Un año más y otro menos, y otro verano en Lanjarón, dispuestos a seguir sacándole el carrete a la vida, con la salud repuesta, si cabe, pero con las fuerzas algo escasas por aquello de puesto ya el pie en el estribo, que decía Cervantes despidiéndose del Duque de Lerma, dedicándole su postrer obra (Los trabajos de Teágenes y Caliclea) y recurriendo a una imagen ecuestre, que hoy sigue viva en el léxico de la automoción (el  estribo) pero ahondando el argumento con un quejido lastimoso (con las ansias de la muerte) y despachándose con ei énfasis de la dedicatoria, como quien termina el saludo con un brindis y lanza el sombrero por la espalda al prócer amigo y protector: gran señor, esta te escribo.

Supongo que, si alguien sigue el texto con atención, habrá advertido la gravedad de mis palabras y paso a disculparme por ello, porque no es mi intención cargar las tintas ni dramatizar los argumentos siendo como es esta una despedida provisional y este un comentario emocionado que quiere distar de ser queja lastimera: bien está lo que bien fue y parece y pajaricos con la madre. Y ahora paso a adoptar un tono elegiaco que viene al caso, me armo de retórica melancólica y digo aquello de qué se hizo de aquellas galas mozas y de aquel joven tañir, qué se hicieron de tanta espectativa adulta y de tanto amar maduro esperanzado y de aquellos ay mi vida y ay mi bienamor de mis amores en que fundamos en su día este estertor postrer en que ahora se ha convertido tanta espera desengañada.

Ferragosto se nos enseñorea a sus anchas y nos exige del tributo de su estivalidad, aquí en Lanjarón, donde el aire rezuma el fresco del Mediteáneo en la lonja ebúrnea, regado por la cabeza microídrica que hace brillar los ojos del calamar, la piel del rape y las escamas del jurel. Agostillo nos consuela el ánimo, nos atempera las calores desmedidas, nos resuelve el clamor de las adormideras y nos hace bullir olorosamente la pauta en tropel de la sexualidad. Agostillo en flor de nardo, jazmín y azaleas lluviosas, humedo de laurel y flores siemprevivas, sutilmente olorosas, hijo de anocheceres neardentales, que rezuman amor…

Agosto en Lanjarón, con el recuerdo flotando entre las flores que riegan los balates, que vienen a achantaerse en el Barriohondillo en espera de mejor humedad, mayor siesta o menor roce lívido hispanomusulmán. Y al fin mi amigo Luis, aposentado en la atalaya gozosa del Balneario y oyendo al río ronronear, saladamente propio y húmedamente ajeno, entre las flores.

Mañana estaré allí, toreando las aguas con la piel, bebiendo la de la Capuchina, San Vicente y Capilla, saludando al personal, de largo el primer activo del lugar, crontatando los tratamientos indicados por el personal sanitario y sanatorio, inaugurando esas siestas de película, dejándome llevar por la dulzura del dolce far niente y por la languidez costera mediterránea que sabe no llegar a nada desde cualquier parte, comiendo de los pocos chumbos que han quedado en pie, palpando la miel, dorándome a la sombra de palmeras y dátiles semiderruidas, semihidratados, saciándome la sed de tanto alcance como le di a la caza, trovadorescamente hablando al estilo de san Juan de la Cruz y de su prima, la conversa, fundadora y escritora, que dejó al arcángel atravesarla con el dardo ardiente, que se le volvían los ojos moribundos de tanto titilar, bizqueando de placer divino, la muy santa doblada de tanto bizquear y el jadeo del amor al que le dieron alcance por ser cauce de caza bien cazada y herida por el ángel que la honraba.     

Y luego el río Salado, ubre hídrica de leche que parece podrida y resulta una de las joyas de la corona de Al-Lanchar, por lo que la adradece nuestra periferia cuando nos la proyectan e inyectan en las duchas o en las bañeras; y luego el thai-chi y otras variantes de gimnasia oriental para ser consciente de nuestros huesos y demás partes pudendas y neutrales de nuestro cuerpo serrano que se han de comer los gusanillos… o el fuego crematorio en zarza de amor vivo y humano incandescente hasta llegar a ser yo, nosotros, polvo residual mas polvo enamorado, otro año más en esta catedral no del mar sino del litoral penibético mediterraneo, salón de manantiales de este reputado Balneario de Lanjarón.