El Partido Popular ha jugado sucio con su propio país al menos en estas cinco ocasiones:

-en 1993, cuando decidió utilizar el terrorismo de ETA como arma de desgaste al Gobierno, hasta el punto de vincular José María Aznar el asesinato de Tomás y Valiente con la ineficacia de la lucha antiterrorista;

-en 2004, cuando a raíz de los atentados islamistas de Atocha el mismo PP de Aznar, en estado de pánico porque temía perder las elecciones, intentó un engaño masivo que la diligencia policial desbarató;

-en 2005, cuando Mariano Rajoy acusó a Rodríguez Zapatero de “traicionar a los muertos” por promover una negociación que acabaría con 40 años de terrorismo;

-en 2010, cuando, aun estando a favor, votó en contra del decreto ley de ajuste del gasto público exigido por la Unión Europea y el FMI y cuyo rechazo por el Congreso habría supuesto no ya la caída de Zapatero sino la bancarrota de España;

-y en 2020, cuando, pese a enfrentarse el país a una pandemia de alcance mundial, no ha dejado ni un solo momento de acosar al Gobierno, hasta el punto de llegar a culparlo de las miles de muertes causadas por el virus.

Votar a favor, hablar en contra

En esta última ocasión, el PP de Casado hace profesión de lealtad patriótica esgrimiendo su voto favorable hasta en dos ocasiones al decreto gubernamental de confinamiento del país.

Tal apoyo opera, en efecto, a su favor, pero lo cierto es que a la fuerza ahorcan, pues resulta inimaginable que hubiera votado en contra después de haber culpado al Gobierno de no haber actuado antes y siendo como era el confinamiento la única manera de frenar la pandemia.

En realidad, su apoyo parlamentario al decreto ha quedado oscurecido, y aun neutralizado, por una estrategia sostenida de ataques y descalificaciones al Ejecutivo no tanto por equivocarse como por ser quien es: no por torpe sino por rojo.

La feroz estrategia antipatriótica de Casado ha acabado por arrastrar a dirigentes, como el andaluz Juanma Moreno, que inicialmente se habían mostrado muy contenidos en sus reproches al Ejecutivo. Moreno no ha adoptado el tono de Casado, pero ha dejado de ser el Moreno de hace un mes.

PSOE+Podemos=Ruina/hambre

Que el discurso cercano a Vox de Pablo Casado se ha filtrado a todo el partido lo estamos viendo cada día. Un ejemplo de ayer mismo: la presidenta del PP de Sevilla, Virginia Pérez, afirmaba que “no hay motivos para seguir confinados” y formulaba esta ecuación que la mismísima ultraderecha podría igualar pero no mejorar: “PSOE+Podemos=Ruina/hambre”.

Como sucediera en las anteriores ocasiones en que el PP puso su interés electoral por encima del interés de la nación, su juego sucio ha acabado por contaminar a todo el país, pues en una sociedad tan polarizada como la española es determinante la actitud que adopten sus líderes: si estos se radicalizan, el país se radicaliza con ellos, con la consecuencia de que determinadas grietas ocultas y divisiones latentes afloran a la superficie y hacen imposible la conversación nacional.

Malo para España, pero bueno para el PP. Las encuestas coinciden: el partido de Casado está haciendo un buen negocio electoral con la radicalización de sus posiciones. Está dejando fuera de juego a Vox, pero no por ello pierde votos hacia Ciudadanos, todavía sin acabar de decidir el regreso al centro y todavía en proceso de digestión del severo menú que le sirvieron los electores en noviembre pasado.

Nada nuevo en política

Hace solo un par de años parecía que la irrupción de Ciudadanos ayudaría a templar al PP, pero más bien ha ocurrido todo lo contrario: Ciudadanos se viene pareciendo cada día más al PP y el PP se viene pareciendo cada día más a Vox. Solo queda por ver a quién decide parecerse Vox para recuperar el terreno que está arrebatándole el PP.    

Nada es nuevo en política. En sus sagaces ‘Consideraciones sobre la Revolución francesa’, Madame de Stäel afirmaba que el plan de Bonaparte para dominar Francia se sustentaba en puntos: contentar los intereses de los hombres a costa de sus virtudes; ganarse el favor de la opinión mediante sofismas; y señalar a la nación la guerra como objetivo en lugar de la libertad. Casado está siguiendo con éxito los dos primeros. Para el último hay que darle algo más de tiempo.