El de Mariano Rajoy para cerrar la Convención Nacional del PP en Sevilla ha sido un buen discurso. Quien se los escribe al presidente tiene buena mano retórica y política, pero ni ese talento ni la experiencia del presidente en estas lides han sido suficientes para levantar los ánimos de los 2.500 asistentes a un cónclave abatido por el caso Cifuentes y la propia –y temeraria– presencia en él de la presidenta madrileña.

En contra de lo que hubieran deseado sus compañeros, Cifuentes ha acaparado todos los focos intentando convencer a los medios de que si la Universidad Rey Juan Carlos no tiene constancia documental alguna de que presentara ni sometiera a tribunal alguno su trabajo de fin de master, la culpa es de la universidad, no de ella. Sea de quien fuere la culpa, desde luego no es de la inmesna mayoría de cargos públicos y orgánicos que, al menos este fin de semana, han pagado los platos rotos por la presidenta madrileña.

Dos ejes y medio 

El discurso del presidente tuvo dos ejes principales. En realidad, dos ejes y medio: Cataluña y la economía fueron los ejes enteros, mientras que el medio eje fue la oposición, a la que dedicó los párrafos más brillantes y las frases más caústicas e ingeniosas de su larga intervención.

Aunque no siempre con exactitud, Rajoy sacó pecho de sus éxitos económicos: aseguró que España se rescató a sí misma gracias a su Gobierno, celebró los más de 18 millones de afiliados a la Seguridad Social, defendió las bondades sociales de los Presupuestos de 2018 que todavía está intentado aprobar y tendió la mano al PSOE –“a todo el PSOE, no solo a la mitad de él”, añadió con sorna– para reformar el sistema de financiación autonómica.

De reojo a Ciudadanos

En materia territorial, Rajoy no dijo nada nuevo pero estuvo convincente, con palabras que arrancaron los aplausos más cálidos y que, además de defender la propia gestión, miraban de reojo a Ciudadanos, el partido que según las encuestas está logrando acaparar las mayores simpatías a lomos de la crisis catalana.

Antes del presidente tomaron la palabra primero Beltrán Pérez, candidato del PP para alcalde de Sevilla –y no para ‘alcalde de Andalucía’, como dijo Rajoy en un error muy celebrado en la sala de prensa– y después Juanma Moreno, presidente del PP andaluz y quizá el principal damnificado por los catastróficos efectos del ‘ciclón Cristina’. Los escuetos y más bien veloces elogios de Rajoy a ambos contrastaron vivamente con el espeso incienso que Moreno derramó sobre su jefe de filas.

La experiencia es un grado

Sin llegar a citarlo por su nombre pero dando sobradas pistas para que todos le entendiera, Ciudadanos fue la principal diana de los reproches de Rajoy: Un alcalde del pueblo más humilde la sierra de Grazalema tiene mucha más experiencia" que “esos inexpertos lenguaraces” tan aficionados a “regalar consejos”, pese a “no haber gobernado jamás”.


El presidente aventuró que "esa colección de parlanchines” habrían llenado “España de carteles” si solo hubieran hecho “la mitad” de lo hecho por él y su partido. Y remató, no sin cierta gracia: “Se acabaría el incienso para tanto botafumeiro y no habría medallas para todos".

Contar naciones

Para los socialistas de Pedro Sánchez también ha habido estopa:  "Mientras algunos se desviven e incluso se dividen contando cuántas naciones hay en España", el PP se dedica a gobernar en esta "gran nación con eficacia".
Una eficacia que el PP habría evidenciado en la gestión de la crisis catalana, en la que el Gobierno ha demostrado a los independentistas que “ya saben lo que pasaría si algo así se vuelve a repetir”.

Aun así, en su opinión ”todo lo que estamos viviendo será pronto un mal recuerdo porque España seguirá unida”, y ello a pesar de que la aplicación del artículo 155 hubo de negociarse desde el Gobierno “con tenacidad para que el no rotundo de algunos se convirtiese en un sí entusiasta”. Rajoy arrancó de nuevo los aplausos de la concurrencia cuando afirmó que gracias al Gobierno “hoy no es presidente de la Generalitat un procesado por la justicia”.

Pérez y Moreno

El candidato a la Alcaldía de Sevilla, Beltrán Pérez, no desaprovechó el espléndido escenario que le brindaba la Convención, pero apenas consiguió disimular del todo su falta de experiencia ante tantos y tan potentes focos. Al estudiado golpe de efecto de mostrar su reloj para proclamar que todo su tiempo lo dedicará a la reconquista de Sevilla le faltó naturalidad.

Juanma Moreno, por su parte, no debió haberse extendido tanto en el panegírico, a todas luces desmedido, de Mariano Rajoy, de quien un poco más y llega a decir que es el más airoso andarín de España.

El presidente del PP volvió a prometer que creará 600.000 empleos si es presidente de Andalucía, lamentó que “la burocracia y la desidia” de los socialistas –no citó a Susana Díaz– sean “un tapón para esta región con tanto talento” y se despidió con una promesa: si llega a San Telmo equiparará los sueldos de los sanitarios andaluces –“los que menos ganan en España”– con la media salarial del sector en el país.