Hace un mes que una riada de agua y lodo destrozó nuestras vidas. Iba a hacer un análisis político de este mes, pero no puedo. Mi cerebro y sobre todo mi corazón me piden, lector, que les haga un brevísimo resumen de lo que ha supuesto para mí como persona y periodista este mes. El plano político ya se lo explicamos todos los días. Así que hoy, tan solo les voy a decir qué ha sido pisar el barro.

Un barro que casi ha acabado con mi cordura. Un barro que me hizo pasar la peor noche de mi vida. Un barro que, por poco, acaba con la Ochando periodista. Un barro que ha segado 222 vidas y ha destrozado miles más. Un barro que ha sacado lo peor del Gobierno valenciano al que las víctimas les importan entre poco y nada, solo hay que recordar las miserables palabras de Nuria Montes, o el sueldazo para Gan Pampols mientras la gente sigue cobrando a cuentagotas. Una clase política que el barro lo ha visto por la tele o cuando se lo han lanzado a la cara.

Pisar el barro

Pisar el barro es estar al teléfono con tu madre mientras ves tu calle seca y la que te ha parido te cuenta que ella y tu padre tienen dos metros de agua debajo del balcón, es que se te encoja el corazón cuando pierdes la comunicación telefónica con ellos, es saber que tus vecinos escucharon a un chaval pedir auxilio hasta que dejaron de oírle, y que la madre de tu amiga de toda la vida de la calle ha estado todo este primer mes en el hospital por el agua con lodo que tragó antes de ser rescatada.

Pisar el barro es saber que la viuda de ese vecino tardó tres días en poder ver cómo sacaban el cadáver de su marido o enterarte de que la cría del bar chino de detrás de casa de tus padres, sí esa a la que has visto crecer, está ahogada con solo nueve años. Pisar el barro es que tu profesora de la guardería, la que te ha cambiado los pañales y te ha limpiado los mocos, se te agarre al cuello llorando desesperada y tú no sepas qué decirle para calmarla.

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Pisar el barro es tener que tomarte pastillas para no soñar porque las pesadillas son insoportables y te despiertas con ataques de ansiedad. También es tener arcadas y tragarte la bilis estando trabajando porque el dolor y la indignación te superan. Pisar el barro es pasarte 15 días sin lágrimas porque no te quedan. Pisar el barro es tener que morderte la lengua cada vez que sales en televisión porque si dices hijo de puta, que es lo que te pide el cuerpo, arruinas tu carrera profesional.

Pisar el barro es miedo. Pisar el barro es frustración. Pisar el barro es un dolor insoportable. Pisar el barro es aprender a gestionar la ira, es ver como tu madre te habla de la mirada perdida de los vecinos, tus vecinos, cuando ella, y tú, también la tenéis. Pisar el barro es no poder llorar a tus muertos porque hay que limpiar el lodo. Es tener que luchar contra los molinos de viento que son las fake news de la extrema derecha, que son como un gota malaya que cala sin remedio mientras tu madre graba a los camiones marroquíes que han venido a ayudar, y entonces te llama para que lo saques en la tele y acabes con las mentiras racistas que se extienden. Gracias mamá, mi Nolan particular, la Spielberg de Benetússer.

Pisar el barro es un abrazo reconfortante de un desconocido en Paiporta, y esa comida caliente de una ONG en ese mismo pueblo que te comes apoyada en una pared porque el lodo sigue cubriéndolo todo 10 días después. Pisar el barro es una calle de Paiporta cantando el himno de Valencia cuando cae el sol y no hay luz. Pisar el barro es ese coche de un vecino que se convierte en comunitario cuando es el único de la calle. Pisar el barro es tener anécdotas dentro de la tragedia o cocinar el primer arroz con tu padre de pinche mientras te tomas una cerveza fría. Pisar el barro es correr a los brazos de Miguel Ángel Campos y Alfonso Ojeda que se han comido más de 650 kilómetros de coche para poder ayudar en su medio. Son las crónicas de Yerma Ruano y de Sara Rincón y otros tantos compañeros humanizando el desastre. Pisar el barro es dejar de tener color político. Pisar el barro es ser de L’Horta Sud. Pisar el barro es ser valenciano.

Así que señores políticos, de verdad se lo digo: no intenten vendernos sus mentiras porque nosotros sí hemos pisado el barro. Seguimos hundidos en él. 

PD: Lector, gracias por entender que hoy no podía hacer otra cosa que esta crónica. La fotografía que lleva es de mi santa madre, María Ángeles Muriel, quien pese a que vivió y vive en plena zona 0, no ha dejado de grabar vídeos para que todos ustedes estén perfectamente informados. Me duele el corazón tanto que no soy capaz de verbalizarlo, pero tenía que hacerle este pequeño homenaje a la señora Muriel.