Por el trono de España han pasado 13 alfonsos, 6 felipes, 4 Carlos… pero solamente un Rodrigo y un José, nombres estos dos últimos que seguramente no veamos ningún monarca más. La razón es sencilla, hay tabús en la corona hispánica.
Rodrigo como derrotado de la batalla de Guadalete es considerado como el gran perdedor de España, su reinado fue el último en la etapa visigoda y eso hizo creer en una profecía según la cual, si el primer Rodrigo perdió el reino una vez, el segundo Rodrigo podría destruir España para siempre.
Esta creencia parece inspirarse en la fundación y caída del imperio romano, que nació con un Rómulo como fundador y concluyó con otro, Rómulo Augústulo, pasando a la historia como el último emperador romano occidental.
Por su parte el nombre de José supone otro serio conflicto, ya que el único José habido en el trono de España fue el hermano de Napoleón, por lo tanto, de haber un nuevo rey José y numerarle como segundo, supondría un conflicto para la propia dinastía borbónica ya que estaría reconociendo a José Bonaparte como rey legítimo e inhabilitándose a ellos mismos.
Con cierta sensatez siempre se ha evitado ese nombre, pero otras veces los reyes de España la han liado eligiendo el nombre. El fallo principal comienza cuando al fundar los Reyes Católicos España, no establecieron que la numeración empezase de 0, y dejándolo así continuaron un jaleo que venía desde tiempos de Alfonso X.
Por ejemplo, hay alfonsos desde el reino Astur ¿Qué pasa entonces con los reyes que fundan el nuevo reino de Castilla? ¿O qué pasa con la lista de reyes sanchos que había tanto Castilla como en León cuando estos reinos se unen? Por no hablar de la fusión entre Castilla y Aragón que hizo que Fernando el Católico fuese el 2º en Aragón y el 5º en Castilla. Y así podríamos seguir incluso con el nombre de Juan que además de contar con la dificultad de tener distinto numeral en Castilla y Aragón tiene la peculiaridad de ser el nombre del abuelo del rey, que como todos sabemos quedó en el limbo de la monarquía hispánica.
En ocasiones los tabús son impuestos por el protocolo de palacio y es que había ceremonias en las que uno no sabía si reír o echarse a llorar. La etiqueta borgoñona que trajeron los Austrias hacía que toda la vida diaria del rey estuviese perfectamente reglada, siendo las comidas y cenas actos oficiales del más alto nivel. En este sentido las comidas públicas del rey estaban perfectamente regladas y ser invitado a tal evento era un enorme privilegio, tanto era así que el conde de Ribadeo presumía de ser el único noble con derecho a comer una vez al año con el rey. Sin embargo en esta ceremonia el conde no salía muy bien parado, ya que le daban los cubiertos y el pan de manera despectiva, comía los platos que su señor despreciase y posteriormente tras besar la mano del rey, se le impedía acompañar al monarca en la sobremesa, dejando claro que el privilegio era exclusivamente comer.
No es de extrañar que entre los tabús de los reyes y el fanatismo la servidumbre, algunos eventos en palacio acabasen en tragedia, como así ocurrió en 1657 en una montería en el Pardo donde los pinches de cocina y los guardias de palacio montaron tal batalla campal que acabaron con cinco muertos y más de una veintena de heridos.