Este miércoles santo, cuando se abran las puertas de la capilla del Baratillo, en pleno barrio del Arenal de Sevilla, la virgen de la Caridad -si nadie lo remedia- saldrá en procesión llevando a su cintura el fajín de general de Francisco Franco. La junta directiva de la hermandad ha decidido volver a hacer este año así su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral. Durante ocho horas paseará por las calles de Sevilla entre incienso, petalás y marchas un elemento del traje militar del dictador fascista y genocida que durante casi cuarenta años asesinó, torturó y privó de libertades al pueblo español.

En contra de lo que se pueda imaginar, este gesto de homenaje al dictador no se basa en ninguna tradición. El fajín le fue regalado a la hermandad sólo en el año 2000, cuando ya no se podía siquiera excusar en las estrecheces de un régimen asesino que se las daba de católico. Desde entonces lo ha usado en unas pocas ocasiones y, es razonable pensar de que en la decisión de este año algo habrán tenido que ver el auge de un partido político que reivindica ese pasado infame y los intentos del Gobierno de sacar de una vez de su lugar de homenaje eclesiástico el cuerpo del dictador.

Estoy seguro de que la mayoría de los hermanos del Baratillo no estarán de acuerdo con este gesto de apología del fascismo. La cofradía del Arenal ha sido siempre popular; vinculada con el toreo y con un arrabal históricamente humilde. Yo no soy hermano de ella, pero siempre he tenido una relación de mucho cariño y respeto con una cofradía que está entre mis favoritas de la ciudad. Incluso por una carambola llegué a salir de acólito portando un cirial detrás del paso de la Piedad cuando un año, mientras esperaba que abrieran las puertas de la capilla, salió un nazareno buscando voluntarios, previo pago, para ese cometido. Desde entonces creo que no me he perdido nunca la revirá en la calle Rioja, ni siquiera ahora que ya ha dejado de ser lo que era. En fin, que uno puede sentirse baratillero y al mismo tiempo estar indignado con una decisión del todo incomprensible.

La glorificación de la figura del peor asesino que ha dirigido nuestro país, además, es absolutamente contraria a los valores de la iglesia e incluso a la ley.

La doctrina de la iglesia católica, a partir de las enseñanzas de Jesucristo, se basa en el amor al prójimo y la caridad que representa la misma virgen a la que, en su soledad, han revestido con el fajín del asesino. No es compatible con el catecismo ni con ninguna de las enseñanzas de la Iglesia ensuciar la saya de una virgen un día como el miércoles santo con el símbolo militar de un dictador que intentó exterminar físicamente a todo el que se opuso a sus ideas, inspirador de las torturas y los crímenes más inaceptables. No quiero imaginar que la Junta del Baratillo sería capaz con la misma impunidad de adornar a nuestra virgen con alguno de los símbolos de los uniformes de Hitler o Mussolini. Pero lo que han hecho es exactamente lo mismo.

Tampoco es compatible con la Ley. No es ocioso recordar que el artículo 510 del Código Penal, en el apartado c de su primer párrafo castiga con pena de prisión de hasta cuatro años a quienes enaltezcan a los autores de los delitos de genocidio, de lesa humanidad o contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado cometido contra un grupo o una parte del mismo, por motivos referentes a la ideología, religión o creencias.

Por otra parte, el art. 15 de la ley de memoria histórica ordena a las administraciones tomar medidas para la retirada de objetos o símbolos de “exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura". En su versión andaluza, que sería de aplicación al caso, se declara ilegal la exhibición de objetos en conmemoración, exaltación o enaltecimiento individual o colectivo del franquismo o de sus dirigentes.

En un país con un poder judicial realmente imparcial la aplicación estricta de estas normas llevaría automáticamente cuanto menos a una orden judicial -inspirada por la fiscalía- ordenando a la hermandad que retiren ese fajín antes de salir en procesión. No creo que suceda ni que, en todo caso, fuera algo edificante. En cambio, los hermanos y hermanas del baratillo tienen en su mano rebelarse contra este insulto a todo lo que de sagrado tiene la semana santa. Decorar a una imagen sagrada con parte del uniforme militar de un personaje así mancilla innecesariamente a la titular de la hermandad. Por eso, a sus miembros les corresponde exigir que le quiten de una vez ese sucio fajín a la virgen de la Caridad.