Badalona vuelve a colocarse en el centro de la polémica tras el desalojo de más de 400 personas migrantes de un instituto abandonado. Esta vez, la crítica llega desde dentro de la Iglesia: más de un centenar de curas y colectivos religiosos de todo el país han firmado un manifiesto contra la actuación del alcalde, del Partido Popular, Xavier García Albiol, al que acusan de haber dejado en la calle a cientos de personas en pleno invierno.
“No se puede hablar de seguridad cuando se fabrica exclusión”, advierte el manifiesto, publicado por elDiario.es, en el que se cuestiona el relato de la seguridad esgrimido por el Ayuntamiento. “No se puede gobernar fomentando el miedo y señalando al extranjero como problema”, añaden los firmantes.
El manifiesto denuncia que, “amparándose en la ley”, tanto Albiol como el conjunto de las instituciones “han abandonado directamente a los pobres”. “No se puede invocar el orden mientras se destruye la vida”, señala el comunicado, que califica lo ocurrido en Badalona durante la pasada semana como una “negación de la dignidad humana”.
Los firmantes recuerdan que las más de 400 personas desalojadas llevaban ocupando el edificio desde 2023 ante la ausencia de alternativas habitacionales y que, tras la intervención policial, fueron expulsadas sin ninguna solución, quedando en la calle “en pleno invierno”.
El texto también pone el foco en las protestas vecinales que impidieron que una parroquia del municipio acogiera temporalmente a parte de los desalojados. A juicio del manifiesto, se trató de una respuesta marcada por el “racismo” y la “xenofobia”, en la que los vecinos salieron a la calle no para ayudar, sino para “expulsar” y “blindar” sus privilegios.
“El resultado fue claro”, resume el comunicado: “Hombres, mujeres y jóvenes sin techo y una ciudad incapaz de mirarlos como hermanos”.
El manifiesto cierra con una apelación directa al mensaje evangélico, subrayando que Jesús “no se identifica con el poder que desaloja”, sino con “el pobre desalojado”. “No camina con quien criminaliza la miseria, sino con quien la sufre”.
El desalojo y la respuesta vecinal
El manifiesto sitúa el origen del conflicto el 17 de diciembre de 2025, cuando unas 400 personas, en su mayoría migrantes, fueron expulsadas del edificio B9 de Badalona, que permanecía ocupado desde 2023 ante la falta de alternativas habitacionales. La operación fue ejecutada por los Mossos d’Esquadra, tras una orden judicial solicitada por el Ayuntamiento gobernado por el PP, y se llevó a cabo sin que se ofreciera una solución de alojamiento, lo que dejó a decenas de personas durmiendo en la calle en pleno invierno.
Tras el desalojo, varias entidades intentaron articular una acogida de urgencia en una parroquia, con el apoyo de Cruz Roja, como respuesta inmediata a la situación creada. Sin embargo, esa posibilidad quedó descartada después de que se produjeran protestas vecinales y ante la falta de respaldo institucional. Para los firmantes, ese episodio evidenció una respuesta social basada en el rechazo y no en la solidaridad.
Desde el texto se carga tanto contra las administraciones como contra una parte de la ciudadanía que, según denuncian, salió a la calle no para ofrecer ayuda, sino para impedirla. El manifiesto interpreta esas movilizaciones como una reacción organizada para “expulsar” a los migrantes y preservar privilegios, y las califica de racistas y xenófobas, al entender que negaron la dignidad de las personas desalojadas.
El documento enlaza esa crítica con una lectura evangélica del conflicto y subraya que Jesús no se sitúa junto a quienes ejercen el poder del desalojo, sino junto a quienes lo padecen. En ese marco, advierte de que el silencio de la Iglesia, de las instituciones y de los movimientos sociales ante situaciones como la vivida en Badalona supone una traición al mensaje cristiano y vacía de contenido los derechos humanos más básicos.
El manifiesto cierra con una apelación política y moral: ninguna ciudad puede considerarse justa si normaliza que haya personas durmiendo en la calle, ninguna política es legítima si humilla y ninguna sociedad puede llamarse cristiana si convierte el orden en una coartada para la exclusión.