Las hemerotecas son testigos del mucho pecho que Juanma Moreno y el PP sacaron con ocasión de las elecciones generales de 2016 cuando en Andalucía aventajaron con claridad al PSOE: un 33,5 por ciento de votos para los populares frente a un 31,2 para los socialistas. Moreno no solo se apuntó entonces en su cuenta personal unos resultados que en rigor no eran suyos, sino que registró en el ‘debe’ de Susana Díaz el revolcón de Pedro Sánchez.

No hacía, por cierto, el PP en aquel 2016 nada que no hubieran hecho antes los demás partidos, empezando por el PSOE, cuando unos determinados resultados les eran favorables. Baste recordar con qué fruición los socialistas andaluces restregaron a los populares su ventaja en las legislativas de diciembre de 2015, donde lograron 22 escaños frente a los 21 de los de Moreno.

Un serio dilema

Vienen estas consideraciones a propósito del dilema al que se enfrentan los populares andaluces tras constatar el pasado 10 de noviembre que Vox prácticamente les empató en votos, aunque no así en escaños: 874.000 votos del PP (20,54 por ciento) frente a 867.000 de los ultras (20,39 por ciento). Apenas 7.000 votos separaron a un partido del otro, si bien el cómputo de diputados le fue -engañosamente- favorable al PP: 15 frente a 12.

Ciertamente, cuando el 10-N depositaron su voto en las urnas, los andaluces no tenían en la cabeza la gestión de Moreno al frente de la Junta de Andalucía. El empate de Vox no cabe registrarlo en la columna del ‘debe’ del presidente andaluz, pero no por ello el fulgurante ascenso de la ultraderecha puede dejar de preocupar, y mucho, a la dirección del PP andaluz, pues no en vano la formación que lidera Santiago Abascal logró en Andalucía cinco puntos más que en el conjunto de España: 20,39 frente a 15,09 por ciento.

Mediocre resultado del PP

El buen dato andaluz de Vox contrasta no ya con el resultado más bien mediocre del PP, sino también con la inquietante circunstancia de que las huestes de Moreno no mejoraron, sino más bien lo contrario, el porcentaje logrado por el PP al norte de Despeñaperros: un 20,54 en Andalucía frente a un 20,82 en España. El caso contrario, por cierto, del Partido Socialista, que en Andalucía suele ampliar en no menos de cinco puntos el resultado nacional. 

A ello hay que sumar el hecho de que, históricamente, el electorado andaluz siempre estuvo claramente escorado hacia la izquierda y solo la circunstancia de una abstención singularmente elevada entre sus votantes, como la habida en las autonómicas del 2 de diciembre de 2018, suele posibilitar la suma de las derechas.

Durmiendo con su enemigo

El PP de Moreno se encuentra, pues, ante una comprometida tesitura: la alianza parlamentaria con Vox le es imprescindible para gobernar Andalucía, pero al mismo tiempo esa colaboración institucional normaliza y blanquea al partido ultra.

Si las próximas autonómicas andaluzas coinciden con las generales, Moreno se arriesga a ser adelantado por Vox porque los electores decidirán en clave nacional más que regional; y si se celebran en solitario, su riesgo es que las izquierdas sumen más que las derechas, conscientes ya las primeras del altísimo precio que pagaron por la abstención del 2-D, lo que sin duda propiciará la participación.

No es disparatado conjeturar que las andaluzas, previstas para 2022, vayan a estar muy marcadas por una fuerte polarización del eje izquierdas/derechas, una circunstancia que suele favorecer a las primeras mucho más que a las segundas.

Morder sin hacer sangre

Para el denominado ‘Gobierno del cambio’ 2019 no ha sido un año difícil. Tampoco para el PP. Vox ha dado algún que otro mordisco, pero procurando no hacer sangre en ninguna de sus bien medidas dentelladas. Tras la salida de escena del atrabiliario juez Francisco Serrano, los ultras comenzaron a administrar su influencia con más templanza, sin prisas pero sin pausas y muy atentos a no espantar a los muchos votantes que le ha tomado prestados al PP.

Mientras tanto y con el permiso de Vox, Moreno ha decidido imitar al Aznar moderado de 1996 mucho más que al Aznar radicalizado de 2000. Elías Bendodo en el Gobierno y Loles López y Toni Martín en el partido se ocupan de hacer de ‘malos’, alejando al presidente del barro y realzando su papel institucional.

Aun así y para su desgracia, Moreno no tiene mucho margen para distanciarse de Vox, como, por lo demás, tampoco lo tienen los ultras para desestabilizar al Gobierno de PP y Cs. Se diría que lo mejor que podría pasarle al presidente andaluz es que el conflicto catalán se fuera desinflamando en los próximos años, pues todas las encuestas poselectorales coinciden en que la virulencia independentista es directamente proporcional al volumen de votos logrado por Vox.