Hace tiempo, le dedicamos un artículo a las mascotas más famosas de la historia pero en estas fechas, tan cercanas a San Roque, echamos un vistazo a los perros más míticos del pasado.

El perro de San Roque

San Roque, patrón de los peregrinos, tiene un acompañante tan famoso que incluso aparece en los trabalenguas ¿Pero de donde sale el famoso perro de San Roque? Según textos piadosos (La Vita Sanct Rochi escrito en 1479 por Francisco Diedo, y el Acta Breviora de 1483) San Roque y el perro se habrían hecho amigos al caer el santo enfermo en la ciudad italiana de Piacenza.

Afanado en curar a los apestados, el santo acabó infectado y para evitar nuevos contagios huyó moribundo a un bosque cercano, pero para su sorpresa el perro de un tal Gottardo Pallastrelli salía cada día con una hogaza de pan de la despensa rumbo al bosque para socorrer al santo.

Hay quien lo representa lamiendo las yagas de Roque, aunque esta escena parece más bien sacada de la parábola del evangelio de San Lucas, en el que el pobre Lázaro es lamido por los perros. Sin embargo, no es el único perro mítico de la tradición cristiana.


Al perro de san roque se le atribuyen varios nombres Melapo, Gozque, Roquet, Ginefort. En la imagen lo vemos pintado por José de Ribera

Guinefort, el perro que pudo ser santo

Entre los perros más famosos de la cristiandad destaca Guinefort, un perro al que se intentó hacer santo aunque la Iglesia se opuso con todas sus fuerzas. La leyenda lo sitúa en pleno medievo en las cercanías de Lyon, perteneciente a un caballero. Este personaje dejó a Guinefort a cuidado de su hijo pequeño, pero cuando regresó a casa se encontró la habitación totalmente destartalada y el niño desaparecido. Por si fuese poco el misterio, el perro Guinefort apareció con el hocico manchado de sangre.

Llevado por la ira, el caballero mató a Guinefort para acto seguido encontrar al niño escondido sano y salvo y una víbora mordisqueada como origen de la sangre. El perro había sido martirizado por hacer el bien y de ahí se extendió su culto.

En realidad, la oposición de la Iglesia a tan extraña devoción también tenía razones de peso, especialmente por la inexistencia del perro, ya que todo apunta a que en realidad, la historia de Guinefort está basada en un cuento galés titulado el Sabueso fiel. Pero no menos cierto que otros personajes igualmente inexistentes han gozado de una estupenda santidad. Así que... ¿Por qué no un perro?

La historia del perro Guinefort saltó al mundo del arte, como vemos en este cuadro atribuido a Jeanne-Elisabeth Chaudet

Lélape y los canes de Acteón

No menos míticos fueron los canes que menciona Ovidio en su obra Metamorfosis donde incluso especifica el nombre de treinta y dos perros de caza de Acteón, el cazador cazado que, al ser maldecido por la diosa Diana, acabó transformado en un ciervo al que sus perros devoraron.

Curiosamente uno de los nombres que se mencionan en ese episodio, Lélape, es el mismo nombre que el de otro perro, aquel que el dios Júpiter regaló a su amante Europa.

Aunque el perro Lélape fue cambiando de dueños, el más famoso de ellos fue Céfalo y a él se recurrió cuando los tebanos se vieron acosados por otro cánido mítico: la zorra Teumesia. Fue en ese momento, cuando se creó una famosa paradoja, puesto que Teumesia tenía la peculiaridad de nunca ser cazada y Lélape tenía la ventaja de ser infalible en sus cacerías. Al final, aquella persecución infinita fue zanjada por Júpiter, que transformó a ambos primero en piedra y luego en constelaciones.

Por este motivo, algunos autores opinan que Lélape sería la constelación del Can Mayor pero no está del todo claro pues hay otros pretendientes como el perro de Orión.

Lélape, el perro que cazaba todo lo que se proponía. Le vemos en un cuadro pintado por Philipe de Champaigne en 1630

La perra Mera

También en las constelaciones encontramos a una perra famosa: Mera. Cuyas hazañas le valieron el respeto de los dioses como para ser transformada en la estrella más brillante del Can Menor.

¿Pero quién es la perra Mera? Según la tradición clásica era la mascota de Icario de Atenas y su hija Erígone.

La perra Mera acabó convertida en el Can Menor. En la imagen aparece representada por el astrónomo alemán Johann Elert Bode

¿Quienes eran estos personajes? Icario era un devoto de Dionisios al que por un fatal error unos pastores borrachos dieron muerte, pensando que Icario les había envenenado. Su hija Erígone fue en su búsqueda acompañada de Mera, quien gracias a su fino olfato encontró el cuerpo sin vida. Tanto fue el dolor que Erígone se ahorcó allí mismo y Mera se arrojó por un abismo.

Ante semejante tragedia, Dionisios hizo que los tres fuesen elevados al firmamento, Icario como la constelación del Boyero, Erígone como la de Virgo y Mera el Can Menor.

Estas conexiones entre estrellas y perros explican un término que usamos mucho en verano cuando se habla de la “canícula” como días de especial calor. La razón es sencilla, en la constelación del Can Mayor está Sirio y las antiguas creencias observaron que cuando más protagonismo tenía esta estrella en el cielo era en las noches veraniegas, cuando más aprieta el calor, dando por hecho que los días más calurosos eran los “días del perro” o lo que es lo mismo “días caniculares”.