El domingo día 14, un día muy soleado y muy simbólico, presentó en Madrid Vicente Zaragoza Sesmero, maestro y poeta, su poemario 5x10=51. El acto, entrañable y lleno de corazón, fue organizado por la Delegación Centro de la U.N.E.E., Unión Nacional de Escritores de España, en colaboración con la B.P.M. Iván de Vargas de Madrid.

Vicente Zaragoza fue mi primer maestro, no en el sentido literal sino en el simbólico y emocional. Porque yo tenía siete y ocho años cuando fue mi maestro en un curso escolar en la década de los 70, una década en la que el franquismo aún estaba vigente en nuestra enseñanza y, en realidad, en todos los ámbitos de la vida. Él me enseñó que la imaginación, la luz de la creatividad, la visión poética del mundo son algo a valorar y a tener muy en cuenta, porque son, en realidad, parte importante de lo más hermoso de la vida.

He tenido el placer de participar en la presentación de este poemario precioso, junto a Mariana Feride, artista, poeta y delegada de la UNEE, y Antonio Mata, poeta y escritor; y he vislumbrado de nuevo, en un acto que ha sido para mí muy especial y mágico, que allá donde existe la mirada poética, existe siempre esperanza. En medio de un mundo tan complejo, de una actualidad social y política en la que se conjugan, en un carrusel imparable, el miedo y el desgarro con la confianza y la ilusión, la poesía se convierte en un oasis constante de emociones profundas, de luz y de riqueza para los que amamos la literatura, la palabra y la vida.

Se trata de un libro intimista y emocional, lleno de contenido, de ideas, de miradas hondas, pero sobre todo de emociones y de sentires que se van desgranando en cada poema, a modo de esa “deuda de amor con la poesía” que menciona el autor en el introito de la obra. Estructurado en varios capítulos que contienen, a modo de biografía poética, los grandes temas del recorrido vital del autor. Nos habla en sus poemas del amor, de la poesía misma, de su tierra y de sus gentes, de presencias y de ausencias, de ternuras y tristezas, del compromiso social que lleva dentro, ese compromiso que le llevó a Vicente a luchar sutilmente, a través de la fuerza y la magia de la enseñanza, contra el monolitismo, contra el pensamiento único, contra la hostilidad y la rudeza de la España negra, y contra la tiranía de los tiranos.

En lo formal, abundan en el poemario los sonetos, dos cuartetos y dos tercetos en preciosos endecasílabos, al más puro estilo de los grandes poetas clásicos. Pero también abundan los versos libres, con un alejamiento, percibo que intencionado, de las pautas métricas y rítmicas que, siendo niño, Vicente aprendió de su madre “mientras lavaba la ropa”.

El libro es, en definitiva, uno de esos libros de poesía que nos llevan a amar la poesía por ser la expresión profunda de las sutilezas que hacen preciosa la vida; porque, ya lo dijo Aristóteles en su Poética, la finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas. Y eso es lo que hace y ha hecho siempre Vicente, me consta, como maestro y como poeta. Y la poesía, en este mundo que vivimos y en estas circunstancias duras, como escribió Paul Valéry en su Poesía crítica de 1959, nos es indispensable.

Desde aquí, tantos años después, mi agradecimiento, mi admiración y mi homenaje, querido maestro.