El viaje, históricamente considerado una actividad para el descanso, el descubrimiento y el enriquecimiento personal, parece estar evolucionando hacia una nueva forma de consumo, impulsada por la necesidad de reconocimiento en las redes sociales. Se podría decir que se está cambiando el objetivo del disfrute personal a la búsqueda de la validación externa. Hoy en día, no es extraño ver cómo las experiencias de viaje se comparten casi en tiempo real, con fotos, vídeos y relatos que buscan capturar la atención y aprobación de una audiencia digital. Pero, ¿hemos llegado al punto en el que viajar se ha convertido más en una herramienta para construir una identidad digital que en una experiencia personal? Los datos sugieren que, en muchos casos, la respuesta podría ser afirmativa.

Viajar lejos para impresionar

La globalización y la digitalización han hecho que el mundo esté más conectado que nunca, y viajar a destinos lejanos se ha vuelto más accesible para una mayor parte de la población. Sin embargo, el deseo de explorar nuevos horizontes parece estar influenciado cada vez más por la necesidad de sobresalir en el mundo digital. Según un informe de la Organización Mundial del Turismo (OMT), el turismo internacional ha crecido exponencialmente en la última década, con un aumento del 67% en los viajes internacionales entre 2009 y 2019. Este crecimiento puede estar relacionado con la tendencia a buscar destinos cada vez más exóticos y lejanos, en parte para destacar en plataformas como Instagram o TikTok, donde el contenido novedoso y visualmente impactante es clave para obtener mayor visibilidad.

Los influencers de viaje, con millones de seguidores, han creado un estándar en el que lo común no es suficiente. Viajar a lugares lejanos y poco conocidos se ha convertido en una forma de validar su estatus y relevancia. Esta dinámica ha generado una especie de presión social, especialmente entre los jóvenes, para viajar a estos destinos y obtener la "foto perfecta", sin importar el costo económico o ambiental. Según un estudio de Booking.com, el 55% de los viajeros millennials afirman que elegir un destino que se vea bien en las fotos es una prioridad. Esto sugiere que, en muchos casos, la motivación para viajar se ha desplazado del deseo de experimentar nuevas culturas o relajarse, al deseo de crear contenido para las redes sociales.

El 55% de los viajeros millennials afirman que elegir un destino que se vea bien en las fotos es una prioridad.

Destinos de "postureo": cuando la foto lo es todo

El impacto de las redes sociales en la industria del turismo es innegable, y uno de los fenómenos más evidentes es la aparición de destinos "de Instagram". Estos lugares, muchas veces remotos o inusuales, han ganado popularidad no tanto por su valor cultural o natural intrínseco, sino porque se han convertido en escenarios perfectos para las fotografías. Un ejemplo notable es la Laguna Azul en Islandia o la famosa puerta azul en Chefchaouen, Marruecos. Estos sitios han experimentado un aumento significativo en el número de visitantes en los últimos años, en gran parte debido a su viralización en las redes sociales.

La concentración de turistas en estos lugares plantea varios problemas. En primer lugar, el enfoque en capturar la foto perfecta a menudo conduce a la superficialidad en la experiencia del viaje, donde el entorno se convierte en un mero decorado. En segundo lugar, la afluencia masiva de turistas en estos destinos puede tener efectos negativos, como la degradación del entorno natural, el aumento de los precios locales y la erosión de la autenticidad cultural. Un informe del Consejo Global de Viajes y Turismo (WTTC) destaca que la sobrecarga turística es un desafío creciente, especialmente en destinos que han sido popularizados por las redes sociales.

Consumimos viajes, pero ¿los disfrutamos?

El fenómeno de consumir viajes en lugar de disfrutarlos puede estar relacionado con el concepto de "capital social" digital, donde la cantidad de seguidores y la interacción en las redes sociales se han convertido en una forma de validación personal. Para muchos, viajar ha pasado de ser una actividad para el crecimiento personal y la relajación, a ser una herramienta para construir una identidad digital atractiva y envidiable.

Los datos sugieren que esta tendencia está cambiando la forma en que experimentamos los viajes, priorizando la creación de contenido sobre la vivencia auténtica. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿estamos sacrificando la esencia del viaje? Mientras las redes sociales continúen jugando un papel central en nuestras vidas, parece que la respuesta seguirá siendo afirmativa para una parte significativa de la población viajera.