"Te cambio una colombiana por una paraguaya". Es el juego de los niños en zonas donde los flyers de publicidad de prostitución inundan buzones y parabrisas del coche.En estas sitios como Puente de Vallecas, Pueblo Nuevo o Quintana abundan los domicilios que funcionan como lupanares.

Precisamente, siguiendo el rastro de uno de estos flyers que reza "inauguración: chicas nuevas" encontramos cómo se accede a estos lugares. Según nos cuentan, "la casa lleva tiempo", pero cuando llegan chicas nuevas a los pisos se hace una "inauguración" donde por veinte euros el putero se lleva una copa y sexo con una de ellas (siempre y cuando sea menor a 15 minutos).

Además, descubrimos que el piso, situado a pocos metros de la estación de Metro de Quintana, tiene acceso directo a la calle, para así, no destapar sospechas entre los vecinos. Como una vivienda más del barrio.

Flyer de prostitución con un piso ubicado en Quintana

Contactando con el prostíbulo vemos que su foto de perfil ofrece las imágenes de las chicas que viven en el piso junto con la dirección. Tras intercambiar unos mensajes, informan de las tarifas. "Tienes el de 20 (minutos) por 15 minutos, 40 media hora, 1 hora 70€, cariño", nos indican. Sin embargo, si decidimos acudir acompañados de un amigo para mantener sexo con una de las mujeres explotadas el precio aumenta: deberemos pagar 120 euros por media hora.

Tras ver que las edades del flyer que van desde los 22 a los 34 años, decidimos preguntar acerca de las edades de las chicas del piso. Nos aseguran que la chica más jóven es Andrea, con 26 años, aunque en la foto de perfil seguran que Andrea, de nacionalidad rumana, tiene 29.

Al cabo de un rato volvemos a sacar el tema de las edades. Nos pasan fotos de las chicas con su nombre, edad y procedencia e insisten en que esa es la edad de las chicas. Mientras tanto, en el flyer leemos un cartel que pone "mayores 18 años".

Puerta del prostíbulo ubicada en el barrio de Quintana de Madrid.

Tras comprobar que las edades no coinciden, seguimos preguntando. Esta vez es acerca del Covid-19. Nos aseguran que no toman ningún tipo de precacuión con los clientes: "no para nada", pero que si queremos se ponen mascarillas para comodidad del putero.

 
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Los vecinos están hartos

Paula es una vecina del barrio. Asegura que la aparición de estos pisos es constante. "Muchas veces las ves en la calle", indica aludiendo a las tarjetas que se dejan en los parabrisas de los coches. "El barrio está lleno de tarjetitas en los parabrisas y en los buzones. Cualquier niño puede verlo", asegura.

Rubén, también vecino de Quintana, convivió hasta enero con un piso en su edificio. "La gente mayor no quiere meterse en esos problemas, pero la gente joven nos enfrenábamos a ello", asegura. Tras una semana de vacaciones, el prostíbulo desapareció: "no sé qué pasó".

Los problemas para los vecinos que conviven con prostíbulos cerca de sus casas son constantes. "Hasta altas horas de la madrugada había golpes, fiestas, ruidos", explica, "al principio dices 'vale', pero luego te das cuenta de que es algo ilegal y saltan las alarmas. Muchas veces vas por el barrio y en plena calle Alcalá hay coches que te dicen que llames a este número, ves el buzón y está plagado de publicidad de puticlubs y no apetece que se nos conozca el barrio por estas cosas", indica.

"Funcionaba sobre todo los fines de semana", explica Rubén. "Algún día que he venido yo el típico viernes que no sales, y llegas a tu casa rollo las 12 o la 1, sí que parecía que en la entrada del portal había cola para subir", dice. "Son gente que no conoces, no son vecinos", dice aludiendo a la tranquilidad que se produjo después de que el prostíbulo cerrara: "parecía otro barrio".

En cuanto a la seguridad, Rubén indica lo peligroso que era. "Muchas veces había peleas, gente intentando entrar al edifico, gente que te mira extraño y te dice cosas", explica. "Si vas a entrar a tu piso y cuatro personas te amenazan, lógicamente no sienta bien", reconoce.

En cuanto a las prostitutas, explica que eran todas del este de Europa. "No se las veía", explica aludiendo a la discrección con la que se intenta mantener estos pisos. "No llamaban la atención", dice.

Elplural.com se ha intentado poner en contacto con los proxenetas de este domicilio, pero no han querido responder nuestras preguntas aludiendo que iban a avisar a la policía.