El Guggenheim Bilbao se ha convertido en el primer museo en obtener la certificación de 'Espacio Cerebroprotegido', que otorga la Fundación Freno al Ictus. Más del 80% de su personal ha recibido sobre esta enfermedad formación especializada, avalada por la Sociedad Española de Neurología (SEN)Sociedad Española de Neurología (SEN)que les capacita para reconocer sus síntomas y actuar con rapidez ante una posible emergencia, pues en estos casos cada minuto cuenta

Los profesionales de la entidad han podido adquirir las herramientas necesarias para distinguir las señales de alarma, activar la alerta a través del 112 y acelerar la cadena 'código ictus', lo que permite aumentan las posibilidades de recuperación del paciente y reducir las secuelas. 

"En un lugar como el Museo, que acoge más de un millón de personas al año, nos parece fundamental dotarnos de las herramientas y conocimientos necesarios para abordar de la mejor manera posible cualquier situación de riesgo. Y el ictus es, por desgracia, una causa clara por su alta incidencia", apunta Miren Arzalluz, directora general del Guggenheim Bilbao.

Por su vez, Julio Agredano, presidente de la Fundación Freno al Ictus apunta  que la implicación del Museo con el proyecto "es un ejemplo de compromiso con la salud de las personas y con la sociedad". "Estar preparados para actuar ante un ictus significa estar preparados para salvar vidas", enfatiza.

Primera causa de muerte mujeres 

Más de 120.000 personas en España sufren cada año un ictus, una enfermedad que constituye la primera causa de muerte en mujeres y una de las principales causas de discapacidad adquirida en adultos. 

Se trata de episodios de inicio brusco en los que se produce una alteración en el flujo sanguíneo cerebral. En función de cómo sea esta, el ictus es hemorrágico o isquémico. En el primero de los casos la sangre se sale de la arteria y daña el cerebro directamente; en el segundo, se produce una trombosis, una interrupción del flujo sanguíneo que impide que la sangre llegue a la parte que depende de la arteria afectada. Aproximadamente el 80 por ciento de los ictus son de este último tipo y se les conoce como infarto cerebral. 

 

Reconocer los síntomas y actuar lo más rápidamente posible es fundamental para evitar la mortalidad y reducir las secuelas. Estos se presentan de forma muy brusca e incluyen, dolor de cabeza, mareos, visión doble, dificultad en la articulación del lenguaje, debilidad de un brazo, una pierna o de la mitad del cuerpo y desviación de la comisura de la boca.  Sin embargo, el paciente puede experimentar simplemente trastornos sensitivos. Cualquier combinación de estos síntomas, cuando aparecen súbitamente, debe constituir una señal de alerta. 

Las secuelas que el ictus puede dejar dependen en gran medida del tiempo que transcurre desde que se presenta el episodio hasta que se recibe tratamiento y varían en función de la zona del cerebro que se haya visto dañada. Pueden ser del lenguaje, sensitivas, motoras o de comportamiento; y ser transitorias o permanentes. 

Una enfermedad evitable en muchos casos

Una parte muy importante de los ictus se puede evitar, pues están directamente relacionados con el estilo de vida. Aunque la edad y los antecedentes familiares son factores de riesgo que no se pueden controlar, hay otros que sí como la hipertensión arterial, el tabaquismo, el sedentarismo, la hipercolesterolemia, la hipertrigliceridemia y el sobrepeso. También el uso de anticonceptivos hormonales incrementa el riesgo de sufrir un ictus, más aún si se combina con el tabaco.  

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