Tamasi Tanny, residente en Bundoora, llamó a las puertas del vecindario para ofrecer las peras de sus árboles, pero nadie le hizo caso. Así las cosas, y viendo que la fruta estaba pudriéndose en su jardín contactó con el Ayuntamiento de Darebin, al oeste de la metrópoli de Melbourne, para comunicarse con un banco solidario encargado de recolectar fruta. Tras hablar con la reportera Rachael Dexter de 9NEWS, explicó que al día siguiente de contactar con la alcaldía, Fruit Squad (una importante asociación del país) estaba en su casa para llevarse las peras. La vecina de Bundoora, entrando en detalles, remarcó que desde el año 2019 se puso en contacto con el banco solidario de la localidad, cuando por aquel entonces sus árboles estaban repletos de peras, higos, limones y mandarinas. Enseguida la agrupación voluntaria del distrito de Darebin se llevó la fruta para hacer cestas o paquetes destinados a los vecinos con problemas económicos. 

La pandemia repercutió sobre el proyecto

Christiana Di Pierdo, dirigente y voluntaria de los servicios de la Alcaldía de Darebin, destacó que por razones obvias durante la pandemia no hubo forma de socorrer a las familias con cestas o paquetes de frutas. La situación actual ha empeorado debido al aumento del coste de la vida. Tanto es así que más de 500 hogares con una media de 1500 personas están siendo atendidos por los voluntarios del Fruit squad. Como dato curioso, algunos de los árboles frutales que plantaron los emigrantes griegos e italianos que llegaron a Australia en los años 50 del siglo pasado continúan en pleno apogeo.

Parcelas en ayuntamientos

Muchos australianos en Melbourne o en otras ciudades australianas aprovechan las facilidades que disponen algunas alcaldías para cultivar parcelas de terrenos vacíos. En principio tienen que vivir en la zona y registrarse. A veces también tienen que esperar turno o, si hay vacantes, no es necesario que esperen meses o años.

Por lo general y dependiendo de la localidad pueden sembrar higos, hortalizas, arbustos, frutos y flores. Estos servicios que disponen los ayuntamientos son gratuitos o, en el peor de los casos, hay que pagar poco dinero. Según las fuentes de información, muchas madres o personas de la tercera edad acuden a las parcelas para salir de casa y hacer ejercicio. Pero también sirven de lugar para juntarse y contar historias o incluso conocer nuevas experiencias.

Lejos de ser “El Dorado”

La historia que narraba Christina Di Pierdo sobre la problemática de la vida en Australia que sufrían vecindarios de los barrios del noroeste de la metrópoli dan una imagen que, para muchos ciudadanos del mundo, quizás les pilla por sorpresa.

En Europa o en Estados Unidos se tiene la percepción que en el país de ''Down Under'' todo es abundancia, prosperidad y bienestar social, habida cuenta de que disponen de envidiables reservas naturales y materias primas con una población insignificante si se compara con otros países. Sin embargo, en el libro titulado Class in Australia escrito por los académicos Steven Threagold y Jessica Gerrard se sostiene que entre la ciudadanía hay en general poca conciencia de que existan distintas clases sociales dando la impresión de que en este país todos el mundo vive bien, algo que dista mucho de ser la realidad. El profesor Threagold, sociólogo y antropólogo de la universidad de Newcastle, hace hincapié sobre las clases más acomodadas y otras que no alcanzan a vivir como quisieran. O, dicho de otra forma, sin recursos necesarios  para cubrir primeras necesidades. Una percepción que también sustenta Rolando Garay, miembro de la comunidad chilena que vive en Melbourne. En conversaciones con ElPlural.com matizó que muchos de los emigrantes que llegaron el siglo pasado o incluso en  tiempos más cercanos viven en barriadas del noroeste de la metrópoli de Melbourne con muchas necesidades económicas.

Garay, quien estuvo trabajando de forma voluntaria  durante más de veinte años como dirigente del CELAS, una Institución comunitaria que atiende las necesidades de españoles y latinoamericanos, añadió que los gobiernos de turno no hicieron demasiado para paliar la situación de muchos emigrantes, de forma forma que a la hora de votar estaban tan desencantados que muchos ni siquiera tenían ganas de acudir a los colegios electorales. Sí que es cierto que hacían acto de presencia porque de lo contrario estaban obligados a pagar multas. En definitiva, las opiniones de Garay, concuerdan, de algún modo, con las teorías del profesor Threagold de la universidad de Newcastle

En resumen, el caso del pequeño huerto de Tanny y las dificultades que tiene el país australiano evidencian, por un lado, de lo que el ser humano es capaz cuando colabora; pero también deja al descubierto la problemática de un territorio a veces olvidado tanto dentro como fuera del de sus fronteras.