El investigador y profesor de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), Jorge Mira, lidera junto a un colega de la Universidad de Sevilla, José María Martín Olalla, un estudio que defiende el cambio de hora como mecanismo de adaptación al medio.

"La razón del cambio estacional de hora no es el ahorro de energía, es hacer que la actividad humana se alinee lo más posible con el ciclo natural del sol", explica, con motivo del que podría ser el último cambio de hora al que se enfrente la sociedad actual.

La mejor prueba, explica, es lo que hacían los diputados de las Cortes de Cádiz, que en 1810, elaboraron la primera Constitución de España. "Pusieron un calendario de sesiones que contemplaba un cambio estacional de hora. Tenían de marzo a septiembre un horario y de octubre a marzo, otro. Tal y como tenemos ahora, lo cual demuestra que en 1810, cuando no había ningún tipo de consideración de ahorro energético, ya se dieron cuenta de que tenían que hacer esa adaptación", recuerda. Para el físico gallego, eliminar el cambio sería un error y supondría ir contra la propia naturaleza. Así lo exponen en el estudio, en el que demuestran que "realmente el sincronizador, el activador de la vida de las personas es el amanecer".

El punto de amanecer se desplaza, cambia a lo largo del año, siempre fuera de las zonas tropicales, donde se mantiene estable y, "por lo tanto, lo que hace el cambio estacional de hora es intentar replicar esa curva natural".

"Sin cambio, nos levantaríamos desfasados"

De no hacerse ese cambio fuera de la zona tropical, advierte de que nos levantaríamos en junio "con un sol altísimo". "A las 8:30 horas, el sol estaría en el horizonte más alto de lo que está en cualquier momento del día en los meses de diciembre y enero, y eso en cualquier parte de la península", explica.

Así, insiste en que nos estaríamos levantando "con una insolación ya enorme, de golpe, desfasadísimos", añadiendo que habría que estudiar los efectos fisiológicos que eso podría llegar a producir. "De hecho, siempre bromeo diciendo que si dejamos de hacer el cambio, las personas que ahora mismo protestan se van a hinchar a hacer estudios de los desarreglos en la población por no hacerlo", comenta. Sobre esto, considera Mira que lo que falla, "como ocurre en tantos ámbitos de la vida", es la difusión de la información y "tener claras ciertas bases científicas". "Esto es como si uno se queja de las vacunas porque cuando le vacunan, le pinchan el brazo y le duele o puede tener un poco de fiebre. Pero porque nos duela no podemos decir que hay que dejar de vacunarse. Es un poco el mismo reflejo, salvando ciertas distancias", ejemplifica.

A su vez, en el estudio que ha elaborado junto a Martín Olalla, el investigador gallego analiza también los argumentos en contra del cambio horario. "Son argumentos muy pillados con pinzas", asevera. "Hay quien dice que prácticamente la gente se muere con el cambio de hora. Uno no tendría más que ver el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (Momo) y verá que no hay ningún tipo de cambio en esa semana", asevera.

Sobre esto lamenta que haya personas que saquen conclusiones en base a muestras muy pequeñas que no son extrapolables y que no tienen en cuenta la incertidumbre estadística (por ejemplo, si la semana del cambio llueve y la gente se queda en casa u otro tipo de circunstancias externas que pueden hacer variar la estadística). La postura contra el cambio de hora, defendida por países como Islandia y Finlandia, entre otros, ha llegado hasta la Unión Europea, que tiene sobre la mesa la posibilidad de que el de este domingo sea el último cambio.

Preguntado por esto, explica que precisamente estos son países "de extremos", a los que el cambio de hora no les afecta especialmente. Y pone como ejemplo a Estados Unidos, donde fue el actual secretario de Estado y ex senador por Florida, Marco Rubio, el que llevó al Senado norteamericano la propuesta de eliminar el cambio estacional de hora.

"Y lo consiguió. ¿Tiene razón? En Florida sí porque está cerca de la zona tropical y la variación del punto de salida del sol no es tan grande. Pero claro, parece desconocer que arriba, en Nueva York por ejemplo, eso ya no funciona. Y de hecho, cuando esa medida llegó a la Cámara de Representantes, vieron los problemas y la medida no siguió adelante", detalla.

Es imposible decantarse por un único horario"

En Europa, continúa, ocurre lo mismo. Finlandia lo propone pero cuando llega a la mesa del Consejo Europeo, "se dan cuenta de que hay un problema: ¿con qué horario nos quedamos?". Esa es para Mira la pregunta "del millón"; una cuestión imposible de resolver. Así, expone que en España, si se coge el horario de verano todo el año, durante cuatro meses al año, en Galicia sería de noche entre las 9 y las 10 de la mañana, momento de primera actividad.

Sin embargo, si nos decantásemos por el de invierno, en la costa mediterránea estaría amaneciendo entre las 5:00 y las 6:00 horas. "Ya no digamos si ponemos el uso británico, que entonces estaría amaneciendo entre las 4:00 y las 5:00 horas. Y en invierno se les estaría poniendo el sol a las 15:00 horas. No es posible arreglar eso", afirma.

"Esto es como decir que tenemos que elegir si nos quedamos con abrigo todo el año o con sandalias todo el año (...). Yo le digo: Mire, abrigo en invierno y sandalias en verano", sintetiza. Apunta, además, que esto pasaría en el resto de países. En Italia, en la frontera con Eslovenia, se darían también estas "aberraciones horarias". "No hay manera de cuadrar esto. ¿Por qué? Porque la Tierra funciona así", sentencia.

Súmate a

Apoya nuestro trabajo. Navega sin publicidad. Entra a todos los contenidos.

hazte socio