El Papa Francisco decidió levantar la alfombra eclesiástica y empezar a barrer los hábitos malos -algunos criminales- de siglos de pontífices que han dejado hacer seguramente para evitar enfrentamientos. Pero Bergoglio no se ha amilanado ante los diversos frentes abiertos.

Empezó con la tarea casi imposible de limpiar las cuentas vaticanas, un empeño que se antoja eterno, demasiado contaminado por la ambición. El caso de los abusos a niños y adolescentes por parte de religiosos es otro tema que ha abordado de manera contundente y que le está resultando difícil ante las resistencias que encuentra. Los problemas se acentúan con un clero ultracatólico, ligado a intereses políticos en el caso de un destacado sector en Estados Unidos que juega a la contra de las directrices de Roma.

La situación ha llegado a un punto contradictorio en el que dos potentes Iglesias, la de Alemania, progresista, y la estadounidense, conservadora en extremo, mantienen posturas diferentes y lanzan mensajes opuestos. La curia alemana, encabezada por Reinhard Marx, llegó hace un año, tras un profundo debate, a la conclusión de que no había más tiempo para consentir abusos sexuales sistemáticos, como relataba este domingo Daniel Verdú, en El País. Los prelados alemanes plantearon además la necesidad de ordenar a mujeres, cuestionando el celibato y admitiendo la homosexualidad. Hace unos quince días, el arzobispo Marx presentó su dimisión por no haber trabajado con suficiente ahínco en estas custiones pero Francisco rechazó esa renuncia.

Al contrario, el Papa le escribió una carta resaltando su "coraje cristiano que no teme la cruz y no teme anonadarse delante de la tremenda realidad del pecado”. A la vez, centró el problema en la crisis de toda la Iglesia por lo que debe iniciarse, dijo, un proceso de reforma basado en “asumir la realidad sea cual sea la consecuencia".

Si la jerarquía eclesiástica alemana, de enorme prestigio, parece pasar al Papa por la izquierda, la situación es muy distinta al otro lado del Atlántico. Una parte de los purpurados estadounidenses se ha rebelado contra lo que significa el actual papado. La Iglesia de EE.UU. sangra también por las heridas de los abusos y además se ha ido produciendo un divorcio con los fieles que ha aflojado sus convicciones.

La cúpula de la jerarquía norteamericana ha anunciado su intención de negarles la comunión a políticos como el Presidente, Joe Biden, por aprobar el derecho al aborto. Dos terceras partes de los prelados que componen la conferencia episcopal de allí, votaron a favor de tal medida. Por el contrario, se escucha poco a esa Iglesia, criticar las condenas de muerte vigentes en diferentes Estados de la Unión. Parece evidente que la política de Donald Trump sigue presente en la cúpula católica.

Estas son algunas de las tensiones con las que Francisco tiene que bregar para llevar adelante a su Iglesia. Así, no sorprende que el domingo, tras el tradicional Ángelus en Roma, pidiera a los congregados: “Recen por el Papa. Necesito su oración”.