La dura verdad de la dictadura de Franco es el título de la docuserie alemana de cinco capítulos estrenada hace unos días en Netflix y que solo se puede ver en la versión original en alemán con subtítulos en castellano. Paul Preston y otros prestigiosos historiadores de nuestro reciente pasado intervienen en esta serie de 2017 que hay que ver aunque no esté doblada. He empezado a verla el mismo día que asistí en el Huerto del Rey Moro de Sevilla a un coloquio sobre la novela El manuscrito de Omnium Sanctorum de Juan Rey y a la proyección del documental  El silencio de otros de Almudena Carracedo sobre la búsqueda de justicia por las víctimas de la represión franquista.

Al día siguiente, Ana Roos Krause, autora de la novela Tormentas y susurros y amiga, me contaba por Whatsapp que estaba visitando el campo de concentración de Rivesaltes, en Francia, donde el régimen colaboracionista de Vichy metió a miles de refugiados españoles republicanos que cruzaron la frontera para escapar de la cárcel o la muerte. En menos de 24 horas la memoria histórica llamaba mi atención por casi todos los canales posibles.

Eran dosis repartidas de la vacuna contra el olvido, tan necesaria para no sucumbir al virus de la desmemoria que la ultraderecha expande con premeditación por Europa y el planeta entero y provoca una amnesia colectiva, que sólo puede combatirse con la inmunidad de grupo de la mayoría.

Hay un denominador común entre la serie de Netflix, el documental sobre las víctimas de la dictadura que buscan reparación y justicia y el campo de Rivesaltes: son propuestas sobre nuestra memoria gestadas o ancladas en el extranjero. Aquí, en España, poco se puede hacer en términos de memoria histórica o democrática, como prefieran llamarla, porque la derecha y la ultraderecha se empeñan en boicotearla en todos los ámbitos posibles.

Ni la ley estatal, ni las aprobadas en las distintas autonomías han logrado un respaldo judicial efectivo a las demandas de las distintas asociaciones memorialistas. La guerra jurídica, lawfare en inglés, contra la memoria histórica también se desarrolla en las estancias del poder judicial español. Por eso, solo una juez argentina es la que mantiene una demanda contra el franquismo y acaba de procesar a Martín Villa.

Qué pasará con el Valle de los Caídos, con el patrimonio mobiliario del Pazo de Meirás y con tantas asignaturas pendientes como tenemos en términos de memoria histórica. No hay que inventar nada, basta con mirar fuera y copiar las buenas prácticas en memoria colectiva de países como Francia, Alemania, Inglaterra o Argentina.