Así que, salvo la necesidad de usar casco para oír la radio en plena cruzada (dejá vu?) del gamberrismo institucional, lo único que nos hizo cosquillear el estómago strictu sensu fue la irrupción de Juan Espadas en el teatro de la política de alto voltaje, dejando caer (o no), con esa afilada moderación de los mansos, que está “a lo que digan los compañeros”.

La cosa es discernir si estamos ante labios como espadas o, tirando de poesía y política, ante Espadas como labios, esto es, un comentario malinterpretado?, desafortunado? confuso? subidón? que habría abierto sin pretenderlo las compuertas de la batalla sucesoria de Susana, mira por dónde, justo el día en el que nuestra sultana se había ido a los medios a proclamar que la tenemos con todos sus atributos conocidos y visibles: ganas, fuerza, coraje.

Si estamos en la versión labios como espadas, algunas cosas cuadran. Uno: se ha ido a Madrid, que es donde se dicen estas cosas buscando la resonancia. A Madrid también fue en su día Pepote a preguntarle  a Guerra por las razones de de su ejecución. Te has pasado de la raya, le dijo. ¿Y quién pone la raya?, repreguntó. La raya la pongo yo, remató Guerra. En fin, un incunable del bucle sociata andaluz.

Para los que todavía creen en el progreso de la razón, debo traducir que cuando un político dice que está a lo que digan los compañeros lo que en realidad quiere decir es que quiere ser el jefe y está determinado a serlo, que tiene un plan y que ha comunicado su “lo que digan los compañeros” a donde orgánicamente procede, que igual hasta se llama Sánchez, que es quien le dice a los compañeros lo que tienen que decir.

Dos: si Juan Espadas, al que no se le conocen platos rotos ni voces airadas fue a Madrid a decir que el proyecto socialista en Andalucía debe volver a ser un proyecto ganador, me pedían teclas las yemas de mis dedos, quiero decir,  labios como espadas a la yugular política de Susana. Ese “debe volver a ser”, aparte del horror de los tres tristes verbos encadenados: tú que nos dejaste sin Gobierno, tú que nos desmovilizaste, tú que has sido la responsable del fin de ciclo histórico del socialismo que transformó Andalucía no “debes volver a ser” la candidata. Llegada en décimas de segundo la inesperada nueva de Espadas, los sanedrines, incluso sanchistas, se quedaron traspuestos en plan ahora no toca, ahora no toca.

Pero, ¿y si estuviésemos sólo ante un Espadas como labios? Uno: Juan Espadas no quiso decir lo que se dice que dijo, lo que viene siendo en el oficio de políticos y periodistas la vieja canción de la frase fuera de contexto. Dos: si no me engañan mis informados, Juan Espadas llamó a Susana a las pocas horas del revuelo, aunque al otro lado parece que no se descolgó el teléfono. Esa llamada, técnicamente explicatoria/disculpatoria, probaría la buena voluntad del autor y de que, en efecto, la cosa sólo iba de Espadas como labios. Tres: lo que se respira en el aire de la capital es una gestión de velocidad de crucero, un alcalde en plenitud y cómoda manera de producirse en sus equilibrios de mando, una oposición domesticada y sin atributos, el éxito de la moderada manera de gobernar, que ha sabido trascender las barreras ideológicas. Pregunta: ¿por qué iba a poner todo eso en riesgo con tanta antelación?

Una tiende a pensar en los políticos como personas (ya lo sé, a ver si me lo voy corrigiendo), incluso como personas excelentes. Y aunque siempre me puso mucho y me sigue poniendo aquello de Aute (anda, dime lo que sientes/no temas si me mata/ que yo sólo quiero/ tus labios como espadas), en esta especie de justa político/lírica estoy más por Vicente Aleixandre en sus espadas como labios (te amo, sueño del viento, de las dulces mañanas del mundo).