La noticia corrió como la pólvora en los estupefactos cenáculos del Partido Socialista: Javier Pérez Royo se ha ido y nadie sabe cómo ha sido. El prestigioso constitucionalista se incorporaba esta semana por sorpresa a la candidatura electoral de Podemos. ¿De ¡¡¡¡Podemos!!!!? ¿Javier? ¿¡¡¡¡Nuestro Javier!!!!? La sigilosa decisión del ex rector de la Universidad de Sevilla descolocaba a los socialistas, sobre todo andaluces. No se sentían exactamente ofendidos, ni traicionados, ni irritados, a fin de cuentas Pérez Royo no era militante del partido ni ocupaba ningún cargo oficial, ni siquiera en la periferia del extenso entramado institucional andaluz. Sí, pero ¿y el daño electoral? ¿Puede perjudicar electoralmente al PSOE andaluz el fichaje de Pérez Royo? No especialmente: el daño que su marcha le inflige al Partido Socialista no es un daño cuantitativo en votos, sino cualitativo en prestigio. Las siglas ‘naturales’ de Javier para concurrir a unas elecciones eran las del PSOE: así lo certificaba su trayectoria intelectual, su afinidad ideológica, sus artículos de prensa, sus opiniones en las tertulias, sus aportaciones estatutarias… Era, en fin, ‘uno de los nuestros’ y a nadie habría sorprendido que hubiera ido en un puesto de relevancia en alguna candidatura socialista: su fichaje explícito por el PSOE apenas habría sido noticia. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]CÓMO NO SE NOS OCURRIÓ A NOSOTROS[/cita] Lo interesante es examinar por qué ni al PSOE se le ha ocurrido tal proposición ni tal vez a Pérez Royo se le hubiera ocurrido aceptarla en caso de haberla recibido. La razón quizá sea que el PSOE nunca pudo imaginar que Podemos tramaba el fichaje de alguien ‘tan de los suyos’ como el catedrático de Derecho Constitucional, pues de haberlo sabido habría intentado sin duda improvisar alguna contraoferta. No se le ocurrió porque tampoco Pérez Royo, siendo un activo intelectual indiscutible, era en realidad un activo electoral particularmente valioso para el PSOE: su nombre no habría tenido un gran tirón electoral en una lista del PSOE, pero sí lo tiene en cambio en una lista de Podemos. Y no porque su inclusión como número tres por Sevilla vaya a arrastrar a las masas hacia las urnas, sino porque su identificación con Podemos aporta al partido morado solvencia intelectual, acentúa su perfil socialdemócrata y envía a las élites de izquierdas el mensaje de que Podemos es algo más, o mucho más, de lo que el PSOE quiere creer que es. No serán tan perroflautas si alguien como Javier se va con ellos, ¿no? Pero la cuestión más de fondo, la que en verdad debería preocupar a los socialistas es la de por qué alguien tan de los suyos –y seguramente por motivos más intelectuales que propiamente políticos- habría dejado, casi de la noche a la mañana, de serlo. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]EL PSOE Y EL PAIS[/cita] Y es que al PSOE le está ocurriendo un poco lo que al diario El País, referencia indiscutible de la prensa progresista durante más de tres décadas que, casi imperceptiblemente, ha dejado poco a poco de ir siendo lo que fue. La última víctima colateral de esa pérdida de identidad política y preeminencia periodística ha sido el despido de su columnista histórico Miguel Ángel Aguilar por haber declarado a The New York Times lo siguiente: "Trabajar en El País era el sueño de cualquier periodista español. Pero ahora hay algunos periodistas tan desesperados que se están marchando del diario, a veces incluso con la sensación de que la situación ha alcanzado niveles de censura”. De algún modo ya El País no es El País ni el PSOE es el PSOE. Por eso se distancian de ellos no ya Pérez Royo o Aguilar, sino millones de votantes en un caso y miles de lectores en el otro. Lo interesante del fichaje de Pérez Royo o de las críticas de Miguel Ángel Aguilar no es lo que tienen de acierto o de error personal, sino lo que tienen de síntoma de una enfermedad invisible que está devorando al partido y al periódico sin que ninguno de los dos acierte a diagnosticar con lucidez el mal ni, por tanto, a buscarle remedio con urgencia. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]LOS SUEÑOS SUEÑOS SON[/cita] Si no media algún milagro de aquí a dos meses, el Partido Socialista va a sufrir el 20 de diciembre su segunda gran derrota histórica en apenas cuatro años. Nada indica que vaya a aventajar al Partido Popular, que a su vez también verá muy menguados los apoyos logrados en 2011. Por supuesto, no va a ser adelantado por Podemos, como soñó alguna vez un Pablo Iglesias que ante el público todavía simula que sigue soñándolo, sin darse cuenta de que el público no se chupa el dedo y tiende a chotearse de anuncios como el de quién será su futuro ministro de Defensa. Es improbable que Podemos vaya a convertirse en el nuevo Partido Socialista, pero también lo es que el Partido Socialista vaya a volver a ser el que fue. De hecho, merced primero al milagro electoral de marzo de 2012 y a la renovación después de su liderazgo, el único sitio donde el PSOE sigue siendo el que fue es en Andalucía, y eso con no pocos apuros y ninguna garantía de seguir siéndolo en el futuro. Como diría Miguel Ángel Aguilar, atentos.