No lo tiene fácil Vox para superar su propio listón en materia de tacticismo presupuestario. El año pasado presentó una enmienda a la totalidad del Presupuestos de 2019 pero la retiró a última hora, durante el Pleno crucial que decidía si la tramitación de las cuentas seguía adelante. Ocurrió en la sesión parlamentaria del 12 de junio.

¿Qué hará este año? A mediodía de hoy 13 de noviembre se reúne la Mesa de la Comisión de Hacienda y Financiación Europea para calificar las enmiendas a la totalidad al proyecto de Ley de Presupuestos de la Comunidad Autónoma para 2021. PSOE y Adelante han presentado las suyas, pero Vox no ha revelado qué hará. Por supuesto, no lo sabe la izquierda pero, según todos los indicios, tampoco lo sabe el Gobierno andaluz, donde disimulan como buenamente pueden su inquietud.

En Andalucía, no ha habido propiamente una ruptura entre el PP y su socio preferente Vox, como sí la habido en España a raíz del discurso de Pablo Casado en el Congreso de los Diputados atacando sin piedad al líder ultra Santiago Abascal. La guerra fría entre ambas formaciones a nivel nacional es a nivel andaluz una tensa coexistencia pacífica en la que, aun reinando la desconfianza, ambos socios se saben obligados a entenderse.

Mano de santo

La enmienda a la totalidad del Presupuesto presentada en junio de 2019 por Vox tuvo efectos políticos inmediatos. Antes de que acabara el mes, los ultras arrancaban a PP y Cs un acuerdo de 34 puntos, con solemne puesta escena incluida, que no dejaba por cierto en lugar muy airoso al atrevido portavoz parlamentario del partido naranja, Sergio Romero, que dos semanas antes se había venido arriba afirmando: “Si Vox quiere una foto, que se vaya a un estudio de fotografía”.

Los ultras estaban entonces más que hartos del desdén público que Cs mostraba hacia ellos. El órdago presupuestario de Vox fue mano de santo: sus socios se avinieron a firmar las exigencias planteadas por 'la tercera pata', el PP se afanó en pasar la mano por el lomo de Vox cuantas veces fue necesario y los asquitos y melindres de Cs pasaron a mejor vida.

De hecho y pese a algunos roces, todo iba sobre ruedas entre los socios hasta el giro de 180 grados protagonizado sorpresivamente por Pablo Casado el pasado 22 de octubre en el Congreso. Al día siguiente de su discurso contra Vox, el grupo ultra en el Parlamento andaluz suspendía las hasta entonces fluidas negociaciones con la Consejería de Hacienda. Desde entonces, no se han reanudado.

Todos los observadores dan por hecho que Vox Andalucía hará lo que sus jefes nacionales digan. El partido ultra no tiene una estructura precisamente federal y, si la dirección nacional ha decidido hacerle pagar a Moreno el ultraje de Casado a Abascal, el grupo que lidera Alejandro Hernández obrará en consecuencia.

Morder y ladrar

Es más que probable que en el Ejecutivo que preside Juan Manuel Moreno no les llegue en estos momentos la camisa al cuerpo. Su temor está bien fundado. El debate de las enmiendas a la totalidad, que tendrá lugar en el Pleno de la semana que viene, es crucial: si Vox suma sus votos a los del Partido Socialista y Adelante Andalucía, el "histórico" proyecto de ley –más de 40.000 millones– será devuelto al Gobierno y este habrá sufrido su primera gran derrota política en esta legislatura.

Si el año pasado Vox, al presentar su enmienda a la totalidad, jugó fuerte para obligar a PP y Cs a hacerse la foto y firmar el acuerdo aún vigente, la lógica política sugiere que ahora tiene más y mejores motivos que entonces para hacer lo mismo. Si no lo hace, su gesto de distensión será interpretado como propio del perro ladrador pero poco mordedor, lo cual sería muy mala cosa para un partido nacido para morder.