La Junta de Andalucía estará presente este domingo en las manifestaciones del 8 de Marzo que se celebrarán en todas las capitales andaluzas, y de forma muy significativa en la de Sevilla, donde la consejera de Igualdad, Rocío Ruiz (Cs), desfilará por las calles de Sevilla junto a miles de mujeres y otras representantes de partidos y gobiernos, entre ellas la ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

La presencia de Ruiz en la manifestación será una prueba más de cargo de las muchas que Vox tiene ya acumuladas contra la consejera que dirige un departamento que, naturalmente, el partido ultra querría que no existiera.

¿Mujer por encima de todo?

Al contrario de lo sucedido el año pasado, en este 8-M el PP quiere estar en las manifestaciones feministas, aunque el lema ‘Mujer por encima de todo’ de su campaña tenga un tufillo a Sección Femenina 2.0 que habrá sonrojado a no pocas mujeres y votantes del partido.

Aciertan, en cualquier caso, el PP y Cs al poner todo su empeño en no ser expulsados del consenso social y político a favor de la igualdad de la mujer, solo roto por sus socios de Vox, aunque ese alineamiento les cueste que más de una vez y más de dos las feministas les saquen los colores con acusaciones de postureo.

En Andalucía, el presidente Juanma Moreno también se ha sumado al consenso feminista, en el convencimiento de que es preciso, si no arrebatar a la izquierda la bandera de las mujeres, sí al menos compartirla con ella. De ahí el intento de PP y Cs de reformular las bases ideológicas del feminismo para convertirlo en un movimiento ‘light’, transversal, desideologizado, en un movimiento, en fin, políticamente inocuo.

Ambos partidos manejan expresiones como ‘feminismo liberal’ o ‘feminismo inclusivo’ con las que intentan despojar al movimiento de liberación de las mujeres de sus aristas políticas más embarazosas. Un ejemplo: en el vocabulario neofeminista de las derechas no tiene cabida un término como el de ‘patriarcado’, pese a ser uno de los conceptos fundacionales del pensamiento feminista.

Sanidad, educación y feminismo

El acercamiento de las derechas al universo feminista tiene en Andalucía perfiles propios, particularmente en el caso del PP, embarcado desde el minuto uno de la formación de gobierno en una estrategia general orientada a arrebatar a la izquierda las banderas del Estado del bienestar que esta ha venido monopolizando desde hace décadas.

PP y Cs se presentan como defensores de la sanidad y la educación públicas: lo sean a no sinceramente, se esfuerzan en parecerlo haciendo malabarismos con el lenguaje para no ser acusados de favorecer el negocio sanitario o educativo privado. Sus disimulos vendrían a ser una versión más de la vieja máxima que identifica la hipocresía como el homenaje que el vicio rinde a la virtud.

Libertad y libertinaje

Y lo mismo les sucede con el feminismo, genuino y contrastado en trayectorias personales como la de la consejera Rocío Ruiz, pero más bien impostado en la del 'converso Moreno', que no puede ocultar su incomodidad en las entrevistas cuando es preguntado y repreguntado sobre feminismo, donde acaba diciendo cosas como que él es “feminista si no se manosea la palabra con intereses políticos”, una matización esta del presidente emparentada con la de quienes dicen estar a favor de la libertad, pero no del libertinaje.

Más allá de la sinceridad del compromiso personal del presidente con la igualdad de géneros y que su querencia personal por la educación segregada autoriza sobradamente a poner en duda, el discurso oficial de la Junta de Andalucía es que no habrá ninguna vuelta atrás en la política contra la violencia de género.

De hecho, cuando la ha habido o parecía haberla habido, el Gobierno andaluz ha tenido un problema político nada desdeñable, como sucedió con la supresión de ayudas a 241 asociaciones y entidades feministas por un cambio de criterio de la Intervención que Igualdad no logró rectificar en su momento.

Malabarismos verbales

Declarado “feminista dependiendo de lo que se interprete por feminismo”, al presidente de la Junta no le resulta fácil cohonestar su defensa verbal del feminismo y su alianza fáctica con el partido más explícita y fieramente antifeminista que ha pisado la Cámara autonómica andaluza desde que echara a andar hace 38 años.

El último ejemplo de los malabarismos a que ve obligado el Ejecutivo para quedar bien al mismo tiempo con el feminismo y con Vox ha sido la declaración institucional de esta semana con motivo del 8-M. La parlamentaria de Adelante Andalucía Inmaculada Nieto se lo reprochaba a Moreno en estos términos: “Ustedes han aprobado una declaración institucional de su Gobierno porque saben que en el Parlamento no sería posible, porque lo impedirían los diputados de Vox”.

Lecciones, ninguna

Aun así, el presidente suele sacar pecho en los actos oficiales, como el celebrado días atrás en Cádiz, donde recalcó que “nadie puede dar al PP lecciones en políticas de igualdad” y advirtió a las izquierdas de que ya estaba bien que pretendieran “monopolizar la lucha por la igualdad en la sociedad española”.

Como si llevara toda la vida en primera línea de combate por la igualdad de hombres y mujeres, Moreno dijo, a propósito de la misma, estar harto de ver a los partidos de izquierdas “dando lecciones morales y manoseando asuntos que son de todos los andaluces y de todos los españoles”.

Pocos términos, en fin, se acomodan mejor que el coloquial de ‘postureo’ para describir el conjunto de conductas de una parte muy importante de las derechas andaluzas en relación al feminismo y al propio 8 de Marzo. El diccionario de la Academia define así el postureo: “Actitud artificiosa e impostada que se adopta por conveniencia o presunción”. O por ambas, cabría añadir.