El caso de la familia Erquiaga podría servir para un buen guión de película sobre una parte de nuestra propia historia.

Buenaventura de Erquiaga Palacios y Concepción Goitisolo Aramburu pasaron la mayor parte de su vida en Filipinas, a más de once mil kilómetros de su tierra, pero nunca olvidaron su condición de españoles y se encargaron de inculcarle a sus hijos su cultura y sus lenguas, tanto la española como la vasca.

Buenaventura nació en Elantxobe, Bizkaia, en 1896. Conoció a Concepción, hija de vascos nacida en Manila cuando Filipinas todavía era colonia española, en Lekeitio, pero, el matrimonio pasó buena parte de su vida en el país asiático.

Allí Buenaventura lideró el Partido Republicano Español en apoyo a la Segunda República y esto le cerró las puertas de su país para siempre.

Buenaventura Erquiaga en Filipinas

La victoria de Franco acabó con toda posibilidad de retorno y años después, en 1946, se vio obligado, incluso, a renunciar a la nacionalidad española por la Ley de Comercio de Filipinas aprobada por Estados Unidos, que impedía a los ciudadanos extranjeros desarrollar actividades empresariales en ese territorio.

Sin embargo nadie pudo quitarle su condición de vasco y español de su ADN, y así se lo infundió a sus hijos, Santiago y María Jesús, de quienes la familia conserva con cariño las fotografías del tiempo que vivieron en Lekeitio cuando eran niños.

Santiago y María Jesús con su madre Concepción en Lekeitio.

Buenaventura murió en 1959 en la ciudad de Legazpi, en la que, incluso, hay una calle con su nombre en agradecimiento a su labor como fundador del Legazpi College, en el que las familias pobres podían estudiar de forma gratuita y que más tarde pasó a ser universidad.

Siete años después, en 1966, su hijo Santiago decidió volver a España. Se instaló con su familia en Madrid. Pero la precaria situación económica y la imposibilidad de comunicarse con el exterior- le abrían todas las cartas que enviaba- hizo que solo tres años y medio más tarde regresasen a Filipinas.

Santiago Erquiaga Goitisolo

Allí falleció no muchos años más tarde, en 1976, pero la herencia cultural de Buenaventura siguió corriendo por las venas de los cinco hijos de Santiago, que en los años 90 comenzaron a luchar por la nacionalidad española como nietos de exiliados. Lo consiguieron cuando uno de ellos ya había fallecido, en 2009, en virtud de la Ley de Memoria Histórica.

Pero ahora, Miren, trata de que sus dos hijos y cuatro de sus sobrinos también la tengan. La quieren “por orgullo” y porque lo consideran “justo”, ya que no contemplan trasladarse a aquí.

“Todos tienen apellidos vascos, mantienen las costumbres y hablan castellano, inglés y euskera”, explica a ELPLURAL.COM su abogado Eduardo Ranz.

Andra Mari, Amaya Andrea, Carlos Rene, Rene Ernesto, Yosu Andoni y Mara Eukene, han solicitado al Gobierno que les conceda la nacionalidad española por carta de naturaleza, un procedimiento administrativo “utilizado recientemente con varios deportistas, como al jugador del Fútbol Club Barcelona, Anssumane Fati, procedente de Guinea Bissau o la regatista, Nicole Van der Velden”, recuerda el letrado.

Andra Mari, Amaya Andrea, Carlos Rene, Rene Ernesto, Yosu Andoni y Mara Eukene

“La concesión de la nacionalidad por esta vía tiene carácter graciable y no se sujeta a las normas generales de procedimiento administrativo”, precisa. Además, el Código Civil español (artículo 24) reconoce a ciudadanos de países iberoamericanos, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal el derecho de mantener su nacionalidad a la vez que se adquiere la española, por lo que podrían conservar las dos.

En su escrito Ranz recuerda que este año se conmemora el 80º Aniversario del Exilio Republicano “en el que parte de nuestro talento cruzó las fronteras para salvar su vida”, y, subraya, lo que se pide sobre esta familia “es el amparo de quienes fueron víctimas del exilio español” a quienes "se les robó toda una vida, y por orgullo, su nacionalidad".

Buenaventura y su defensa de la República

Miren ha descubierto buena parte de la faceta política de su abuelo, más que por su padre, “al que no le gustaba mucho hablar de eso”, reconoce a este medio, por los trabajos desarrollados por el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid especializado en Historia de Asia y en las relaciones asiáticas con España, Florentino Rodao.

De su mano ha llegado a muchos de los textos escritos por Buenaventura, a quien el profesor considera el residente en Filipinas que contribuyó “de forma más desinteresada” a la defensa de la Segunda República entre una comunidad, “radicalizada y dominada moral y económicamente por monárquicos y órdenes religiosas”.

“Erquiaga era vasco, corredor de bolsa, ampliamente respetado, miembro de la Cámara de Comercio con fama de honesto según informes estadounidenses y gustoso de escribir” y apoyó la Segunda República hasta el final, lo cual no fue nada fácil, ya que suponía enfrentarse a los líderes de la comunidad y a su poder económico.

Buenaventura de Erquiaga en la ciudad de Legazpi

Esto no le impidió seguir alzando la voz, incluso durante la Guerra Civil, cuando ya casi nadie apoyaba en Manila al Gobierno Español. Prueba de ello es la conferencia que dio en plena contienda, el 20 de febrero de 1938 bajo el título Crisis económico-político mundial y la Revolución en España en calidad de presidente del Comité de Defensa de la República Española en Extremo Oriente.