La odisea de inquietudes, sufrimientos e investigaciones de Eula Biss empezó como la de la mayoría de las mujeres que se convierten en madres: desde el día del parto, cuando un mundo hasta entonces desconocido se abre camino en sus cerebros y padecen por sus hijos al adquirir plena conciencia de lo vulnerable que es un bebé expuesto a los virus y a otras formas de maltrato del organismo. Biss alumbró a su retoño y al instante los miedos invadieron su cuerpo como si fueran signos primerizos de una enfermedad: Cuando nació mi hijo, bien entrado el día siguiente, estaba cayendo una lluvia fría y, para entonces, yo ya me había adentrado en un territorio nuevo y lleno de temores. Justo antes del parto, nos cuenta, no estaba asustada.

Pero cuando dicen que un hijo cambia la vida no se refieren sólo a nuestros hábitos y conductas: se indica implícitamente que la mentalidad de uno cambia. La conciencia de ser mortal se intensifica, el miedo continuo a las agresiones y a los peligros externos se agrava, y toda precaución es poca: por eso las madres (y también algunos padres) se despiertan a media noche, sobresaltadas, para comprobar si el bebé aún respira. De todos esos miedos nació este libro, para el que la autora fue recopilando materiales, hablando con médicos y con madres y leyendo cuanto encontraba relacionado con el tema: …cientos de artículos periodísticos, incontables artículos científicos, docenas de libros, muchas entradas de blogs, varias novelas, un manual de inmunología, un puñado de transcripciones, pilas de recortes de revistas y muchos otros ensayos.

Ensayo con ritmo de novela

El resultado es un ensayo de investigación (y de experiencias) que contiene uno de los factores más envidiables de los buenos libros de no ficción: un ritmo novelesco, nunca entorpecido por la marea de datos o de nombres. La profundidad de los ejemplos y las metáforas que Biss utiliza para explicarnos la relación de nuestros cuerpos con los organismos que conviven con nosotros o nos invaden, unidos a su don para narrar, lograron que el libro fuera elegido uno de los mejores de 2014 por diversos críticos, e incluso Mark Zuckerberg le dio un impulso notable al recomendarlo como una de sus lecturas favoritas.

Eula Biss se preguntaba si debía vacunar a su hijo, y, de ser así, se preguntaba si debería ponerle las vacunas recomendadas o sólo algunas. ¿Qué es más conveniente: no vacunar a un hijo, exponiéndolo a los peligros de contraer enfermedades que, en ciertos casos, podrían llevarle a la muerte, o vacunar a ese bebé, exponiéndolo a esos porcentajes muy bajos que indican que las vacunas pueden acarrear efectos secundarios muy perniciosos? Una de las respuestas de Biss es que los ciudadanos formamos parte de un mismo cuerpo, y que hay que velar no sólo por nosotros mismos, sino por los demás: la inmunidad es un espacio compartido, ese jardín que cuidamos entre todos.

Un aspecto muy destacable de On Inmunity: An Inoculation es su alusión a diversos mitos, personajes literarios y textos de autores afamados para relacionarlos con la enfermedad, con el sistema inmunitario y con el temor a la muerte. Biss parte de Aquiles y su talón para demostrar que incluso alguien casi inmortal tiene un punto vulnerable, y que concederle a una persona la inmunidad también comporta sus peligros. No faltan en el ensayo las alusiones a los magníficos trabajos de Susan Sontag, ni a personajes como el Cándido de Voltaire o el Drácula de Bram Stoker. Las referencias a los vampiros, a su mundo de dependencia de la sangre, de vida nocturna y de sueño diurno, son una constante en el libro.

Inmunidad (con traducción de Lucía Ponce de los Reyes) es uno de esos ensayos que deberían interesar a todo el mundo, pues poseemos un cuerpo expuesto a las enfermedades y debemos vigilar nuestros resfriados, nuestras heridas, nuestros contagios, nuestras fiebres, nuestros malestares. Biss convierte el tema en algo apasionante, y no se ahorra detalles sobre los antecedentes, cuando la vacunación se hacía de brazo a brazo utilizando pus extraído de la ampolla que se formaba en un brazo recién vacunado para vacunar a otra persona. Pensemos en esta frase suya como cierre: Tanto si estamos sanos como si estamos enfermos, las enfermedades siempre andan circulando por nuestros cuerpos.