En el juego del mus, el órdago es el envite donde el tahúr se juega el resto; es una apuesta arriesgada, pero ganarla equivale a ganar toda la partida. El órdago de Vox en Andalucía se llama pin parental.

Esta semana ha exigido al Gobierno autonómico que cumpla lo acordado e implante en los centros de enseñanza el derecho de los padres a vetar actividades complementarias; no extraescolares, sino complementarias, es decir, actividades evaluables, impartidas en horario lectivo y de asistencia obligatoria para los alumnos.

Desde la medianoche del jueves 25, Vox ha dejado de apoyar cualquier iniciativa del Ejecutivo de Juan Manuel Moreno Bonilla mientras este no dé muestras inequívocas de que implementará el veto parental en las escuelas. Hasta ahora, desde luego, no las ha dado: el consejero de Educación Javier Imbroda lleva meses remoloneando ante una reclamación de los ultras que no le gusta, pero de la que cada vez se atreve menos a decir claramente que no le gusta.

¿Pin? ¿Qué pin?

El presidente intenta restarle trascendencia al envite de Vox, pero la tiene y mucha. Se trata simplemente, razonaba este viernes Moreno en una entrevista, de informar puntualmente a los padres de cuáles serán esas actividades complementarias para que ellos decidan si las autorizan o no. De su exposición se deducía o bien que el presidente simula desconocer lo que es pin parental, o bien que, efectivamente, lo desconoce.

Cuando Moreno dice como de pasada que los padres podrán “autorizar o no” tales actividades, en realidad está describiendo exactamente el veto parental, que consiste justamente en eso: en introducir en la escuela nada menos que el derecho de los padres a la objeción de conciencia.

Si en su plan escolar un centro incluye que el profesor de ciencias lleve un día a sus alumnos a visitar un yacimiento paleontológico para ilustrarlos sobre la evolución de las especies, los padres tendrían derecho a oponerse por razones religiosas.

Vox ya intentó imponer el veto parental en Murcia y se estrelló contra el muro de la justicia. El Tribunal Superior suspendió cautelarmente la medida a instancias del Gobierno de España. ¿Piensan los ultras y Moreno que podrán burlar a la justicia a base astucia, ambigüedad y doblez, para así no caer en los errores cometidos por el Gobierno murciano?

Contra la Ilustración

Lo ha dicho en más de una ocasión Santiago Abascal, el jefe nacional de Vox: “Estamos protagonizando un cambio cultural y abriendo debates prohibidos”. En todos los países, en efecto, la guerra de la ultraderecha populista es una guerra cultural contra la ‘dictadura progre’ que, según ellos, adoctrina a los niños en las escuelas, criminaliza a los hombres solo porque son hombres, trata a los inmigrantes a cuerpo de rey, victimiza a las mujeres como si fueran víctimas cuando en realidad no lo son o impugna los dictados de la naturaleza en materia de género.

Hasta ahora, Vox ha venido exhibiendo en Andalucía un perfil ideológico más bien bajo. Ha optado por la prudencia y el sigilo. Ha incomodado a Moreno solo lo justo. ¿Acaso es para ellos tan importante el pin parental como para decidirse a quebrar su estrategia de la discreción?

Lo es. Ellos han venido a la política para eso: para quebrar consensos democráticos en materia de libertad, igualdad y fraternidad, una divisa cuyo origen político y filosófico se halla en la Ilustración, que el pensamiento reaccionario europeo siempre identificó como la gran desgracia de la modernidad.

El huevo de la serpiente

En la película de Ingmar Bergman ‘El huevo de la serpiente’, que se desarrolla en el Berlín de los años 20 que asistió al nacimiento del nazismo, uno de los personajes dice esto: “Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado”.

Vox es el movimiento antiilustrado por excelencia, como lo son Donald Trump, Marine Le Lepen, Jair Bolsonaro, Victor Orbán o Matteo Salvini; sus equivalentes en los años treinta eran Hitler, Mussolini, Mosley, José Antonio o Franco.

Mientras, el PP y Moreno creen tener bajo control el huevo que están incubando. Ven a la ultraderecha como un instrumento a su servicio del que prescindirán sin mayor problema cuando llegue el momento. En las encuestas nacionales el PP sigue estando por delante de Vox, sí, pero no demasiado por delante.

Moreno debe ser de los que piensan que, como Franco, Vox tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Le ocurre quizá al presidente andaluz con Vox lo que a esos jueces que piensan que un tipo puede ser un maltratador con su mujer y al mismo tiempo un buen padre para sus hijos.

Precisamente la ventaja para predecir con cierta fiabilidad cómo gobernaría Vox si tuviera ocasión de hacerlo es que ya sabemos como lo han hecho o lo hacen sus homólogos en Europa y América. En cosas aparetemente nimias como el veto parental se adivina el reptil ya formado.