Si tuviéramos que valorar el nivel cultural de los países del mundo por su creatividad musical popular, lo que los yanquis llaman "América Latina" sería sin duda una de las zonas más ricas del planeta y La Barca, bolero compuesto por el mexicano Roberto Cantoral, uno de los boleros más universalmente conocidos y apreciados por los públicos más variados. Y esa autoridad que el bolero ostenta ha llegado a tanto entre las gentes de habla hispana, que muchos lo tarareamos en diversos momentos de nuestra vida cotidiana, creyendo ser Lucho Gatica y repitiendo la letra como papagayos, sin caer en la cuenta de que contiene más de una licencia y al menos una cierta incongruencia en la idea de lo que es el sentido general de la canción a cuyo inicio se argumenta una ecuación atributiva entre distancia y olvido: toda distancia desemboca en el olvido excepto la nuestra, que tú impones ahora. Menos mal que el propio Cantoral reflexiona sobre la autenticidad de ese primer aserto cuando él mismo se muestra confuso al respecto y no concibe esa razón: cuando estés lejos, contra lo esperado, yo, no solo no te olvidaré, sino que seguiré siendo el esclavo de tu caprichos. No te olvidaré por muy distante que estés y te lo digo hoy cuando, por tú capricho y tu locura, sé que tu barca está a punto de partir. Y te prometo que, si te sientes cansada de vagar, siempre te estaré esperando "hasta que tú decidas regresar". De modo que, contra todo pronóstico, el enamorado se muestra contrario a la creencia de que la separación del objeto de su amor desembocará en el olvido. Él lo proclama así y promete seguir siendo esclavo de la voluntad caprichosa de su amada, a quien parece reprochar por lo bajini, sus veleidades. No quisiera parecer exagerado si proclamo que La Barca parece escrita y referida a la situación política que ahora estamos viviendo en Andalucía a propósito de la investidura (o no) de la candidata a la Presidenta de la Junta, Susana Díaz. No me refiero, por supuesto, como se habrá podido comprender, a ningún tipo de veleidades ni caprichos por parte de doña Susana sino, por el contrario, al constante capricho con que se vienen conduciendo buena parte de los grupos mayor y menormente minoritarios que hay en la Cámara y que juegan a diario con la necesidad de Andalucía de resolver el aparente atranque político e institucional derivado de la consulta autonómica de marzo pasado cuando, puesto ya el pie en el estribo de la última etapa de nuestra historia, estamos a punto de subir a la barca desde la que realizaremos nuestra principal singladura hasta el momento, por mucho que nos ladren los perros (y perras) del hortelano, permítaseme decirlo así para que no haya quien se sienta discriminada, como Ana Mato; ni perseguido por Montoro (–¡No te temo! ¡Que lo sepas!) como Juan Carlos Monedero; ni despreciado, como Juan Manuel Moreno "Babilla" (por la que rezuma entre sus comisuras al hablar); ni ofendido sin causa, como Maíllo, que quienes lo conozcan, que lo vedan (no venden)... barato, porque muerde. Total que aquí andamos empantanados, encharcados, achortalados, varados y anegados, con una vía de agua abierta hasta el labio superior y en pleno casco roto, el velamen rasgado, la quilla retorcida y los remos mochos, en espera de que cansados y cansadas de vagar y de marear la perdiz, decidáis regresar a nuestra playa vestida de amargura, desde vuestros mares de locura caprichosa a esta Cámara de los horrores donde os pavoneáis con orgullo filibustero, apoyados en el quicio de la mancebía y viendo la oscuridad cernerse sobre estas noches de mayo preelectoral para que no naufrague nuestro vivir, verde que te quiero verde, verde viento, verde rama, el barco sobre la mar y el caballo, que se acercaba tocando el tambor del llano, en las estribaciones de Sierra Nevada. Y a ver si nos las averiguamos y os las averiguáis, ¡ea! (como dicen en mi pueblo natal ubetense) que si no, os voy a meter un miedo que para qué y os voy a dar un bocado en la nuez que os voy a sacar los cordones de los zapatos. Quien avisa no es traidor, como decía Manolo V el Empecinado y Carlos I de España y nada, absolutamente nada de Alemania. En la distancia de este extrañamiento que es (y no es) el olvido con y sin razón. Amén.