La rocambolesca historia de Laura Arber tuvo lugar en la ciudad inglesa de Aldershot cuando, hace unos días, decidió pedir comida a un McDonald's para cenar con sus hijos. Mientras cenaban, su hija Maddie comenzó a ahogarse y Laura necesitó introducir los dedos en la boca de su hija para forzar la salida del nugget con el que se estaba atragantando. Pero, al sacarlo, pudo comprobar que no era pollo de lo que estaba hecho el nugget. El rebozado envolvía una mascarilla quirúrgica.

En una entrevista a la BBC, la señora Arber declaró que, efectivamente, era "una mascarilla, y estaba completamente cocida dentro del trozo de pollo. Primero no pude ver lo que era, pero miré dentro de la caja de nuggets y vi que había algo azul que sobresalía de dentro de otra de las piezas. Era una mascarilla, cocinada, como si fuese un chicle. Asqueroso. Si no hubiese estado en la habitación, no sé lo que hubiese sucedido”.

Lógicamente, minutos después de lo sucedido, Laura se acercó al restaurante para quejarse directamente al responsable del establecimiento, el cual le informó que los nuggests no se preparan en cocina. “Solo porque diga Happy Meal no significa que sea seguro”, advertía al resto de consumidores notablemente enfadada.

Ante el revuelo generado en redes, la multinacional estadounidense salió a declarar que “en el momento en el que nos enteramos de lo sucedido abrimos una investigación con el proveedor de los nuggets y hemos tomado las acciones necesarias para que cualquier producto de este proveedor sea retirado de nuestros restaurantes”.

Al menos, el susto ha valido a Laura Arber la disculpa de una de las empresas de comida rápida que más dinero facturan cada año: “Nos gustaría pedir disculpas a esta clienta en cuestión", afirmaba un portavoz de McDonalds.