Hace unas semanas escuché a una compañera hablar sobre el mundo incel. Los términos que usó para su exposición (Machosfera, Manosfera siguiendo sus siglas en inglés…) me resultaban familiares porque de un tiempo a esta parte conceptos como el de Fachosfera, en su caso vinculado a espacios mediáticos o de internet en los que se mueve la extrema derecha, se emplean con frecuencia.

Desde ese momento, casualidad o no, e investigaciones propias a un lado, empecé a leer y escuchar muchas cosas relacionado con lo incel. Como quien se compra un coche nuevo y, de repente, comienza a verlo por todas partes. Referencias audiovisuales como la última temporada de Machos Alfa o el fenómeno me atrevería a decir mundial de Adolescencia ponen sobre la mesa el odio hacia las mujeres, la masculinidad tóxica y otros puntos que dan forma a este universo, fomentado en las redes sociales y que, si bien no es nuevo, sí bebe del agua de una situación actual: el resurgir de una corriente reaccionaria y la interconexión de la eras digital, en la que todo le llega a cualquiera a la velocidad de la luz. Pero, ¿quiénes son realmente los incel?, ¿cómo se organizan? y, sobre todo, ¿cómo se los planta cara?

Del 80-20 al “No comparto un ascensor con mujeres” pasando por Matrix

Los incel se rigen por un principio común, el del odio por decreto al género femenino. A veces se ven impulsados por una mala experiencia o un simple desamor que les lleva a la visión generalista y, evidentemente, sin ninguna base de que las mujeres (y todas) son malas. En otras ocasiones les empuja la pérdida de privilegios en favor de la igualdad que promueve el feminismo, mientras que muchos de los que se suman a los grupos repiten el patrón de personas poco activas sexualmente, una situación de la que culpan directamente a las mujeres; pero no solo, ya que también desatan su ira sobre otros hombres que mantienen más relaciones sexuales o que se definen como feministas.  

Como toda organización -o secta- mantiene unos códigos. La serie de moda de Netflix menciona algunos de ellos, como la regla del 80-20, que considera que al 80% de las mujeres le gusta el 20% de los hombres (con unos estereotipos y roles de género muy determinados y siempre tradicionales) o las píldoras, que diferencian al macho alfa del hombre blandengue.

Para esto último los incel se apoyan en referencias como la de Matrix. A estas alturas todo el mundo conoce el debate al que se enfrenta el protagonista de la pastilla roja y la pastilla azul. Extrapolado al universo de la manosfera, en función del color que elijas pertenecerás a un tipo u otro de hombre. Tienes capacidad de decidir si quieres ser lo que este universo considera una persona de éxito o fracasada.

En la práctica, la machosfera va mucho más allá. Quienes defienden este universo llevan en ocasiones a cabo comportamientos como el de no compartir ascensores u otros espacios con mujeres “por miedo terminar con una denuncia falsa” o hacen apología de la violación o el machismo más absoluto, reduciendo el mundo a una cuestión meramente biológica, según la cual ellos piensan que tienen el control sobre el otro género cómo y cuándo quieran -dejando a un lado claves de cualquier relación sexoafectiva como el consentimiento- e incluso deseando la muerte a las mujeres.

Se mueven sobre todo en redes sociales, incluso desde el anonimato a sabiendas de que lo que promueven puede incurrir en un delito de odio, aunque también existen plataformas en las que intentan no pronunciarse en términos tan directos (a veces no lo consiguen) camuflando el discurso de debate. Un ejemplo de ello es la plataforma Red Pill, abierta en Youtube, que debe precisamente el nombre a la historia de las píldoras y en la que sus protagonistas defienden, por ejemplo, que los hombres que hacen tareas del hogar no atraen a las mujeres. También abordan temas de actualidad como el beso no consentido de Luis Rubiales a Jennifer Hermoso desde una perspectiva absolutamente sesgada.

“Los chavales necesitan espacios para hablar, no que se los criminalice”

¿Cómo es posible que en una sociedad cada vez más concienciada con la igualdad y en la que cada vez más personas (profesores, educadoras, periodistas, sexólogas y un largo etcétera) se dedican a promover un discurso que escape a esa toxicidad, ésta cobre cada vez más fuerza? ¿En qué fallamos? ¿Es más mérito de la otra parte o desmérito nuestro?

Ánxela Iglesias y Lionel Delgado son dos de las personas que dan forma a Broders, una plataforma nacida hace meses que actúa sobre todo en Instagram y que busca, precisamente, pelear contra un radicalismo que, día a día, convence sobre todo a chavales de entre 14 y 19 años. “Las conclusiones que extraemos de varios estudios es que las corrientes que se detectan en España se ven de forma paralela, antes o después en otros países o contextos”, emplaza en declaraciones a ElPlural.com la experta en comunicación, incidencia y gestión de proyectos sociales.

Asimismo, considera “dentro de lo esperable” que “cuando existen avances muy significativos en cualquier ámbito aparezca una ola de gente reaccionaria que de alguna manera piensa que está perdiendo privilegios”, asevera frente a lo que califica como “internacional del odio”.

Delgado, doctor en Sociología, investigador, formador y divulgador en temas de masculinidades, Manosfera y feminismos amplía un poco el tablero. “Es difícil hablar de una sola razón. A mí me gusta apuntar al ecosistema de fuerzas que lo vienen promoviendo, empezando por el desarrollo de un capitalismo tardío que ensalza valores súper individualistas, la competitividad y narrarse en el mundo a partir de lo que se tiene y representa (…)”, comienza.

Acto seguido apunta a “la ultraderecha, los grupos ultraconservadores, ultra religiosos y fundamentalistas que está llevando movimientos a nivel internacional”. “Mueven mucho dinero e invierten mucho dinero en agendas contra los derechos”, tiene claro.

Y en tercera instancia, vinculado con lo anterior, señala “la responsabilidad de las grandes plataformas tecnológicas en cuanto a la impunidad con la que este tipo de discurso se desarrollan en redes”: “No funcionan los mecanismos de control y denuncia". "Se ha demostrado como muchas aplicaciones tipo Youtube priorizan los programas de odio porque priorizan la visibilidad y la ganancia económica a la ética”, indica. En consecuencia, el discurso siempre ha estado, pero ahora “se producen y viralizan con mucha más fuerza”.

La "simplifación del debate", entre los motivos del auge reaccionario: "No siempre son chicos machistas"

En un tono de autocrítica ambos consideran que “la machosfera ha sido capaz de construir referentes” mientras que a las fuerzas progresistas -políticas, sociales, etc- les está “costando más”. “Estamos en un momento bastante inmóvil de la izquierda y el feminismo”; considera Delgado. Pero no toda la responsabilidad viene de un lado. “Se está dando una simplificación excesiva de los debates, por un lado el de la mofa que han creado ciertas culturas respecto del hombre aliado, y por otro el de la propia manosfera, entendiendo que son hombres que reaccionan para defender sus privilegios, cuando hay que ir más allá”, indica, subrayando “condiciones laborales, precariedad de la vida, difusión de contenido por algoritmos de odio, condiciones económicas o crisis…”.

“No es que los chavales sean machistas, o no solo, sino que se está dando una crisis de valores muy grande que están consiguiendo vincular muy fuertemente con una serie de promesas que hacen la ultraderecha y el antifeminismo, y que nosotros no estamos consiguiendo promover (felicidad, estabilidad…)”, incide el especialista de la Fundación Iniciativa Social.

El escenario, claro está, no es halagüeño, pero las soluciones existen, y Broders es solo un ejemplo de ello. “No podemos generalizar. Hay chavales que están desorientados, no entienden cuál es su lugar (…) Demandan esa necesidad de hablar, y esa vía solo la estaban explorando en lugares bastante tóxicos, y creemos que Broders está siendo de capaz de crear un espacio seguro”, indica la responsable de La Intersección.

Por el momento, han recibido más respuesta incluso de la esperada. “El aumento de seguidores es muy sorprendente, y la gente nos dice que hemos llegado en el momento oportuno”, apostilla Delgado, que destaca la acogida especialmente de adultos, pero también adolescentes: “Los que llegan están muy contentos y siendo capaces de crear ese espacio (…) Hay que seguir remando”

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