Como un eco de la célebre ‘Anatomía de un asesinato’, de Otto Preminger, la película que acabamos de ver en el Congreso podría titularse melancólicamente ‘Anatomía de un fracaso’. Sus protagonistas, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Como en aquella, en esta tampoco queda del todo claro quién es el verdadero culpable. Lo que sigue es la crítica, más bien desesperanzada, de esa película.

Uno 

Ante el funesto desenlace de la segunda sesión de investidura de Pedro Sánchez por la negativa de Pablo Iglesias a hacerlo presidente, la pregunta no es cuál de los dos ha estado más acertado, sino cuál de ellos ha estado menos equivocado. No es fácil saberlo: se diría que en el primer tramo de las negociaciones el más equivocado fue Pedro, pero en el último y más decisivo fue Pablo.

Dos

El extravagante ofrecimiento de última hora de Iglesias de apoyar a Sánchez si este le cedía las políticas activas de empleo (¿?) a cambio de renunciar al Ministerio de Trabajo resultó desconcertante para la mayoría de la Cámara. Si, antes de ese anuncio, cualquier cronista hubiera dicho que unas políticas que gestionan las autonomías y no el Gobierno iban a tener en la investidura el papel estelar que les otorgó Iglesias, su redactor jefe lo habría despedido de inmediato. Una explicación: Iglesias tal vez intentaba hacerse perdonar con un hábil regate lo que había sido un pésimo partido.

Tres

Pedro acertó de entrada cuando, tras las elecciones y en campaña, habló con toda naturalidad de un Gobierno de coalición, se equivocó cuando lo rebajó a Gobierno de cooperación, acertó de nuevo cuando recuperó el Gobierno de coalición y, finalmente, se la jugó cuando vetó a Pablo Iglesias. Se la jugó porque al hacerlo multiplicó el precio de su investidura y dio a Unidas Podemos la excusa perfecta para pedir la luna. Una luna que, obviamente, el PSOE no podía darle.

Cuatro 

Pablo Iglesias acertó cuando de entrada reclamó un Gobierno de coalición, se equivocó al querer obsesivamente y a toda costa ser vicepresidente en ese Gobierno, acertó cuando se resignó con coraje al veto impuesto –y publicitado– por Sánchez y se equivocó de nuevo al calcular demasiado por lo alto el precio que había que hacerle pagar a los socialistas por una humillación que era personal (aunque las razones de Sánchez fueran políticas) y que el líder morado le ha hecho pagar al presidente en moneda política (aunque sus razones para hacerlo fueran personales).

Cinco 

Al emplazar, anoche en Tele 5, a “PP, Cs y Podemos a evitar elecciones”, Pedro Sánchez parece empecinarse en repetir el error que le ha conducido al fracaso: al tender a las derechas una mano que estas nunca estrecharán, el presidente devalúa la importancia trascendental de Unidas Podemos. Tras el 28-M y confiando no se sabe muy bien en qué claves o conjeturas, el presidente se durmió en los laureles, trató con displicencia a Podemos, ofendió a su líder y buscó imposibles complicidades en la derecha. Desconocedor del frío temple de Sánchez, Iglesias pidió demasiado presupuesto y competencias en el Gobierno, calculando que el presidente tendría que tragar con sus leoninas condiciones como él había tragado con las del presidente.

Seis 

Izquierda Unida no ha tenido, que sepamos y salvo muy a última hora, papel alguno en la frustrada negociación de investidura. Lástima. Es difícil imaginar que, con la actual aritmética parlamentaria, el viejo y experimentado PCE no hubiera llegado a un acuerdo con el PSOE. La Izquierda Unida de Julio Anguita habría hecho algo parecido a lo que ha hecho el Podemos de Pablo Iglesias, pero no así la Izquierda Unida de Paco Frutos, Gaspar Llamazares o Cayo Lara. ¿Y la Izquierda Unida de Alberto Garzón? Puede que tampoco, pero es que esa Izquierda Unida prácticamente no ha llegado a existir: un relámpago antes de sumirse en la oscuridad morada.

Siete 

Imposible entender todo lo que ha sucedido sin incorporar el factor humano. Juguemos por un momento a un juego algo tenebroso pero puramente conjetural y, desde luego, sin mala intención: si mañana Pedro Sánchez o Pablo Iglesias sufrieran una grave lesión, como la padecida, pongamos por caso, por el madridista Marco Asensio, que los retirara a cualquier de ellos de la política durante unos meses, ¿alguien cree que volvería a fracasar una nueva sesión de investidura? No hace falta gastarse el dinero en sondeos para conocer la respuesta.

Ocho 

No todo está perdido. El camino menos malo para llegar a la meta antes del 23 de septiembre es volver a intentarlo por la izquierda con Unidas Podemos, sin distraer energías por la banda derecha. ¿Qué tal formar dos equipos de trabajo (sin Pedro ni Pablo, por supuesto), negociar punto por punto, elaborar conjuntamente un documento de un par de cientos de folios, firmarlo, sellarlo y acudir a una nueva sesión de investidura tras haber acordado en secreto la composición del futuro Gobierno?