El microclima político sobre el procés es muy distinto en Cataluña y en Andalucía. Lo dicen las encuestas y lo constata la mera observación. En Cataluña hay –más o menos empatados– un bloque a favor y otro en contra, pero dentro de los bloques soberanista y constitucionalista hay mucha pluralidad de opiniones y hasta cierta transversalidad entre las franjas más templadas de ambos lados.

En Andalucía es social, política y parlamentariamente mayoritario el bloque constitucionalista. No es solo que el ascenso de Vox demuestra que la irritación territorial ha ido a más entre los andaluces, sino que las posiciones de PP y Ciudadanos en la cuestión territorial están bastante cercanas a las que defendidas por la dirección regional del Partido Socialista.

No sucede lo mismo con las posiciones defendidas por Podemos e Izquierda Unida, si bien en esta embarazosa cuestión una parte significativa de sus votantes se sienten a su vez más cerca del PSOE y aun de la derecha que de Teresa Rodríguez o Antonio Maíllo.

El dato de la transversalidad en las franjas menos esencialistas de la sociedad catalana es importante porque, aunque la llave para hacerlo no esté todavía en su poder, solo los templados pueden abrir la puerta del entendimiento y el reencuentro civil que tanto desea la ¿inmensa? mayoría de los catalanes. Bienaventurados los templados porque la solución al conflicto catalán pasa por ellos.

Elogio de la templanza

La plataforma Diálogos Andalucía-Cataluña, promovida por los profesores Javier Aristu y Javier Tébar, es una iniciativa inspirada, en efecto, en los valores de la templanza. Ambos Javieres vienen oficiando como una especie de santos laicos comprometidos desde tiempo atrás en difundir la concordia y el entendimiento entre andaluces y catalanes de buena voluntad.

Para ello, además de implicar a instituciones como La Caixa, la Fundación Cajasol, la Universidad de Sevilla, los sindicatos UGT y CCOO o la patronal Foment del Treball –¿a qué espera la patronal andaluza para seguir los pasos de sus homólogos catalanes?–, Tébar y Aristu han involucrado a un centenar y medio de profesores, intelectuales, periodistas, académicos, sindicalistas o empresarios de ambas comunidades para “abrir vías de encuentro y de clarificación a fin de promover un eje catalán-andaluz que contribuya a la construcción de un modelo de Estado más adecuado en un contexto europeo y globalizado”. 

Algunos nombres

Tras un primer encuentro en octubre pasado en el Monasterio de la Cartuja de Sevilla con algo más de 60 participantes, el segundo ciclo de conversaciones ha tenido lugar este fin de semana en el Palau Macaya de Barcelona, uno de los espacios culturales de La Caixa, con alrededor de un centenar de participantes, entre ellos nombres de primera línea del derecho, la sociología, la política, la historia, la prensa o el sindicalismo: Cándido Méndez, Marina Subitats, Manuel Pérez Yruela, Jose Maria Fraderas, Javier Pérez Royo, Xavier Domènech, Jordi Amat, Juan Montabes, Manuel Arias Maldonado, Astrid Barrio, Fernando Álvarez-Ossorio, Gonzalo Pontón, Bartolomé Clavero, Joan Coscubiela, Carlos Arenas...

¿Puede hacerse un resumen de lo hablado en Barcelona? Más bien no, aunque los organizadores han prometido subir a la página web de los Diálogos las intervenciones de quienes deseen remitírselas por escrito.

Ciertamente, no era difícil adivinar quiénes de los sucesivos intervinientes estaban más próximos al independentismo y quiénes al constitucionalismo, pero lo relevante del encuentro es que a unos y otros les unía la voluntad –la buena voluntad– de converger y entenderse.

Desacuerdos dentro de un orden

Ha aquí algunos ejemplos de sus discrepancias casi siempre acompañadas de la determinación de aproximarlas:

-para unos, los procesados en el Supremo son presos políticos mientras que para otros son políticos presos, pero para ambos coinciden en que deberían estar en su casa y no en prisión, y en que lo deseable sería que las penas fueran lo más exiguas que el derecho permita.

-para unos el independentismo es una rebelión burguesa e inspirada por las élites, mientras que para otros es un movimiento interclasista y nacido desde abajo que ha arrastrado a las élites, pero ambos bandos piensan que el Estado debe dar una respuesta política y no judicial al problema creado;

-hacer un referéndum sería para unos la mejor salida para despejar el panorama, mientras que para otros sería una encerrona que dividiría y contaminaría más el clima político, pero ambos creen que antes o después deberá haber algún tipo de consulta y que tal consulta tendría ser necesariamente pactada;

-ambos grupos coinciden en que dos millones de personas son muchas personas y no pueden salir del laberinto ni con las manos tan vacías como para sentirse humilladas ni tan llenas como para que las del bando contrario se sientan saqueadas.

-los dos discrepan en los detalles pero no en la convicción de que la unilateralidad o la amenaza del 155, que tanto rédito electoral da a algunos partidos, no será nunca una salida.

Un emblema

Lo sugerente del intercambio de pareceres del palacio Macaya era la transversalidad territorial de los mismos: no faltaban en el foro andaluces que defendían el derecho de los catalanes a su soberanía, ni catalanes que lo impugnaban para defender un federalismo real y hasta asimétrico pero leal y cooperativo.

Del encuentro no salieron soluciones, pero sí la convicción unánime de que tales soluciones solo pueden encontrarse yendo juntos a buscarlas. El emblema, pues, de las jornadas podría haber sido algo así como ‘Vamos a no hacernos daño’; el problema, cómo darle forma política a esa determinación común de entendimiento y respeto.