Hoy día parece que las identidades ocultas solo aparecen en los asuntos turbios de la política, pero en Regreso al Futuro nos ocupamos de las personas ocultas en las obras de Lope de Vega.

La obra del genial dramaturgo ha sido analizada desde múltiples puntos de vista, pero quizá una de las menos valoradas sea la vertiente criptográfica.

Un ejemplo sencillo de esas múltiples lecturas lo vemos en los nombres de sus personajes como Diana, la protagonista de El perro del hortelano, quien además de referirse a esta aristócrata napolitana es una evidente alusión a la diosa cazadora de la mitología clásica, la cual no quiere tener tratos con los hombres, pero al mismo tiempo los encandila con su belleza.

Desde esta perspectiva los personajes de las obras de Lope no solo serían figuras literarias si no la encriptación de personas reales.

El mismo Lope revela en su obra El peregrino compuesta en 1618, una de las fórmulas criptográficas que él mismo emplea donde expone:

- ¿Qué es Belisa?

- Es Isabel

Y no se disfraza mucho,

Porque es el nombre a la letra

Empezando por el fin.

Lope de Vega está reconociendo explícitamente que conoce como introducir anagramas en sus textos, ahora bien, ¿Qué personas ocultaba Lope en sus comedias?

Si los nombres de los personajes lopescos son importantes resulta imprescindible detenerse en uno de los más frecuentes de toda obra de Lope, Belardo.
Este apelativo se repite sospechosamente una y otra vez, desempeñando en ocasiones papeles secundarios, pero también siendo protagonista como sucedió en la obra Belardo el furioso. Para el historiador José María Cossío, gran conocedor del dramaturgo, “Lope sentía la necesidad de hablar de sí mismo, de sus fortunas y pesadumbres y se aprovecha de su teatro en este ardid”.

Según la teoría de Cossio, Belardo sería en realidad un alter ego de Lope como ya hizo con el licenciado Tomé de Burguillos al que en 1634 le atribuye las Rimas humanas siendo suyas en realidad o en otra ocasión cuando recurrió al nombre de “el padre Gavriel Padecopeo” que no deja de ser otro anagrama de Lope de Vega Carpio.

Los anagramas sería uno de los sistemas criptográficos con los que Lope ocultó distintas identidades, incluida la suya propia.
 
En este sentido, las relaciones de Belardo con otros personajes serían en realidad parte de las “intimidades” del escritor.

Belardo, por tanto, sería la clave para ir descodificando los secretos de su obra. Así, por ejemplo, cuando en la comedia de El rey sin reino nos dice que Belardo tiene un hijo que se llama Lucindo podría referirse a Félix del Carpio Lujan. Niño que el poeta tuvo con Micaela Luján cuya identidad sabemos que se esconde bajo el personaje de Lucinda en la obra El peregrino en su patria (1604).

Otros nombres secretos, de mujeres amadas por Lope los conocemos gracias a las cartas que envió al duque de Sessa, su mecenas. En ellas Lope revela algunos nombres secretos como el de Jerónima de Burgos a la que describe como Gerarda. 

La relación epistolorar entre Lope y el duque de Sessa permite descubrir alguna clave de sus mensajes secretos.
 
Del mismo modo no es difícil identificar la manera Marta Nevares en la Marcia Leonarda que aparece en La Filomena o Elena Osorio en Filis en los versos del Romancero general de 1600. Así podemos seguir con otros tantos nombres en los que Belardo suspira o se desengaña, por los amores de una mujer cuyo nombre críptico oculta la identidad de aquella dama de la que Lope estuviese enamorado durante la creación del texto entreverando por ejemplo su tristeza por la muerte de Juana de Guardo en su obra La burgalesa de Lerma donde ella aparece oculta bajo el personaje de Julia.

En resumen. Una clave criptográfica que más allá de las intimidades de Lope nos habla de su fuente de inspiración que no sería otra cuestión que su apasionante y novelesca vida.

Todo apunta que Amarilis sería otro de los pseudónimos de una de las amantes de Lope, en este caso Marta Nevares.