Los guardias civiles que participaron en la búsqueda de las dos niñas de Tenerife, Olivia y Anna en Tenerife, a bordo del buque Ángeles Alvariño están acostumbrados a la dureza de su trabajo, pero esa coraza se rompió cuando encontraron los restos de la mayor de las niñas echando por tierra las mínimas esperanzas de que pudieran estar vivas. Fue todavía peor, si cabe, para los miembros de la tripulación del barco que no están acostumbrados a este tipo de operaciones, como es el caso de este vecino de O Marrazo, en Pontevedra, que no pudo evitar el llanto.

"Cuando encontramos el cuerpo de Olivia a muchos se nos saltaron las lágrimas", ha relatado el miembro de la tripulación del Ángeles Alvariño,  en declaraciones a 'El Faro de Vigo'. El operativo cesó su búsqueda el miércoles pasado, debido a las dificultades del rastreo por el escarpado terreno submarino.

Intensas jornadas de 12 horas

Durante el mes que estuvieron rastreando las aguas canarias, catorce personas se encargaban de manejar el barco, además de los seis técnicos que controlaban el robot submarino y que trabajaban en guardias de 12 horas.

El cuerpo de Olivia, la mayor de las hijas de Beatriz Zimmermann, se encontró a las once de la mañana, lastrado con un ancla, pero no se pudo reflotar hasta las cinco de la tarde. "No paras de darle vueltas a la cabeza", ha confesado el tripulante al narrar la experiencia vivida durante el triste hallazgo.

Ninguno de los encargados de la búsqueda estaba acostumbrado a este tipo de operaciones, puesto que el Ángeles Alvariño se dedica a tareas científicas, por lo que "desconectar de lo vivido no es fácil", reconoce. 

El buque rastreó 250 kilómetros cuadrados en el mar

Cuando la tripulación del buque llegó a la zona, la Guardia Civil tenía delimitado el área sobre la que tendrían que trabajar para buscar los cuerpos de Anna, Olivia y de su presunto asesino, Tomás Gimeno. "Barrimos toda la zona tanto con una sonda como con una maquinaria de barrido lateral, que detectaba cualquier objeto que se identificaba en el fondo. Después, el robot submarino bajaba a comprobar todo lo identificado", explica el miembro de la tripulación del Ángeles Alvariño.

El buque oceanográfico cartografió un área de 250 kilómetros cuadrados de fondos marinos entre aproximadamente 100 y 2.000 metros de profundidad y se filmaron 392 horas en las inmersiones del robot Liropus 2000, durante las semanas de búsqueda de las pequeñas de Tenerife.