Un estado de derecho es más fuerte cuando respeta las normas y formas, es lo que lo hace distinto de las dictaduras, y entre ellas está el respeto a la ley y a la justicia.

Un estado democrático apresa al terrorista, lo juzga y lo condena. ¿Por qué no lo hizo EE.UU.? ¿Por qué lo ejecutaron y hundieron su cadáver en el mar? Las “razones de estado” dictan que es más peligroso vivo, recluido en una cárcel, que muerto, que es mejor obviar el decidir en qué cárcel alojarlo (¿Guantánamo, Estados Unidos, un “país amigo”?), y en qué tribunal juzgarlo ¿Militar o Civil? La oportunidad (oportunismo) político dice que es bueno calmar el ansia de venganza del pueblo norteamericano, allanar la dificultad de estar en minoría en el Congreso con los presupuestos en suspenso y dar un empuje a la campaña electoral para la reelección. La popularidad del Nobel de la Paz, Presidente Obama, se dispara.

Vivir en libertad y democracia es asumir riesgos, el mayor, ser víctimas de sus enemigos, pero defenderlas dentro de la ley y el derecho es lo que diferencia a los demócratas de los terroristas, lo contrario es darles argumentos, y más aún en este momento histórico en que los países árabes se encuentran en ebullición anhelando un sistema de libertades, la ejecución de Bin Laden no es un buen mensaje.

En nuestro país, la ejecución del líder de Al Qaeda ha desatado una gran euforia en casi todos los sectores políticos y mediáticos (con honrosas y minoritarias excepciones) fundamentalmente de la derecha, a los cuales cabría hacerles la siguiente pregunta: ¿Apoyaría que un comando policial español se adentre en Francia y ejecute a un terrorista? Mientras no respondan, que se abstengan de su hipócrita cantinela sobre los GAL.

Hugo Silberman es licenciado en derecho y analista político