Teniendo en cuenta que la presidenta Susana Díaz no ha dado certeza de sus intenciones ni siquiera a sus más próximos (y a quien se la haya podido dar ya se habrá cuidado él o ella de ser una tumba), la pista más fiable de lo que puede ocurrir en relación al adelanto de las elecciones autonómicas lo daba ayer la exconsejera de la Junta y ministra de Hacienda.

“Le puedo asegurar casi al cien por cien que las elecciones andaluzas y las elecciones generales serán separadas, aunque parece que las andaluzas serán mucho antes”, dejaba caer María Jesús Montero ayer en el programa Espejo Público de Antena 3.

Una pista para los sabuesos

Teniendo en cuenta también que Montero no llegó precisamente ayer a la política, que no suele mostrarse imprudente y mucho menos indiscreta y que a la más que previsible pregunta de Susanna Griso sobre el adelanto electoral andaluz podría perfectamente haber contestado –pero no lo hizo– con las vaguedades de siempre que no comprometen a nada, verde y en botella.

Las palabras, muy medidas pero nada ambiguas, de la titular de Hacienda eran la pista definitiva que los desconcertados sabuesos del periodismo andaluz debían seguir para llegar a la conclusión de que el inequívoco pero lejano tamtam que anunciaba el adelanto se ha convertido en un cercano y palmario tictac.

Horizonte despejado

Ya solo es cuestión de días, de pocos días, que la presidenta despeje la incógnita de la fecha electoral y deje de marear una perdiz que, la pobre, ya no daba mucho más de sí. Si el decreto de convocatoria se anuncia y se publica el próximo martes 9 de octubre en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA), las elecciones se celebrarían casi con toda seguridad el 2 de diciembre, aunque siga quedando abierta la opción del 16 de diciembre, pues la ley obliga a que entre convocatoria y celebración transcurran 54 días como mínimo, pero no como máximo.

El obstinado mutismo mantenido por Díaz sobre el adelanto más largamente adelantado de la historia electoral andaluza –el PP empezó a anunciarlo hace más de un año– ya empezaba a desasosegar a todo el mundo, desde los empresarios al propio Partido Socialista, pasando por los mareados líderes de la oposición.

Despejada la bruma sobre las intenciones de Pedro Sánchez, que celebrará Consejo de Ministros en Sevilla el próximo día 26, lo cual significa que para entonces seguirá habiendo Gobierno, y que además quiere seguir gobernando aunque no tenga Ley de Presupuestos propia para 2019, quedaba por fin aclarado el horizonte electoral al conjurarse el riesgo de una coincidencia que Susana Díaz nunca ha querido.

Teoría de la coincidencia

¿Por qué tan enérgica la determinación de la presidenta por las elecciones separadas? Sea o no cierta, la conjetura más asentada entre los observadores –y que, significativamente, los socialistas apenas se han tomado molestia alguna en desmentir– es ésta: el temor de la presidenta a que los resultados del PSOE-de-Pedro-Sánchez en las legislativas fueran mejores que los obtenidos por el PSOE-de-Susana-Díaz en las autonómicas celebradas el mismo día.

Ese embarazoso escenario quebraría una tendencia histórica inequívoca: cuando han coincidido andaluzas y generales, el PSOE ha obtenido mejor cosecha de votos en las primeras que en las segundas (diez puntos más en el año 2000, ocho en 2004 o cinco en 2008, que fue la última vez que coincidieron).

La fortaleza

Aunque las tensiones públicas entre Sánchez y Díaz se hayan apaciguado a ojos vistas, la relación Ferraz-San Vicente se haya regularizado y la colaboración institucional Junta-Gobierno sea casi modélica, ambos presidentes tenían buenas razones: uno para buscar la coincidencia electoral y la otra para rehuirla.

Que en el pasado el PSOE andaluz aventajara al PSOE federal cuando las elecciones coincidían siempre se vivió con naturalidad en Ferraz y San Vicente: al fin y al cabo, entonces no había mediado una guerra civil entre el norte y el sur como la habida en el Partido Socialista entre 2015 y 2017, saldada a favor de los federales de Pedro Sánchez, pero a quien el cálido dulzor de la victoria no le ha quitado de la boca el amargo sinsabor de no haber logrado someter a la principal ciudadela del socialismo español. Una ventaja electoral de Sánchez sobre Díaz habría sido de gran ayuda para poner sitio a la hasta ahora inexpugnable fortaleza andaluza.