Esta vez la jueza Mercedes Alaya ha ido demasiado lejos. Tanto que ha colmado la paciencia de sus compañeros. Los ataques de la instructora de los ERE a quienes fueron sus compañeros en el juzgado 6 de Sevilla, que instruyó la causa cuyos primer juicio se celebra en la Audiencia, ha tenido este jueves respuesta institucional de la Junta de Jueces de Instrucción de Sevilla.

Una juez con 'antecedentes'

El órgano colegial ha trasladado en una nota pública su “profundo malestar” por las declaraciones de Alaya en una entrevista al diario local ABC de Sevilla: "A través de estos comentarios se pone en entredicho, sin ningún motivo, la capacidad y profesionalidad de estos compañeros, y con los que esta Junta de Jueces manifiesta su más absoluto rechazo".

Fueron precisamente los furibundos ataques de Alaya a su sucesora al frente del juzgado 6, María Núñez Bolaños, lo que desencadenó la revocación de la comisión de servicio que inicialmente le había sido concedida para que pudiera seguir investigado los ERE después de obtener plaza en la Audiencia de Sevilla.

Lo que dijo Alaya

 En esa entrevista, donde también denunciaba un supuesto complot del PP y el PSOE para impedirle que siguiera investigando el fraude de los cursos de formación, Alaya hacía el siguiente relato de la conducta laboral y la profesionalidad de sus compañeros:

"Caí enferma y a la vuelta, el presidente del TSJA me planteó que quería reforzar mi juzgado con dos jueces más para la llevanza de los macroprocesos. Yo me incorporé todavía enferma, cuando todavía tomaba 17 pastillas, y no me podía permitir el lujo de dar clases particulares a jueces que no tenían ni idea de por dónde tenían que coger esos temas. Me costaba más trabajo explicarles lo que había instruido, lo que tenían que hacer y luego coordinar todas las actuaciones, que hacerlo yo misma. Por eso no quise aceptar la ayuda de esos dos jueces (…) finalmente se me impuso la ayuda de un magistrado titular de refuerzo para que llevara los asuntos ordinarios y además me obligaron a cederle las guardias (…) Con ese magistrado titular de refuerzo fue cuando el juzgado estuvo en los asuntos ordinarios más retrasado que nunca, lo contaban los funcionarios, y eso puede verse en las estadísticas. Era muy habitual cuando llegaba la una de la tarde, que ese compañero me dijera: me voy al club Pineda a almorzar con mi mujer, o me voy a recoger a mis niñas del colegio... Imagínese la cara que se me quedaba a mí porque todavía me quedaba una larguísima jornada por delante. Sé que hubo alguna llamada de atención y ese magistrado tuvo que ponerse las pilas".