París es la ciudad de la luz. El amor lo comparte con Roma y la moda con Milán. Estas tres características convergen a escasos kilómetros del centro neurálgico de la ciudad, en el barrio -casi pueblo- de Montmartre. Nacido en la Belle Époque (época bella) francesa y situado en el distrito 18, este rincón parisino respira desde el momento mismo de su creación el aire bohemio de los artistas y escritores que dejaron su huella: Vincent van Gogh, Ernest Hemingway o el mismísimo Pablo Picasso. Ofrecemos a nuestros lectores un recorrido por este lugar, absolutamente mágico, de la capital del país vecino, aprovechando que la redacción de ElPlural.com ha paseado por sus calles recientemente. 

Comenzamos nuestro camino en el Moulin Rouge. El cabaré más famoso de Francia, receptor de las cámaras de cine y la prosa de la literatura, empieza su andadura, precisamente, en estos años, comprendidos aproximadamente entre el 1871 -coincidiendo con la Segunda Revolución Industrial y la Paz Armada- y el estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914. Para entender el concepto de todo cuanto rodea a este lugar en concreto y a Montmartre en general, hay que conocer primero el contexto en el que se enmarca la Belle Époque.

Moulin Rouge: el cabaré que explica Montmartre

Los años en los que se mueve este recorrido histórico tienen que ver con la época de mayor reconocimiento de París. Tanto la burguesía y la clase alta como la clase baja encuentran en la ciudad su rincón favorito: todo el mundo quería conocer los edificios de París, su arquitectura, la luminosidad de la ciudad, una ciudad adelantada a la época con respecto al resto de Europa.

Con este enfoque no es difícil intuir que las personas más pudientes acudían al centro de la capital. Pero, claro, cerca de la Torre Eiffel, entonces, no había demasiada vida nocturna, tampoco bohemia ni hueco para los artistas que empezaban de cero. Con algunos de estos pretextos, quienes van llegando a París buscan un lugar en el que disfrutar también de la ciudad y en el que vivir a su manera. Ese es Montmartre, un espacio humilde y de viñedos al que van a parar pintores, escritores… y, más en concreto, ese es en primera instancia el Moulin Rouge, un sitio en el que vivir de verdad la bohemia parisina. Apto para todos los bolsillos, la popularidad que rodeaba al molino rojo más conocido del mundo se convirtió en frecuente de la aristocracia y el populacho.

Con ello, si hay una persona que destaca por su labor en el Moulin Rouge es Henri Touluse- Lautrec. El artista acudía allí cada noche y retrataba lo que veía en el cabaret: las bailarinas, los camareros, la clase baja y también la alta burguesía, con su sombrero característico y el burro Lolo, cuya historia se explicará más adelante. También se retrataba a sí mismo, siempre en un rincón del cabaré. Bajito, con gafas, el vaso lleno y la botella vacía. Así nos lo relató el guía que nos acompañó en este tour por el distrito, y no pudo estar más acertado.

Todo ello aparece en una pintura en el techo a la entrada del cabaret. Para los curiosos, Touluse-Lautrec fue, además, el ingeniero de los primeros carteles publicitarios. Si el lector acude a París y ve, en cualquier tienda, los típicos carteles de publicidad en forma de postal o cualquier otra expresión, sepa que es un boceto, casi con total seguridad, de este artista que falleció a los 37 años de edad de sífilis. Otro detalle es que buena parte de los artistas que habitan la Belle Époque van a morir a esta edad. De hecho, es Pablo Picasso quien rompe con la maldición de los 37. En lo que respecta al Moulin Rouge, en la época costaba lo que al cambio supondría apenas un euro, mientras que ahora las entradas son, en muchos casos, casi prohibitivas.

Mouling Rouge. ElPlural
Molino situado encima del letrero Moulin Rouge. Foto de ElPlural.com

 

Van Gogh y Amélie: casa con casa

Si se accede por una de las callejuelas, se aprecia una puerta azul y el lugar en el que había una placa (esta ha sido arrancada en los últimos meses). Además, en la terraza una planta. ¿Os imagináis cuál es? Efectivamente, un girasol. ¿El artista que se relaciona con ella? El mismísimo Vincent Van Gogh. Desde Países Bajos, Van Gogh llega a Montmartre. Allí se aloja en casa de su hermano Theo Van Gogh (54 Rue Lepic) hasta su muerte, también a los 37 años de edad. La del pintor fue una vida, en su mayoría desgraciada. En vida apenas vende cuadros. De hecho, es en su lecho de muerte cuando pide a su hermano conseguir en muerte lo que no ha logrado estando vivo. Algo que finalmente se cumple.

En el tiempo que pasa en París, Van Gogh da rienda suelta a la técnica del puntillismo, con la que dibuja, entre otros cuadros, uno muy famoso desde la ventana de su habitación o La noche estrellada en el que, se dice, transmite el sentimiento de desesperación que arrastraba meses antes de fallecer. Más allá de sus cuadros, Van Gogh es conocido por el episodio de su oreja. Sobre este existen varias teorías, aunque la que más se maneja es que sufrió de una especie locura, además de por la situación, por su manía a ponerse el pincel en la punta de la lengua cuando iba a pintar, introduciendo por ella químicos tóxicos.

Prácticamente en frente de la casa de Theo Van Gogh se encuentra el escenario en el que se rodó la película Amélie que, pese a ser una de las más famosas del cine francés y, relativamente contemporánea, pasó desapercibida en el momento mismo de su rodaje hasta que gana el Oscar, cuando pasa a ser uno de los más concurridos de la ciudad.

Casa Theo Van Gogh
Casa de Theo Van Gogh. Google Maps.
 

El molino: icono de la resistencia francesa

Subiendo por la calle de Amélie se vislumbra un molino de viento. ¿Qué hace un molino de viento en Francia? La historia de este enclave se remonta a Napoleón Bonaparte y las intenciones de éste de conquistar Rusia, misión en la que fracasa porque los rusos hicieron lo que mejor sabían hacer: retroceder jugando en casa. En otras palabras, las tropas francesas no soportaron el frío de Moscú y perdieron la batalla, siendo este uno de los momentos más humillantes para el país.

Cuando las tropas rusas toman París arrasan con todo, o con casi todo. Llegan a la cima de Montmartre, donde queda en pie un molino. Un campesino humilde, dentro del mismo, planta cara a los rusos. Evidentemente, estos no le perdonan la vida, pero sí que dejan en pie el molino en honor a la valentía del muchacho.

De los comienzos pobres de Picasso al “Ustedes han hecho esto” a los nazis

Otro de los artistas que no puede evitar sentirse atraído por la belleza del París bohemio es Pablo Picasso. Uno de los pintores españoles más ilustres llega a la ciudad francesa sin nada. Hay una historia en la que se cuenta que Picasso pide cenar gratis una noche tras otra en el Lapin Agile, el cabaré más antiguo de París, situado en el número 22. El dueño del lugar accede de buena gana, pero la deuda se le va haciendo más y más grande al pintor español, quien finalmente decide pagar con sus cuadros que, en un primer momento no tienen demasiado valor para la opinión pública.

Pero… Picasso vive la Guerra Civil española en Francia. Desde allí pinta el Gernika, su cuadro más cotizado. Tal y como relata en sus memorias Max Aub, el inmenso mural supuso a Picasso el ingreso de unos 200.000 francos. Lo demás del cuadro que elevó a la fama al artista malagueño y se puede encontrar hoy en el Reina Sofía de Madrid es historia. Se dice que uno de los momentos más icónicos del cuadro ocurrió apenas instantes después de su creación, cuando un oficial nazi preguntó a Picasso si había hecho “esto”, a lo que él respondió: “No, ustedes lo hicieron”.

El Guernica de Picasso. Archivo
El Gernika de Picasso en una imagen de archivo.
 

El burro Lolo: un artista inesperado de Montmartre

No se puede hablar de Montmarte sin referirse al burro Lolo, el artista inesperado del distrito y, en consecuencia, de la ciudad. La leyenda del burro Lolo -que aparece, por ejemplo, en el mural del Moulin Rouge- tiene su origen también en la Belle Époque. Aquí, en una de las fiestas que se organizaban, un grupo de anónimos con antifaz tienen la idea de atar a la cola del animal un pincel y exponer en el evento el cuadro “pintado” por el burro bajo un seudónimo.

Hay que destacar que en estas fiestas todo el mundo se conocía, por lo que era muy raro que nadie supiese del artista. Sin embargo, el cuadro obtuvo una gran aceptación y el artista, entonces desconocido, también. Ahora sin embargo el burro Lolo es conocido en todo el país.

Sacré Coeur: el templo emblema de París que mira a los comuneros

En lo alto de Montmartre se encuentra Sacré Coeur o templo del Sagrado Corazón. La historia de este sitio, desde el que se ve todo París a vista de pájaro, puede situarse en la guerra franco-prusiana. En 1871, el imperio alemán es proclamado en la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles, lo que supone una nueva humillación para los parisinos. Se levanta la comuna de París después de que Adolphe Thiers -presidente provisional de la III República Francesa- intente apoderarse de las armas instaladas en el montículo del distrito.  Para algunos católicos, esta época desde la Revolución Francesa es percibida como un castigo divino para que dos parisinos en el exilio, Hubert Rohault de Fleury y Alexandre Legentil, se comprometan a construir una nueva iglesia si “Dios salva a Francia”.

El lugar sobre el que se eleva es simbólico por el comienzo de la comuna de París, también porque es en este distrito en el que decapitan a Saint Denis, ahora patrón de la capital. Nada más lejos de la realidad, Sacré Coeur no pertenece a la comuna, sino que es una construcción eclesiástica con la que la Iglesia quiso demostrar su poder (en esta y otras edificaciones parisinas aparecen las gárgolas, que hacen entrever que dentro de la Iglesia está lo bueno y fuera lo malo). Con todo, en 1873 una ley reconoció a la iglesia de utilidad pública y se puso en marcha una gran suscripción nacional para financiar su construcción.

Catedral de Sacré Coeur. Foto de ElPlural.

Sacré Coeur. Foto de ElPlural.com

Con todo, quien camine por Montmartre se sentirá un poquito bohemio, especialmente cuando conozca la historia de este mítico distrito. Y es que hablar de este rincón de París es hacerlo casi de otra ciudad, alejada del centro, pero a la vez muy inmersa en la misma y que, como no podría ser de otra manera, tanto los parisinos como quienes acuden a la capital francesa, convierten cada año en uno de sus lugares favoritos del mundo.