El pasado domingo se estrenaba en Sevilla en el marco de su festival de cine europeo la cinta “Horacio, el último alcalde”, de Mariano Agudo y María Rodríguez. Un título sencillo pero que recoge ya una propuesta algo perturbadora en sí misma: ¿cómo que el último alcalde?, ¿de quién o quiénes?, ¿de cuándo? Y he aquí la magia con la que te atrapa el documental desde que comienza hasta que termina: la verdad contada por Horacio Hermoso, hijo del último alcalde republicano de Sevilla. 

El protagonista de la cinta es sin duda el alcalde, pero no deja de ser un testimonio vivo del hijo –de 93 años– lleno de matices, riqueza verbal y verdades contrastadas. Un testimonio total que, como bien relató en el coloquio María Rodríguez, una vez que hicieron la entrevista larga encontraron que había sustancia suficiente para tirar del hilo tricolor de esta historia.

A más de un espectador nos ha sorprendido: ¿dónde están los honores públicos a este alcalde? ¿dónde están las biografías comentadas, glosadas y distribuidas de personajes como este alcalde único en su especie en nuestra ciudad? Pues bien, tantas preguntas se agotan enseguida porque al conocer las acciones que pudo desarrollar durante su gobierno, ya entendemos cómo la losa de silencio del franquismo y de las cofradías que guardan a Queipo de Llano en el corazón de sus templos se han encargado de anularlo de la historia.

Les invito a ver esta cinta porque van a descubrir cómo se pudo poner en marcha el ayuntamiento arruinado por la Exposición del 29, cómo se ayudó a las familias afectadas por la riada del 36, cómo se llenó de niños de un hospicio los palcos de la plaza San Francisco ante el boicot de la aristocracia a la semana anta… entre otras acciones de gobierno de una integridad, una honestidad y una ética, aún desconocidas en Plaza Nueva. De las reflexiones más importantes que se extraen del documental es la implicación del consejo de cofradías y de la Iglesia en el golpe militar y muy especialmente en la ciudad de Sevilla. Y nada anecdótico fue salir del Teatro Alameda y encontrarnos con una extemporánea y a la vez contemporánea procesión.

El documental tiene como protagonista vivo al hijo del alcalde, y a su vez incorpora a una nieta (Adelaida Hermoso) y al historiador José María García Márquez. Se van cruzando reflexiones, pasos… y la ciudad de Sevilla se convierte en el escenario del drama. La captura, la tortura, la prisión, el asesinato…con una técnica maravillosa, sencilla, bien tejida, es precisamente el historiador el que nos lleva y nos conduce al último momento de Horacio Hermoso, su asesinato en la tapia del cementerio.

En el trasfondo del drama están los miles de asesinados que ocupan las fosas comunes del cementerio de Sevilla, y la exhumación de Pico Reja como hecho histórico y relevante, como bien dan prueba Lucía Sócam y Juan Manuel Guijo en sus intervenciones. La forma en la que se abre Pico Reja hacia el espectador supera la visión entre mojigata y a veces con una épica truculenta de algunos documentales que se acercan al pie de una fosa de la guerra. El trabajo de documentación de Agustín Toranzo acompaña estupendamente todos estos pasajes.

El documental es una joya sencilla, bien tallada, de lo que es hacer buen cine independiente en tiempo de amnesia y vulgaridades digitales. Hay que dar mérito a la producción de la mano de Miguel Paredes, para poder realizar este trabajo en plena pandemia y por supuesto agradcer a toda Intermedia Producciones su buen hacer. Intermedia son los decanos del cine documental memorialista de Andalucía, una fábrica de cine independiente que nos ha dejado tan buenas cintas como aquella del Canal de los Presos, o aquella otra sobre las madres solteras o esta última, la de un ser excepcional que sin duda a partir de ahora será nuestro último alcalde. Honor y gloria a su memoria y a la buena gente que la rescata para que no se pierda.