Si por Génova fuera, el presidente andaluz debería seguir los pasos de su homólogo de Castilla y León y adelantar las elecciones a febrero. No es probable, sin embargo, que lo haga: Juan Manuel Moreno es consciente de que la deserción de Vox ha herido de muerte la legislatura, pero prefiere no precipitarse y esperar al menos hasta el mes de junio para abrir las urnas.

Aunque hoy por hoy la consigna oficial es "alargar al máximo la legislatura", en rigor, nadie sabe qué idea tiene exactamente el presidente andaluz en la cabeza. La fecha de elecciones es un comodín de mucho valor estratégico en el juego político y quien está en posesión de él lo mantiene en secreto el mayor tiempo posible.

Es muy probable, por lo demás, que Moreno no tenga aún nada decidido al respecto. Las encuestas le son propicias, pero todas ellas auguran que necesitará a Vox para ser de nuevo presidente: un Vox que ya no es el de diciembre de 2018, cuando no entraba en sus planes incorporarse a los gobiernos autonómicos. Ahora, la formación ultraderechista sí está decidida a entrar en el Ejecutivo andaluz, como reiteradamente ha puesto de manifiesto su virtual candidata Macarena Olona.

El hundimiento de Cs es, en principio, para el PP una buena noticia, pero no tan buena como para echarse a dormir, pues el partido de Moreno quedaría lejos de la mayoría absoluta: lo bastante lejos como para que Vox estuviera legitimado para exigir su entrada en el Gobierno de Andalucía. 

Moreno tampoco ha decidido si incorporar o no a Cs a sus listas electorales. Ese es, desde luego, el deseo de la formación naranja, que ve en una suerte de Suma Andalucía la salvación a su segura debacle si acude a las urnas en solitario.

La dirección nacional del PP se opone rotundamente a un cartel electoral conjunto, mientras que la dirección andaluza del partido se mantiene por ahora de perfil: aunque parece inclinarse por una lista unitaria de PP y Cs, ni desea un choque de trenes con Génova ni tiene claro qué sea lo mejor para rentabilizar en escaños la desbandada de votantes naranjas.

Si Moreno tuviera la tentación de celebrar elecciones el 28 de Febrero, fiesta de Andalucía, tendría que convocar antes de acabar el año o muy a principios de enero, ya que deben transcurrir 55 días entre la disolución de la Cámara y la apertura de las urnas.

En todo caso, es poco probable que lo haga. Agotar la legislatura ha sido uno de sus compromisos más reiterados y todo indica que la dará por concluida lo más tarde posible, si bien para adelantar ya tiene una justificación de peso, pues el portazo de Vox ha dejado al Gobierno sin la mayoría parlamentaria que lo sustentaba.

A la pérdida de la mayoría parlamentaria como argumento para adelantar se suman otros incentivos no menores: la división en los partidos situados a la izquierda del PSOE y el todavía escaso rodaje que como líder socialista tiene Juan Espadas. Dar tiempo a sus adversarios puede que no sea una buena idea.

Sea como fuere, la evolución de las encuestas a lo largo de las próximas semanas, el impacto de la pandemia en la economía regional o los apuros parlamentarios que pueda sufrir el Gobierno al no contar ya con Vox también serán factores que pesen en la decisión final de Moreno. La decisión de Alfonso Fernández Mañueco de adelantar en Castilla y León le mete presión, sin duda, pero no tanta como para verse, sí o sí, obligado a imitarlo, como querría Pablo Casado.