Las camareras de piso, también denominadas kellys, abordan el periodo de desescalada con incertidumbre. Denuncian la precariedad laboral e inseguridad sanitaria y económica a punto de comenzar la temporada estival.

La propagación de la pandemia, de la que ha derivado una crisis económica, ha agravado las condiciones de trabajo de un sector denostado por la administración pública y la patronal. La falta de prevención de riesgos y la externalización del servicio son algunos de los elementos que les afectan directamente a estas empleadas. De hecho, la mesa para la Recuperación Económica del Congreso de los Diputados ha abordado durante esta semana la problemática del sector durante un encuentro en el que participaron la portavoz de “Kellys Benidorm”, Yolanda García, la ministra de Igualdad, Irene Montero y la de Trabajo, Yolanda Díaz y que dio lugar a una foto mediática y a numerosas promesas.

Durante la reunión, las trabajadoras reivindicaron nuevos protocolos de seguridad para la reapertura; una disminución de la carga laboral -limpian unas 25 habitaciones por empleada al día- y equipos de protección individual. Sin embargo, la sensación sigue siendo agridulce para las trabajadoras. 

“En esa reunión han quedado muchas cosas en el aire. Nos dicen que es muy complicado derogar la reforma laboral, tocar el artículo 42.1 del Estatuto de los Trabajadores, pero ¿sabes qué es complicado? No poder pagar la hipoteca, no poder ni pagar el abono transporte, hacer 400 habitaciones en un mes, no cotizar todas las horas que trabajas. Eso, es complicado. Los hoteles se abren para vender habitaciones limpias. Es su producto y nosotras somos el departamento mayoritario -entre el 20-30 por ciento de la plantilla- y aun así sufrimos discriminación. El resto de los trabajadores están arropados por el convenio sectorial, cuando nosotras estamos amparadas por los convenios de estas empresas, que nos han abaratado el salario en un 40 por ciento. A esto, súmale la indefensión de tener un contrato de obra y servicio o de fin de obra. En cualquier momento te pueden echar a la calle poniendo como excusa que no producimos. Necesitamos cambios legislativos, no que nos regalen la oreja”, explica a El Plural Ángela Muñoz, miembro de Kellys Madrid.

Descontentas con la actuación de Montero y Díaz, esta asociación insiste en que las ministras no han aportado soluciones sobre la mesa. “La mayoría de las mujeres -migrantes, en situación de exclusión y con familias monomarentales-  trabajan por producción y en el momento en el que empezaron a disminuir las pernoctaciones en los hoteles dejaron de llamar. Lo que salió de la reunión con las ministras son solo promesas: prometen una ley que contemple nuestras denuncias, una ley que puede tardar otros 3 ó 4 años más. Cuando en octubre de 2017 nos reunimos con Reyes Maroto – Ministra de Industria, Comercio y Turismo- se habló de la modificación del artículo 42.1. Esa modificación, que se iba a realizar en noviembre y que nunca llegó. No queremos promesas, queremos hechos porque en el trayecto estamos perdiendo dinero, salud y derechos fundamentales”. 

Enfermedad y miseria 

Este sector, completamente feminizado, tan sólo ha logrado en estos cuatro años de reivindicación que se les reconozcan a sus trabajadoras tres enfermedades laborales: el síndrome del túnel carpiano, el del manguito rotador y el codo de tenista. Sin embargo, el trabajo físico que enfrentan acorta sensiblemente su calidad de vida e implica graves secuelas para la salud. Según un estudio realizado por Invassat, el 36 por ciento de las camareras de piso presentan alteraciones de salud por su trabajo, siendo las más comunes. las relacionadas con la espalda o problemas respiratorios y a las que hay que sumar: estrés, ansiedad, depresión y fatiga crónica. Las posturas forzadas como factor de riesgo ergonómico, la sobrecarga de esfuerzo y peso, movimientos repetitivos, así como la manipulación constante de productos químicos son algunos factores que influyen en el desarrollo de patologías crónicas. 

“No queremos la luna, tenemos una relación subordinada con los hoteles y no tenemos ningún inconveniente, vamos a limpiar habitaciones, pero necesitamos tener unas condiciones que no nos hundan en la miseria y en la enfermedad”, insiste Muñoz.

Por ello, desde Kellys Madrid instan a que se reconozcan las enfermedades profesionales; que se prohíba la externalización del departamento estructural de limpieza; que se les reconozca como trabajo ‘penoso’ y que se vincule la categoría de los hoteles con el trabajo que realizan: “Tenemos compañeras trabajando en hoteles de cinco estrellas que cobran 2,5 euros la hora, donde el precio medio de la habitación es de 900 euros”.

A estas duras condiciones laborales se suma el hecho de que muchas mujeres se han visto excluidas de los ERTE y se encuentran actualmente sin ingresos. Tampoco tienen acceso a la prestación por desempleo, siendo su último recurso la la solicitud de la renta vital básica. Por ello, como reivindicación, desde el movimiento Kellys Madrid solicitan a los turistas que no se alojen en hoteles con servicios de limpieza externalizados, que en Madrid suponen más del 60 por ciento. 

“Plaza de España es para nosotras el triángulo de las Bermudas, el hotel Barceló, WP y RIU, todos ellos han subcontratado el servicio de limpieza. Las camareras se cambian en los almacenes, ni si quieras les dejan compartir espacio con otros empleados para comer”, explica Muñoz. Una triste panorámica que contrasta con la de cadenas de menor tamaño como Casual, que, con menos recursos, contrata directamente a las camareras de piso, a quienes ofrecen extras como un servicio de fisioterapia para aliviar la sobrecarga física. Una excepción en un mar de mala práxis. 

Agotada física y psicológicamente Muñoz reflexiona en voz alta:  “Nos estamos dejando la piel. Son muchas horas de batallar, muchas horas que estamos concediendo a esta lucha, mucha documentación que manejamos y me pregunto: ¿Tanto les cuesta? Les costó tan poco anular nuestros derechos…”.