El Alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa del cerebro que constituye la principal causa de demencia a nivel global. El mayor conocimiento de la enfermedad que ha adquirido la sociedad en las últimas décadas, sumada a los estragos que causa en sus pacientes, pero también cómo afectan a su entorno familiar y social, conlleva un entendible temor y que, muchas veces, confundamos lo que es y lo que no es Alzhéimer.

Aunque el Alzhéimer esté a día de hoy más presente que nunca en nuestras conciencias, lo cierto es que la ciencia no tiene todavía las respuestas definitivas a sus causas, si bien los análisis de cerebros afectados han arrojado ya algunas certezas, como la pérdida de neuronas que se produce y la disminución de la densidad de contactos en la red neuronal que sí se mantiene, o la acumulación de las famosas proteínas amiloide y TAU.

Sí que se tiene constancia de que la edad avanzada es un riesgo importante, así como el sexo femenino. Y, sobre todo, sus síntomas están muy identificados: el Alzhéimer provoca problemas progresivos que se van acumulando sobre las funciones del cerebro, y que acaban provocando la pérdida de las capacidades de un individuo y, en su fase final, la propia identidad.

El mito sobre la pérdida de memoria

Sin embargo, uno de los efectos del Alzhéimer que más ha marcado el imaginario colectivo es la pérdida de memoria, lo que se traduce en que buena parte de la ciudadanía tema la aparición de esta enfermedad al detectar este síntoma. El mito de que el Alzhéimer empieza con problemas de memoria tiene un riesgo: que los verdaderos síntomas de la primera fase se pasen por alto, fallando en la detección temprana del Alzhéimer.

“Ni todos los problemas de memoria son demencias, ni todas las demencias son Alzhéimer”, explica de manera muy gráfica el Dr. José Fernández-Ferro, jefe del Servicio de Neurología de los  hospitales universitarios Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba, integrados en la red pública madrileña (Sermas). “De hecho, estamos analizando actualmente qué proporción de casos que consultan por problemas de rendimiento cognitivo resultan finalmente en un diagnóstico de demencia, y la proporción es realmente baja”, subraya el doctor.

Dr. José Fernández-Ferro, jefe del Servicio de Neurología de los  hospitales universitarios Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba
Dr. José Fernández-Ferro, jefe del Servicio de Neurología de los hospitales universitarios Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba

Los verdaderos síntomas del Alzhéimer

En realidad, los síntomas del Alzhéimer son muy variados, tanto como las funciones que realiza el cerebro. Entre los efectos de la enfermedad encontramos los problemas de planificación y organización de tareas sencillas, dificultad de desarrollar actividades ya aprendidas, incapacidad para comprender o elaborar frases y expresar de manera correcta una idea, problemas para orientarnos en el espacio y/o en el tiempo de manera persistente, dificultad para reconocer caras y objetos, así como cuál es su función o utilidad, y tener comportamientos no adecuados a cada situación social particular.

No obstante, hay dos síntomas muy frecuentes en las primeras fases del Alzhéimer y que no tienen nada que ver con la pérdida de memoria. El primero es la falta de conciencia de los déficits que estamos sufriendo, o cuando buscamos maneras de evadirnos de las situaciones que las ponen en evidencia. El segundo tiene que ver con problemas afectivos, que se traducen en cambios de humor, o fases de depresión o ansiedad que no tienen una explicación alternativa.

Problemas que afectan a la memoria

En cambio, muchas personas siguen relacionando los problemas de memoria con la fase inicial del Alzhéimer, lo que conlleva falsas percepciones de que se sufre la enfermedad o que se pasen por alto síntomas reales. Y esto está más extendido todavía con el ritmo de vida actual. “La exigente dinámica del mundo moderno en el que nuestra atención ha cobrado valor comercial, y donde existe un exceso de información difícil de manejar, ha exacerbado estos temores” sobre las pérdidas de memoria, explica el doctor Fernández Ferro.

El neurólogo nos da algunas claves para diferenciar los síntomas reales del Alzhéimer. Una de las claves a priori pasa por tener presente la edad y el entorno del paciente, y lo ilustra con un ejemplo. “Los problemas de memoria en un varón de 55 años, autónomo, en pleno desarrollo laboral, que acude sólo a la consulta preocupado porque retiene peor las cosas y se expresa peor que hace un año son mucho menos sugerentes de Alzhéimer que los de una mujer de 72 años, jubilada, que ha tenido que irse a vivir con su hija, con quien acude a consulta, por problemas con la organización de su propia casa y que repite una y otra vez las mismas preguntas por incapacidad para recordar prácticamente nada”.

Otra clave es entender que la formación de la memoria depende del funcionamiento de otras dos funciones cerebrales: la atención y la concentración. En personas que acuden a consulta temiendo padecer Alzhéimer, sus problemas con frecuencia se explican con problemas afectivos derivados del estrés, como la ansiedad o la depresión, que actúan entorpeciendo atención y concentración. “En estos casos -apunta el jefe del Servicio de Neurología de estos tres hospitales madrileños-, es frecuente que los problemas no surjan tanto en el trabajo, donde consiguen un nivel de atención adecuado por la propia presión laboral, sino en ambientes domésticos y sociales amistosos, donde el nivel de activación cae de forma natural”.

Un tercer aspecto a tener en cuenta es que muchas personas relatan problemas de memoria cuando, en realidad, lo que sufren es una dificultad para procesar la información. Su memoria está intacta, pero la carencia se da en el intento de acceder a ella y usarla. Sin embargo, el Alzhéimer produce una incapacidad casi total de acceder a la memoria. “Un paciente con esta enfermedad raramente podrá recuperar un recuerdo, por más intentos y pistas que le demos; mientras que, en estos casos, con mayor o menor dificultad para evocar o recuperar la información, pueden tener acceso a ella y termina saliendo si nos empeñamos”, añade el doctor Fernández Ferro.

Estudios para diagnosticar el Alzhéimer

En cualquier caso, estas claves son pistas para los neurólogos, que afortunadamente también tienen de su parte la tecnología y el diagnóstico como herramientas. El doctor Fernández Ferro distingue entre dos tipos de estudios para los pacientes: los “estudios en negativo” y los “estudios en positivo”. Entre los llamados “en negativo” están aquellos que se realizan para descartar problemas estructurales del cerebro o sistémicos que puedan explicar los síntomas descritos, como son el TAC, la resonancia magnética cerebral o los análisis de sangre.

Los estudios “en positivo”, en lugar de descartar otras dolencias, buscan demostrar la presencia de un proceso neurodegenerativo y entre ellos está el PET cerebral o la medición directa de proteínas relacionadas con el Alzhéimer en el sistema nervioso central. “A pesar de ello, el desafío sigue siendo encontrar tratamientos más efectivos en esas fases tempranas de la enfermedad”, destaca el especialista.

La importancia de los hábitos saludables

Sin embargo, mientras la Ciencia sigue en su avance hacia tratamientos, lo cierto es que sí se ha producido una revolución desde los años 80 en la percepción y comprensión del Alzhéimer, así como en las posibilidades de prevenirlo gracias a unos hábitos de vida saludables. De hecho, la caída de la incidencia de la enfermedad en países occidentales en los últimos años se cree que está relacionada con toda probabilidad con las políticas de salud pública de las últimas décadas, que han puesto a la población sobre aviso de la necesidad de controlar la hipertensión y el colesterol o que han intensificado la lucha contra el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol.

“No podemos ignorar el papel fundamental que desempeñan los hábitos de vida en la prevención del Alzhéimer”, explica el Dr. Fernández-Ferro, que pone énfasis en las investigaciones recientes que han identificado hasta 21 factores sociosanitarios vinculados al desarrollo de la enfermedad, como son el nivel educativo, la actividad cognitiva previa, el índice de masa corporal en edades avanzadas, la sordera, la depresión, niveles elevados de estrés, traumatismos craneales, diabetes mellitus y tensión arterial alta.

“La evolución en nuestra comprensión de la enfermedad de Alzhéimer es fruto de la dedicación y esfuerzo colaborativo de la comunidad médica, investigadores y sociedad; y cuanto más entendemos sobre ella, más debemos subrayar que un estilo de vida activo y optimista es la mejor herramienta en su prevención, y la prevención es, hoy en día, la clave”, concluye el neurólogo de los hospitales universitarios Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba.