Ya no hay incendio en el PSOE. Bajo las cenizas no quedan rescoldos capaces por sí solos de reactivar el fuego. Ni tampoco gente con ganas de reavivarlos. La casa socialista quedó devastada tras el incendio civil de las primarias y ahora todos están comprometidos en una reconstrucción que será larga, aunque si media alguna que otra victoria electoral el ritmo de las obras de restauración será mucho más acelerado.

Adiós a todo esto

Hace muchos meses que Susana Díaz, al igual que Ximo Puig, Javier Fernández o Emiliano García-Page dejaron de mirar hacia Ferraz como fortaleza a la que asediar. Perdieron la guerra y ahora se limitan a observar atentamente los movimientos, no siempre claros, de la nueva dirección de Pedro Sánchez: unos les gustan y otros no, pero ante todos ellos guardan un silencio respetuoso.

Se acabó. No hay guerra de guerrillas. Ni emboscadas. Ni encerronas. No hay minas ocultas bajo el polvo de los caminos que conducen desde Ferraz a la periferia. Los jirones de resentimiento que deja toda guerra civil todavía persisten –no pueden no persistir– en el corazón de los vencidos, pero no son jirones que operen políticamente o que estén siendo reagrupados para dar batalla alguna. Se acabó.

“Augur de los semblantes…”

Y sin embargo, los inofensivos avatares de la posguerra siguen suscitando un interés casi morboso en el periodismo político. Como aquel cortesano de Andrés Fernández de Andrada al que su amigo Fabio intentaba convencer de que volviera a casa, los periodistas ejercemos el extraño oficio de “augur de los semblantes del privado”, observando fijamente cada gesto, analizando obsesivamente cada palabra, buscando incansablemente el sentido oculto bajo cada frase… Barones y dirigentes en otro tiempo críticos son permanentemente auscultados por los augures del periodismo buscando en sus semblantes el signo de la venganza, el estigma de la traición, la pista del complot.

Obviamente, el semblante que con más aplicación observan los agoreros es el de Susana Díaz. No han encontrado nada pero no pierden la esperanza, siguen preguntando, analizando, auscultando. Escribiendo titulares al filo de lo imposible.

Tizón ardiente, amarga ceniza

Ha vuelto a ocurrir con motivo de la aprobación del nuevo reglamento por el Comité Federal del PSOE, donde la ausencia de Susana Díaz, Ximo Puig, Javier Fernández y Francina Armengol y la marcha de Emiliano García-Page y Javier Lambán antes de comenzar la votación han sido interpretadas en clave de tizón ardiente y no en clave de amarga ceniza.

Que tales nuevas reglas no les gustan es obvio, tan obvio como que fueron aprobadas meses atrás por el Congreso Federal que encumbró a Pedro Sánchez sin que merecieran mayores reproches por parte de los vencidos. Que no les gusten significa simplemente que no les gustan, no que las vayan a combatir y mucho menos a incumplir.

Verosímil pero errado

Es llamativo observar cómo, después de tanto tiempo, a Susana Díaz todavía la persigue la reputación de haber sido la comandante en jefe del bando derrotado, hasta el punto de que muchos augures piensan que no ha tirado la toalla ni se ha dado por vencida.

Tal diagnóstico es verosímil pero errado: como en tantas ocasiones, también en esta lo verosímil es enemigo de verdadero. La explicación de tal paradoja es que las reputaciones acostumbran a ser más perezosas que los hechos: aunque estos cambien, aquellas permanecen, por lo que suele llevar mucho tiempo acomodarlas a la nueva realidad.

Es su deber

Aunque al periodismo político –es su deber– le cueste creerlo, ni Díaz ni los demás barones están ya contra Sánchez. Tampoco mueven un dedo contra él. No son brasas atentas a reavivar las llamas del antiguo incendio.

Simplemente –es su deber– se han resignado a la derrota, han regresado a sus asuntos y procuran que las horas bajas en que todavía sigue estando el Partido Socialista no se los lleve por delante cuando haya elecciones. En Ferraz –es su deber– piensan, en cambio, que no hay tales horas bajas y que el partido va como un cañón: hacen bien en pensarlo aunque no sea del todo cierto, pues su obligación es que la moral de la tropa no se venga abajo.

Cosas que hacer antes de las elecciones

En privado, significados pedristas andaluces insisten en ver a Susana Díaz “agazapada” esperando su momento: en realidad, el diagnóstico revela más la inseguridad del sanchismo sobre la viabilidad del camino –¿qué camino?– emprendido que la certificación de una realidad empírica y medianamente contrastada. De nuevo lo verosímil opera taimadamente contra con lo verdadero.

La presidenta está recuperando el tiempo perdido, acelerando la velocidad del crucero en este tramo final de mandato, salvaguardando la estabilidad que le otorga Ciudadanos, ideando medidas que mejoren la vida de la gente pero que no cuesten demasiado dinero, buscándole las vueltas a la oposición, mirando de reojo las encuestas, sopesando si apurar la legislatura o adelantar unos meses las elecciones… Está haciendo lo que hace cualquier gobernante. Está haciendo, en fin, todo menos aquello sobre lo que tanto le preguntan.