Llevo días pensando en un grupo de personas al que pertenecí hace ya mucho: quienes preparan oposiciones. Una ocupación a tiempo completo en la que se juega el futuro a una sola carta, el examen. Una carta que, en estos tiempos de incógnitas, se vuelve difuminada y esquiva.

Me decía hace poco un compañero que teníamos entrenamiento extra, al haber sido opositores. Que todos esos meses y años en enclaustramiento con nuestros apuntes fueron un entreno de alto rendimiento.

Pensé, en principio, que así era, aunque ahora me doy cuenta de que no exactamente. Cuando preparábamos la oposición teníamos nuestro mundo parado en stand by, pero había momentos que marcaban la diferencia. Íbamos y volvíamos al preparador, dos veces por semana y, un día de cada siete, teníamos derecho a un pequeño descanso, si nos lo habíamos ganado con nuestros temas. Pocas cervezas me han sabido en mi vida tan bien como esa única que tomaba en toda la semana.

Ahora, quienes pasan por ese trance han perdido la única parte buena de la semana, esa que se ganan a pulso a base de codos. Pero han perdido más. De pronto se desdibuja el objetivo, la fecha en que, si todo sale bien, podrán de nuevo apretar el botón de on de esa vida que se queda en pause. Se han aplazado exámenes y se aplazaran más, porque en esta situación son impensables esas escenas de colas y multitudes en busca de la plaza ansiada.

No olvidemos que muchas de las profesiones que nos están sacando a flote, desde primera o segunda línea de fuego, salieron de una oposición

Es una faena que cuando empezaban a ver la luz al final del túnel, que salían esas plazas que les cicatearon varias convocatorias, llegue esto, un bicho que nadie podía imaginarse la hecatombe que podía organizar.

Podríamos pensar que no pasa nada, que ya llegarán, pero no es tan sencillo. Habrá quien no pueda esperar. Si los padres que mantenían al opositor u opositora se quedan sin ingresos, como ha sucedido a tanta gente, su sueño estará lejos. Y, desde luego, si su fuerza psicológica estaba floja, esto es lo más adecuado para darles el golpe de gracia.

No olvidemos que muchas de las profesiones que nos están sacando a flote, desde primera o segunda línea de fuego, salieron de una oposición. Profesionales de la medicina, la enfermería y personal sanitario en general, policías, bomberos, jueces, fiscales, quienes trabajan en juzgados y muchos más.

Las personas que están estudiando hoy una oposición son las que el día de mañana pueden volver a sacarnos de un desastre así o de cualquier otra clase.

Ánimo y toda mi solidaridad. Ya queda menos