Que también somos los guerristas de antes de Pepote y los borbollistas de antes de Chaves y los chavistas de antes de Griñán y los griñanistas de antes de Susana, estamos aquí a verlas venir: si se va porque se va, si se queda porque se queda, pero más bien que parece que se está yendo.

Así es como mi altocargo se conduce ahora, tirando del manual de la gran Amparo Rubiales: capacidad de adaptarse a la conformación de las mayorías, para evolucionar con ellas, esto es, para no equivocarse llegado el caso, esto es, para estar siempre cerca del calor de Nietzsche.

Yo le recuerdo que tuvo tentaciones propias, que hubo madrugadas de insomnio en las que me despertaba con su rosario de dudas y encima me quería meter mano, que a este no le importa mucho si era bautizo, funeral o boda el motivo de la celebración con tal de.

Pero las cosas han acabado susanándose. Y lo que tenemos ahora es a Susana en pose: hoy me pongo a coser con Iceta, mañana me voy a Bruselas a que sepan que el socialismo del Guadalquivir no era solo Felipe el Hermoso, pasado estoy con Ximo Puig haciendo cocamonas a las cámaras.

Todo esto sin perder la referencia de aquella copla de Camilo Sesto: te vas pero te quedas porque formas parte de mí, porque ella se va pero se queda en Andalucía, ya veremos cómo y reencarnada en quién (se dice últimamente que Chiqui es el que quiere).

Ahora que ya por fin parece que parece, los susanistas de ahora pensamos, gesticula con abundamiento mi altocargo, que en realidad lo que ha ocurrido es que hemos tirado dos años a la basura de la historia.

No hay nada nuevo, sino más bien viejo y peor y treinta diputados menos y Sánchez convertido en una especie de anticristo enloquecido.

Pero lo por lo demás sigue operando la misma necesidad de que alguien nuevo (ya menos nuevo), alguien fresco (ya menos fresco) y alguien fuerte (eso sigue igual) quiera ponerle cara socialdemócrata a este postureo populista de ricos y comunistas. Fue decir esto y, como ronca Sabina, su mano me correspondió por debajo de mi falda.