz”, es decir, en un partido hermanado a la matriz nacional pero orgánica y administrativamente independiente de ella.

A los motivos de Rodríguez para dudar puede que no sea ajeno el doble rechazo interno a su propuesta confederal de crear una suerte de 'Marea Andaluza': rechazo de la dirección nacional de Podemos y rechazo también de IU Andalucía, protagonista junto a los morados de la confluencia electoral Adelante Andalucía que Rodríguez querría ver transformada en ese ‘sujeto político’.

Bases y cúpulas

A ello hay que sumar que la entrada de Pablo Iglesias y los suyos en el Gobierno socialista de Pedro Sánchez –que Rodríguez nunca compartió pero que los inscritos andaluces respaldaron con un abrumador porcentaje– fortalecerá internamente al flamante vicepresidente, cuyos seguidores en Andalucía previsiblemente se verán multiplicados, tanto como menguadas se verían las opciones de los 'anticapis' de Rodríguez de preservar su estatus orgánico actual.

La constatación por Rodríguez de que las bases andaluzas del partido no comparten su opinión contraria al Gobierno de coalición también ha debido de alimentar sus dudas.

En todo caso, es seguro que, de renovar mandato, Teresa Rodríguez no desconoce las dificultades que le esperan para cohonestar el liderazgo –y aun la portavocía parlamentaria– de Podemos Andalucía con la discrepancia de los inscritos, el recelo de Izquierda Unida y la desconfianza de Pablo Iglesias.  

Entusiasmo a la baja

El anterior coordinador de IULV-CA, Antonio Maíllo, retirado de la política para preservar su salud delicada, sí compartía con Rodríguez su entusiasmo por la conformación de ese nuevo sujeto  que hoy por hoy pocos saben bien en qué consistiría exactamente, pero que muchos lo imaginan como un partido independiente de Podemos y de Izquierda Unida.

Su sucesor Toni Valero parece tener mucha menos fe en esa comunión orgánica de rojos y morados. De hecho, en el documento interno que IU discutirá en febrero en su Asamblea Anual de Balance se vierten con descarnada contundencia reproches muy severos tanto al funcionamiento político y parlamentario de Adelante Andalucía como a la idea misma de “constituir” esta marca como “fuerza independiente”.

Añádase al cóctel –aunque parezca un apunte de crónica rosa, en realidad no lo es– este ingrediente: la abogada, activista social y dirigente del PCE Amanda Meyer es pareja de Valero y, desde hace pocos días, jefa de gabinete de Irene Montero, nueva ministra de Igualdad y pareja de Iglesias. Last but not least, Meyer ocupó además un alto cargo en el Gobierno andaluz de coalición de PSOE e IULV-CA entre 2012 y 2015.

Un fracaso inesperado

Por lo demás, los malos resultados electorales en las andaluzas del 2 de diciembre de 2018 enfriaron el entusiasmo de Maíllo y propiciaron que los críticos de la confluencia se cargaran de razón.

El fracaso electoral fue un jarro de agua helada para los ilusionados promotores de Adelante, que fundaban sus esperanzas en el buen trabajo realizado para que IU y Podemos confluyeran sin las fricciones y recelos que sí se habían producido cuando Pablo Iglesias y Alberto Garzón unieron el destino electoral de sus formaciones bajo el paraguas de Unidas Podemos.

El 2D fue un día aciago para las izquierdas: el PSOE lograba una victoria holgada pero inútil y la confluencia obtenía 584.000 votos (un 16,2 por ciento) y 17 diputados cuando, tres años antes, la suma de lo conseguido por IULV-CA y Podemos fue de 864.000 votos (un 21,7 por ciento) y 20 diputados.

Útil para el consumo interno pero poco convincente ante la opinión pública, uno de los argumentos de Adelante para justificar aquel fracaso ha venido siendo que muchos de sus votantes sabían que su voto serviría para dar el Gobierno al PSOE de Susana Díaz y por eso decidieron quedarse en casa. Como diría el castizo, el que no se consuela es porque no quiere.