"Hoy es el día. Si el Alcorcón gana, está en Segunda", decía una septuagenaria a eso de las 17:00 de la tarde, cuando las camisetas amarillas marchaban camino de Santo Domingo. "¡Si empata, también!", añadía su marido. Y es que daba igual que el fúbtol gustara más o menos, todo el mundo sabía que se juagaba algo grande. "Una ciudad volcada, una ilusión desbordada", era la premisa que empapelaba Alcorcón horas antes y que reflejaba precisamente ésto, que cuando los sentimientos están por delante, todo lo demás, incluso el deporte, es secundario.
La Agrupación, la primera de España, venía de una temporada difícil, ya no únicamente por el descenso a Primera RFEF, sino también por las discrepancias claras entre afición y directiva. Pero, de nuevo, el sentir, el querer por delante de los intereses y el orgullo volvieron a teñir de amarillo una hinchada y un estadio que habían perdido su color. Buena parte de culpa tuvo el recuperar el fondo sur -ahora rebautizado como Chavs 71-, que contagió a quienes algún día, seguramente con razones, dejaron de creer.
Ir ganando partidos, conseguir puntos en campos de primera, el ambiente... Se tornaron en pequeños triunfos que fueron impregnando a unos jugadores y a una grada que se han vuelto uno todo el año. Es lo bonito de los equipos de barrio, que da lo mismo ser del Madrid que del Atleti, más del Betis que del Sevilla, o preferir al Valencia o al Levante, el conjunto rema a una porque, ¿quién no anima al equipo de su ciudad?
Da lo mismo ser del Madrid que del Atleti, más del Betis que del Sevilla, o preferir al Valencia o al Levante, ¿quién no anima al equipo de su ciudad?
Como hacía 13 años, el Alcorcón se aferro a la épica. Y lo dispuso todo para una ocasión que bien lo merecía. Había ganas de victoria, de volver a celebrar, de regresar al lugar que el 'Alcor' nunca debió abandonar. Pero, por encima de todo, había ganas de fiesta, lo que siempre debería ser el fútbol. De ahí que a desde las 18:00 del pasado sábado, los aledaños de Santo Domingo se llenaran de gente, desplegada por la 'fan zone' preparada para la fecha, los bares y demás sitios en los que el balompié no se ve; se siente. Hasta el coordinador autonómico de Podemos y teniente alcalde del municipio, Jesús Santos tuvo unas palabras en la previa del encuentro: "¡Ya veréis como se consigue!".
Vídeo de ElPlural.com
Apenas una hora tardó en llegar la grada de animación alfarera, que se entremezcló con la del Castellón, dando lugar a algún disturbio que, si bien hay que mencionar, es de honor señalar que nunca se había producido en toda la temporada. Tampoco realmente en este desenlace de la misma, donde primó la hermandad entre aficiones. Porque al final el fútbol debe ser -y por regla general lo es- lo que se señalaba unas líneas arriba. El baile a la fiesta lo terminaron de poner las voces, las palmas, las cornetas, los bombos y los megáfonos, aliados perfectos todos ellos cuando la garganta, cansada tras acumular kilómetros y jornadas, empieza a fallar.
Ya dentro del estadio, dos mosaicos, uno en el fondo y otro en una grada lateral, hacían de bambalinas de un teatro que, pese a reunir 'solo' 5.000 actores -la capacidad del estadio no es mucha más-, cumplió sus sueños. Las gradas no dejaron de rugir al toque de un balón que, eso sí, no se alió con el equipo local en la primera parte. Tanto es así que llegó con derrota al descanso (0-1).
El miedo de quienes habían saltado la noche anterior la hoguera de San Juan pidiendo el ascenso empezaba a apoderarse de ellos, aunque nunca dejaron de creer, pues si algo les ha enseñado la Historia es que, como reza la profecía, todo es posible: "Hasta el último minuto del último partido".
El aura que otras veces ha impregnado estadios míticos como el Bernabéu pareció por un momento sobrevolar los cimientos del humilde Santo Domingo en la segunda parte. El despertar llegó, y lo hizo a golpe de derechazo y de cabezazo con más garra que juego en apenas diez minutos de auténtica locura en los que la ADA apeló de nuevo a la remontada, aunque menos sufrida que la de hace más de una década.
"Que sí, joder, que vamos a ascender", fue seguramente la frase que más escuchó el campo de la arcilla. Quince minutos, diez, cinco... la ansiedad, los que no querían ni mirar y quienes rezaban por una vez en su vida pese a no creer en nada protagonizaron imágenes que se repitieron a lo largo de 90 minutos que, afortunadamente para muchos, no fueron 120.
Con el descuento el bufandeo chocó frontalmente con el calor que golpeó al público durante todo el partido. Una expulsión fruto de los nervios por parte del Castellón fue la jueza que dictaminó que para qué alargar la agonía de los dos clubes y por qué no pitar el final y devolver al Alcorcón a la categoría de la que solo se ha bajado un año. Porque una cosa os diré, mola mucho que esto lo consigan los históricos como el Dépor (de La Coruña), el Córdoba o el propio Castellón; pero el fútbol de barrio, como alguien me dijo una vez "divierte más que el de los grandes". Y que se lo merecen, copón.
El fútbol de barrio, como alguien me dijo una vez, divierte más que el de los grandes
Invasión de campo, fuente para combatir los cerca de 40 grados y 'rúa' siguieron una celebración que, en el momento de publicación de estas líneas, muchos no han interrumpido.