El portavoz de Vox en el Parlamento, Alejandro Hernández, parece sentirse con derecho a decir cuanto le parezca de los consejeros del Gobierno andaluz, pero el sentimiento no es recíproco.

Como si hubiera interiorizado una especie orden política no escrita que dijera ‘¡Cuidado con los ultras!’, la consejera de Igualdad, Rocío Ruiz (Ciudadanos), no se ha atrevido a molestar a quien ayer no tenía empacho alguno en declarar que ella era “lo peor del Gobierno” y que si este Ejecutivo quería ser el del cambio tendría que “buscar más pronto que tarde un recambio” para Ruiz.

La réplica (¿?) de la consejera ha llegado hoy, pero lo que le ha contestado a Hernández se diría que es lo menos que se despacha en materia de contestaciones en el mercadillo de la política.

Sin citar a Hernández, Ruiz se ha limitado a decir que su lucha contra la violencia de género y a favor de la visibilización del colectivo LGTBI es “inamovible” y que ella es “muy firme en sus convicciones” y forma parte de un Gobierno muy compacto y cohesionado. "Mira cómo tiemblo", habrá pensado para sí el 'voxer' Hernández.

Tan extremadamente cautelosa y diplomática –temerosa, en realidad– ha sido la contestación de la consejera que el citado Hernández no tendrá problema en el futuro para volver a arremeter contra ella cuando lo estime conveniente o, sin más, cuando se lo pida el cuerpo.

Tampoco el presidente, Juanma Moreno, en la tenue defensa que ayer hizo de Ruiz fue capaz de enseñarle los dientes a quien con tanto desahogo los enseña incluso a quienes son sus socios parlamentarios.

¿Actúan así PP y Ciudadanos por prudencia o por miedo? ¿Eluden encender polémicas porque estas favorecen electoralmente a Vox o simplemente han decidido no enfurecer a la fiera ultra, aun a costa de sacrificar la dignidad del Gobierno en los altares del miedo?

Dignidad, tu nombre es contundencia: no estaría mal un poco más de eso, de contundencia en las respuestas a Vox cuando este se lo gana a pulso. Una cosa es que alguien tenga la llave de la estabildiad y otra muy distinta que golpee con esa llave en la cabeza de sus socios cuando le venga en gana.