Ha salido contestona, cabezona y resabiada. Más menuda que otras muchas, pero con el instinto de un guiño de ojos frente al espejo y la picardía en la sonrisa de una veinteañera. La redacción de ElPlural.com nació de padres valientes, con Enric Sopena liderando a un grupo de amigos comprometidos con sus ideas. Maduró con Angélica Rubio, con quien un buen puñado de los que seguimos aquí echamos los dientes a base de broncas -merecidas, todas ellas-. Y ahora alcanza los 20 años con José María Garrido al frente, el mejor discípulo de una tradición más despierta que nunca.

Tan jóvenes y tan viejos, las primeras canas y la tos matutina de los acostumbrados a excederse en la celebración contrastan con el divino tesoro de los recién llegados. Un legado que se construye cada día sobre los hombros de cada uno de los integrantes de una familia consciente de la exigencia de nuestra comunidad de lectores. Nos hemos equivocado muchas veces, claro que sí. Y puedo prometer que lo seguiremos haciendo. 

Este 19 de septiembre es momento para celebrar. 20 años de historias, publicadas e impublicables, sobre las que se levantan los cimientos de un proyecto arraigado que nunca fue fácil. Un día para contar batallitas, acordarse de los que nos precedieron, los que ya no están, los que nos amenazaron y los que siguen ayudándonos a hacer el mejor periódico posible. 

También para que cada uno de los que compartimos escritorio hagamos memoria y volvamos a revivir el día que ElPlural.com nos abrió la puerta. En mi caso lo hice de becario, como casi todos los que estamos aquí, marca de la casa de un talento adquirido desde la frescura del que aprende y la confianza del que enseña. Aquello fue en 2019, cuando la luz de las farolas nos guiaba de plaza en plaza, de bar en bar, hasta casa después del trabajo. Uno de los confidentes habituales en aquellas charlas fantasiosas era Luis Abascal. Os confesaré: ni haciéndole trampas a la noche nos imaginamos lo que vendría.

Ahora, quién sabe si por mi talento natural para el engaño o por la insensatez de un grupo humano que siempre vio en mí más de lo que yo aprecio en el espejo, escribo estas líneas como subdirector. Lo hago orgulloso de todo el equipo: por su compromiso, trabajo y por ser capaces de escucharme incluso cuando lo que digo es una soberana estupidez. 

Mi brindis es por todos ellos. Por nuestro delirio compartido.