Sesión de egolatría, parcialidad y autobombo la protagonizada hoy en Sevilla por el expresidente José María Aznar, que ha participado junto al líder del PP, Pablo Casado, en la cuarta jornada de la Convención itinerante que el PP viene desarrollando durante toda la semana y que culminará el domingo en Valencia.

El tono de la sesión ya lo adelantaba Casado cuando, tras una introducción que habría sido la envidia de los mejores salones de masaje, le preguntó al expresidente: “¿Cómo hiciste aquel milagro económico?”, en referenci al periodo 1996-2004 en que gobernó su partido. 

A Aznar solo le faltó decir “me alegra, Pablo, que me hagas esa pregunta”, antes de lanzarse a detallar los muchos méritos que atesoraba su gestión al frente del Gobierno de España durante aquellos ocho años que se interrumpieron abruptamente porque el entonces presidente intentó engañar a ciudadanos y periodistas sobre la autoría de los atentados del 11 de marzo de 2004. Aznar aconsejó a Casado elaborar una agenda política fuertemente “reformista” y llevarla a cabo con valentía, determinación y sobre todo “diciéndole a la gente la verdad”.

Aznar dibujo un país al borde de un cuádruple colapso: económico, institucional, social y territorial. Su diagnóstico es que “el enemigo más peligroso de las democracias laborales es el populismo, ya que afecta a los valores, las costumbres y las instituciones”, aunque de inmediato y sin mucho rigor histórico se apresuró a identificarlo como un mal únicamente de las izquierdas, no de las derechas.

El orador arremetió con dureza contra el Gobierno de Pedro Sánchez por pactar con "golpistas que quieren destruir el Estado y con terroristas", por erosionar la división de poderes sin respetar a los jueces y por dañar la reputación de España, un país que “se está latinoamericanizando en el mal sentido”.

El expresidente habló mucho del orden: del orden institucional, del orden nacional, del orden territorial y del orden mundial. En realidad, del desorden en todos esos ámbitos, cuya solución pasa por regresar a la austeridad económica, intensificar la reforma laboral o bajar los impuestos. "España –sentenció– es un país desordenado, las cosas están desordenadas y hay que restablecer el orden, hay que ordenar la casa y aplicar la Constitución"

El presidente fue muy severo con los gobiernos socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, que habrían dilapidado la valiosa herencia que él les dejó, entre cuyas joyas citó incluso haber reivindicado con generosidad liberal a "Manuel Azaña y la Generación del 27”.

No olvidó Aznar citar dos fechas históricas en el devenir reciente de España: 1999 y 2003, los “dos momentos de menor sentimiento nacionalista en España”. A lo que añadió: “Casualmente corresponden a una determinada etapa de gobierno”. En realidad, de su Gobierno.

El negro diagnóstico que hizo del país arrancó los aplausos de la parroquia popular, aunque si los asistentes hubieran sido simpatizantes de Vox seguramente los aplausos no habrían sido menos intensos, pues el expresidente se extendió con fruición en algunos de los temas que más seducen a la extrema derecha: la evangelización de América, “las tonterías que se hacen en Educación”, la defensa a ultranza del español, la connivencia del Gobierno con el fugado Carles Puigdemont o el anonimato internacional en que Pedro Sánchez ha sumido a España, que "es una nación, no tres ni siete: Una. Ni plurinacional ni multinivel ni la madre que los parió" (aplausos fervorosos).

Con tono jactancioso, dijo y repitió que no piensa pedir perdón por ningún aspecto de la historia de España. “Lo diga quien lo diga”, añadió retador aludiendo sin citarlo al papa Francisco.

En línea con la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, Aznar considera que “el nuevo comunismo se llama indigenismo, y supone volver a las sociedades precolombinas. Pero que nadie olvide esto –añadió–: el indigenismo solo puede ir contra España". 

El persidente de la Junta y del PP andaluz, Juan Manuel Moreno, no tuvo ocasión de escuchar las reflexiones de Aznar. Llegó cuando éste estaba conluyendo su intervención, ya que la misma coincidió con la sesión de control al Gobierno en el Parlamento autonómico. Moreno fue recibido con grandes aplausos y todo el repleto salón de Villa Luisa en pie.