La cifra de contagios de coronavirus en Andalucía está desbocada. La de hospitalizaciones, también: en apenas tres semanas, los 1.028 hospitalizados del 8 de octubre casi se han duplicado. Septiembre y sobre todo octubre han desmentido con dramática rotundidad el optimismo de un discurso oficial que, incluso en una fecha tan tardía como el pasado día 8, llevaba al vicepresidente de la Junta, Juan Marín, a hablar de “curva de descenso de la segunda ola”.

Ha habido que esperar a la celebración, la semana pasada, del Discurso sobre el estado de la Comunidad para que el presidente Juan Manuel Moreno haya reconocido al fin lo que los profesionales sanitarios venian denunciando desde hacía semanas: que la atención primaria estaba "sobrepasada" o que las provincias de Granada, Sevilla y Jaén estaban "en riesgo elevado".

Aunque los estrategas de San Telmo lograron con éxito que el foco informativo fueran los 23.000 millones de euros del Fondo de Recuperación Europeo que la Junta reclama al Gobierno de España, el debate hizo políticamente visibles las grietas en la gestión de la pandemia, entre ellas la escuálida cifra de 307 rastreadores a tiempo completo, muy lejos de los cerca de 9.000 que la propaganda gubernamental viene difundiendo machaconamente desde hace semanas.

El milagro andaluz según Bendodo

El portavoz, consejero de Presidencia y vicepresidente oficioso del Gobierno andaluz, Elías Bendodo, ha sido quien con más profusión y desahogo ha propagado el discurso de la anticipación, según el cual Andalucía podía presumir de tasas contagio muy por debajo de la media nacional gracias a la pericia política y sanitaria de San Telmo.

Esto decía Bendodo en abril, después de resaltar “la anticipación y planificación” del Gobierno andaluz: “Andalucía no ha reaccionado al virus, sino que se ha anticipado; no podíamos ir al ritmo del virus porque si vamos a su ritmo no llegábamos”.

Seis meses después, la escalada de hospitalizaciones y contagios no ha logrado hacer mella en el desenvuelto portavoz. Todavía ayer, 24 de octubre, sorprendía a los expertos en salud pública diciendo que Andalucía estaba sufriendo “una tercera ola, muy agresiva y casi del mismo nivel que la primera”, lo cual no era obstáculo para que volviera a mencionar “la anticipación como clave de la lucha contra la pandemia” y repetir esta frase: "Andalucía no va a ir ni puede ir al ritmo del virus ni a la lentitud de las medidas del Gobierno de España, sino que nos adelantamos".

Sobre la entrada en vigor, mañana lunes, del toque de queda en Granada, donde desde el viernes 16 hay confinamiento perimetral y otras restricciones, Bendodo sentenciaba sin pestañear: “Nos volvemos a adelantar”, olvidando que medidas equivalentes se habían adoptado en Cataluña, Madrid y diferentes ciudades de Castilla o Aragón.

Ciencia, política y sentido común

Pese a los datos inequívocos, la Junta de Andalucía se resiste a que la realidad epidemiológica le pinche el globo de la propaganda. Hasta bien entrado agosto, el Gobierno de Moreno presumía de una tasa de contagio por coronavirus en la franja de 50 a 100 casos por cada 100.000 habitantes, todavía muy por debajo de Madrid, Castilla y León, Aragón, Cataluña, Navarra, La Rioja o el País Vasco.

Hoy, la tasa andaluza en las áreas metropolitanas de Jaén, Granada y Sevilla están disparadas por encima de la media nacional. Si una curva modesta de contagios era mérito de la “anticipación” del Gobierno andaluz, ¿la curva actualmente desbocada es culpa suya? Cuando Aragón, el País Vasco o La Rioja tenían cifras mucho peores que Andalucía, ¿era porque sus autoridades sanitarias eran más torpes, sus epidemiólogos menos capaces, sus ciudadanos menos responsables o su sistema de salud más precario?

El sentido común y la ciencia -no así la política- responden a todas esas preguntas con un rotundo no. Ni la tasa andaluza fue baja en la primera ola por mérito de su Gobierno ni ahora, aunque haya cometido errores o desatendido determinados frentes, cabe decir que sea demérito suyo la multiplicación de los contagios.

Los excesos en el autobombo sobre la gestión de la pandemia se vuelven contra Moreno, que ciertamente pudo decretar bastante antes más confinamientos o restricciones más severas en la hostelería y la restauración.

Probablemente, el Ejecutivo autonómico se creyó su propia propaganda. No sería el primero ni será el último. Pero es hora de que abra los ojos. De hecho, vista la dureza de las medidas adoptadas en Granada o Sevilla, se diría que ya ha abierto los ojos, aunque Bendodo quiera -todavía- convencer al mundo de que la Junta los tuvo abiertos antes que nadie y aun cubrió con ellos un arco de visión de muchísima mayor amplitud que los miopes gobiernos de otras autonomías, de España y, por qué no, de la Humanidad.